Song: Causas que provocaron el nacimiento de la Reforma” en La Reforma
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Delumeau, Jean, “Causas que provocaron el nacimiento de la Reforma”, en La Reforma, Trad. José Termes, Barcelona,
Editorial Labor, S. A., 1967. pp. 5-27.Delumeau, Jean, “Causas que provocaron el nacimiento de la Reforma”, en La Reforma, Trad. José Termes, Barcelona,
Editorial Labor, S. A., 1967. pp. 5-27.
NUEVA CLIO ► La Historia y sus problemas
Colección dirigida por
ROBERT BOUTRUCHE Y PAUL LEMERLE
Profesores de la Sorbona
La reforma
Jean Delumeau
Profesor en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de Rennes
Jefe de estudios de la Escuela Práctica de Altos Estudios de la Universidad de París
EDITORIAL LABOR, S. A.
Calabria, 235-239 : BARCELONA-15 1967
Traducción por
JOSÉ TERMES
Licenciado en Filosofía y Letras
Con 5 mapas
Primera edición: abril 1967
PRÓLOGO
Es preciso aclarar desde un principio el significado de las palabras Reforma, Reformados y Contrarreforma. La primera era de uso corriente a fines de la Edad Media. Significaba la purificación interior que cada fiel habría de operar en sí mismo para rejuvenecer al mundo cristiano, y sobre todo las transformaciones en el sentido de la pobreza y de la santidad que se esperaban de la Iglesia. Pero, a partir de Lutero, la palabra Reforma designó la renovación de la Iglesia empezada en 1517 fuera de Roma, o sea en contra de la misma. Así la entendemos aún nosotros en la actualidad. A pesar de haberse opuesto entre sí los protestantes, después de la Fórmula luterana de Concordia 1580, los herederos espirituales dé Zuinglio y de Calvino se declararon Reformados para distinguirse mejor de los luteranos. Los tratados de Westfalia consagraron esta denominación, que se ha conservado hasta hoy.
Los historiadores católicos desearían que fuese abandonado el término Contrarreforma. Nosotros, por el contrario, lo hemos mantenido, pero en un sentido limitado y muy preciso. Sólo lo emplearemos para designar las manifestaciones resueltamente antiprotestantes del Catolicismo en vía de renovación, de los siglos xvi y xvii. En efecto, no se puede consi derar hoy en día al rejuvenecimiento que se opera en la Iglesia romana, en el curso de la época moderna, como una simple contraofensiva dirigida contra los herejes. Seguramente, esta contraofensiva ha existido. Por esta razón el término Contrarreforma no debe ser abandonado, así como tampoco pueden negarse ciertos aspectos anticatólicos de la Reforma protestante. Pero de la misma forma que esta última fue mucho más que un inventario de repulsas, de negaciones y de oposiciones, tam bién la Reforma católica fue infinitamente más vasta, más rica y más pro funda que la acción por la cual Roma combatió alprotestantismo.
A los directores de esta colección y al autor de la presente obra les hubiera gustado presentar en una síntesis única las dos Reformas, la católica y la protestante, pero, habiéndonos faltado espacio, hemos estudiado únicamente la Reforma surgida de Lutero. Del despertar católico nosotros desgraciadamente sólo hemos considerado —almenos en la parte didáctica («Estado actual de nuestros conocimientos»)— el aspecto de la Contrarreforma. No obstante, en el capítulo que inicia el libro («Causas que provocaron el nacimiento de la Reforma») y en el que lo concluye («Ecumenismo de antaño») nos hemos esforzado en ensan char las perspectivas y demostrar cómo las dos Reformas, mucho tiempo rivales, habían tenido las mismas causas, cómo se parecían por sus métodos y por las dificultades que ambas tuvieron que afrontar. Así se aproximan ante nuestros ojos dos hermanos que querían ser enemigos. Nosotros hemos intentado realizar aquí simultáneamente una labor de historiador y una obra de paz.
Acerca de la misma Reforma protestante nos hubiera gustado decir mucho más. Han sido retirados del manuscrito, por razones de espacio: en la parte II, un capítulo dedicado a los «Protestantes independientes»1; en la parte III, los capítulos siguientes: «Historia religiosa y polémica», Renacimmiento y Reforma, Investigaciones sobre el estado de la Iglesia en vísperas de la Reforma, «Psicología de los fieles en la época de la Reforma».
primera parte
ESTADO ACTUAL DE NUESTROS CONOCIMIENTOS
1. DeLumeAu: La Reforma.
CApítULo primero
Causas que provocaron el nacimiento de la Reforma
El problema de las causas de la Reforma es complejo . Para intentar resolverlo es necesario ir directamente a lo esencial. El protestantismo se apoyó en tres doctrinas principales: la de la justificación por la fe, la del sacerdocio universal y la de la infalibilidad basada tan sólo en la Biblia. Ciertamente, estas innovaciones teológicas respondían a las necesidades religiosas de la época, ya que de otro modo la Reforma no hubiese logrado el éxito quealcanzó.
Es poco convincente la tesis que afirma que los reformadores aban donaron la Iglesia romana porque ésta estaba corrompida por el liber tinaje y dominada por la impureza. En tiempos de Gregorio VII y de San Bernardo, probablemente se dieron en la Iglesia tantos abusos como en la época de la Reforma, y sin embargo no se produjo una ruptura comparable a la provocada por el protestantismo. Otro hecho también revelador es la conducta de Erasmo en relación con la Iglesia de Roma: en el Elogio de la locura 1511 atacó duramente a los sacer dotes, a los monjes, a los obispos y a los papas de su época, aunque sin embargo, no se adhirió a la Reforma. Y, en sentido inverso, cuando en el siglo xvii la Iglesia católica ya había corregido la mayor parte de las debilidades disciplinarias de que se la acusaba en el siglo anterior, las diversas confesiones reformadas no volvieron a la obediencia de Roma. Esto nos demuestra que las causas que provocaron el nacimiento de la Reforma fueron más profundas «que los desórdenes de los canónigos epicúreos o los excesos temperamentales de las monjas de Poissy»
En la Confesión de Augsburgo, cuando se trató de los abusos, no se discutió sobre las costumbres de los monjes, sino sobre la «comunión bajo una sola especie, de la misa erigida en sacrificio, del celibato eclesiástico, de los votos religiosos y de los ayunos y abstinencias exigidos a los fieles» . Los Pasquines fijados en 1534 en la misma puerta de las habitaciones de Francisco I de Francia causaron un enormeescándalo,
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porque atacaban la concepción católica de la misa. Y, sin embargo, es cierto que el relajamiento de la disciplina había tomado proporciones escandalosas. Escribía Jean Bouchet, en 1512, en su obra Lamentos de la Iglesiamilitante:
Nuestros grandes abusos son tan públicos que labradores, mercaderes y artesanos van contándolos con gran regocijo .
Pero estos desórdenes determinan una conmoción mucho más general de las conciencias individuales y de las estructurastradicionales.
A. El pecado personal; hacia la justificación por la fe
Desgracias de la época, PRESENCIA De LA mUerte Y sentimiento De CULpABiLiDAD
En primer lugar, la Reforma fue una respuesta religiosa a la gran angustia de fines de la Edad Media, cuando toda una serie de catas tróficos acontecimientos sacudieron y desorientaron las almas: la guerra de los Cien Años: la peste negra; hambres frecuentes: el Cisma de Occidente, que se prolongó durante treinta y nueve años ante la indignada sorpresa del mundo cristiano; el fracaso del gran estado de Borgoña con la trágica muerte de Carlos el Temerario; la guerra de las Dos Rosas: las guerras husitas y la creciente amenaza turca, contra la que se rogaba diariamente recitando el ángelus. Los individuos y las sociedades tomaron conciencia de su maldad, se sintieron culpables y pensaron que sólo el pecado podía ser causa de tantas desgracias. Sin duda los cristianos de entonces se vieron reflejados en las figuras odiosas y lloriqueantes que Jerónimo Bosch pintó alrededor del Cristo doliente. Pero nadie tiende más al pecado que el que se siente pecador. No sólo los grandes personajes, sino también la gente humilde juró fervorosamente no volver a pecar. Sus juramentos sólo «podían brotar, en aquella época, de una profunda fe». La narración de algunos crímenes espectaculares corrió de boca en boca: asesinatos del duque de Orleáns, de Juan Sin Miedo, de los hijos de Eduardo IV, la emboscada de Sinigaglia organizada por César Borgia. A fines del siglo XV se difundió la creencia de que nadie entraría en el Paraíso después del Cisma de Occidente. Predica dores y teólogos insistieron en el tema de la gravedad ontológica del pecado, y se consideró que la falta más pequeña era una herida infligida a todo el universo. Dionisio el Cartujo afirmó que nadie podía com prender toda la gravedad del pecado: los santos, las esferas, los ele mentos, los mismos seres inanimados claman a Dios pidiendo el castigo del pecador. Así, contrariamente a la doctrina tomista,
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la falta se convertía en mal positivo. En esta atmósfera de pesimismo e inquietud, se tendió hacia un cierto maniqueísmo, y la justicia de los hombres se hizo más dura que nunca, por lo que, enfebrecida, buscó y castigó los delitos, tanto los verdaderos como los falsos. El horror religioso al pecado y la casi total ausencia de noción de las «circunstancias atenuantes» hicieron que los últimos siglos de la Edad Media fueran la época de la crueldad judicial. En aquellos tiempos de generalizada superstición, se creyó en la realidad de los aquelarres diabólicos y en los vuelos de las brujas. La bula Summis desiderantes, de Inocencio VIII 1484, y toda una siniestra literatura, cuyo ejemplo más afrentoso es el Malleus ma- leficarum —el Martillo de las brujas 1487—, fomentaron la búsqueda y castigo de las personas de quienes se sospechaban que estaban entre gadas a Satán.
Precisamente porque la gente había visto ya muchas calamidades, esperaba que llegaran males peores. Gerson creía que el mundo tocaba a su fin y lo comparaba a un viejo delirante y titubeante, víctima de quimeras e ilusiones. Predicadores exaltados, y generalmente sospechosos, hablaban a las multitudes de la próxima ruina de Roma y de la Iglesia, y les hacían entrever espantosas catástrofes. La venida del Anticristo, tantas veces anunciada, parecía inminente. San Vicente Ferrer y Savona- rola la anunciaron en sus vehementes prédicas, y Lúea Signorelli pintó el célebre fresco de las fechorías del Anticristo en los muros de la catedral de Orvieto. Hacia 1500 se publicaron Vidas del Anticristo en diversos lugares, tanto de Alemania y Francia como de España. En la creencia popular, el reino de este enemigo de Dios y del género humano sería la antesala del Juicio final. Los artistas representaron profusamente el tema del Juicio final del mundo pecador en la piedra y en los libros, en los tapices y en las vidrieras. El Apocalipsis conservado en Angers (segunda mitad del siglo Xiv), el de Durero 1498, el Giudizio un i-ver sale de Signorelli, en Orvieto (terminado hacia 1504), son tres testimonios, entre otros muchos, de la angustia que dominaba a las masas y a los dirigentes a fines de la EdadMedia.
A propósito de Durero, E. Delaruelle escribe que aquél, en su interpretación del Apocalipsis, se revela como «gran inventor de gestos trágicos», mientras que des cuida los episodios luminosos y más suaves de la obra en beneficio de los pasajes más violentos’.
Es cierto que antes de 1350 se había representado también la escena del Juicio final en los tímpanos y los muros de las iglesias, pero el infierno se representaba sin estridencias. A partir de la peste negra, los artistas se deleitaron mórbida y complacientemente detallando la gran variedad de los suplicios del infierno. En un Tratado de las penas del infierno y del purgatorio, publicado en París en 1492, se ve a los envidiosos precipitados en un gran estanque, que se esfuerzan inútilmente en alzarse
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, pues el peso de sus cuerpos y el de su desespero los sumerge de nuevo en el agua infernal; una multitud de serpientes y monstruos alados muerde a los perezosos; diablos armados de tridentes obligan a los golosos a tragarse enormes sapos. En el Libro de horas del duque de Berry, Satán se convierte en un monstruo gigantesco que se nutre de las almas de loscondenados.
La muerte fue el gran tema de la iconografía durante la baja Edad Media, y a ella se dio más importancia que al Juicio final y alinfierno.
«Resuena sin cesar la llamada del memento mori durante la vida» . En los frescos, en la literatura, en las imágenes de los libros de horas, la muerte es el gran personaje de la época, representada en forma de un anciano siniestro, portador de un reloj de arena, como en el aguafuerte de Durero, en forma de arpía con alas de murciélago, como en el campo santo de Pisa, o bajo la apariencia de un esqueleto gesticulante armado con una guadaña, o con una flecha, y a veces montado en un carro barroco tirado por bueyes. A fines del siglo xiii nació en Italia el tema de los Tres muertos y los tres vivos: tres jóvenes nobles ricamente vesti dos se encuentran bruscamente con tres muertos, comidos ya por los gusanos, quienes les hablan de su pasada grandeza y anuncian a los jóve nes su próximo fin. En el siglo XIV apareció la palabra «macabro», y en el siglo XV se multiplicaron las danzas macabras, en su origen danzas de los muertos y luego danzas de la muerte. La muerte, reina de la Tierra, se lleva consigo, en su ronda fúnebre, papas y reyes, nobles y villanos, clérigos y laicos, prudentes e insensatos. Quien quiere resistirse a ella aparece ridiculizado, y en esto reside el humor negro de esos encuentros imprevistos entre seres que desearían prolongar sus ocupaciones y placeres y la horrible soberana a quien no se desobedece jamás. Las danzas macabras no evocaban solamente lo repentino del óbito, sino también la igualdad ante la muerte: y esto explica el éxito que alcanzaron entre el pueblo. Hasta la actualidad se han encontrado cincuenta y dos danzas de la muerte de los siglos xv y XVI en Europa occidental, y ninguna de ellas es anterior a 1400. En Francia, la más célebre fue la que decoraba las galerías del cementerio de los Inocentes, en París, que había sido pintada en 1425 y fue destruida en el siglo xvii. Millares de personas tomaron este osario por objetivo de sus paseos; acudían a estre mecerse frente a «una muerte simiesca y burlona, con el andar ampuloso de viejo maestro de danzas», que arrastraba en pos de sí a la gente de cualquier profesión. En 1486 el impresor parisiense Guyot Marchant imprimió una Danza macabra, al parecer inspirada en la del cementerio de los Inocentes. La obra tuvo un gran éxito, lo que animó al editor a publicar a continuación una Danza de las mujeres, ya que en la primera se limitó a representar una danza de hombres. Martial d’Auvergne es el autor de los versos de esta última, a la que pertenecen lossiguientes:
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adiós, pastores y pastorcillos, y los bellos campos que Dios hace crecer; Adiós, flores y rosas encarnadas; es necesario que todos obedezcamos al señor.
La danza macabra no sólo fue tema para pinturas y grabados, sino- también para representaciones dramáticas: el duque de Borgoña la hizo representar en 1449 en su palacio deBrujas.
Había algo de sensual y de poco cristiano en esa atención excesiva que se concedía a la destrucción del cuerpo y a la metamorfosis de la belleza en podredumbre. En una sociedad obsesionada por el temor a la muerte, la Iglesia se esforzó en destacar el momento en que se libraba el último combate de la vida terrena y en el que se decidía la suerte eterna del alma. Esto explica las numerosas ediciones un centenar entre 1465 y 1500) del Ars moriendi, compuesto por un autor anónimo a principios del siglo xv, que se inspiró probablemente en una obra de Gerson. En el Ars moriendi, el agonizante aparecía rodeado de ángeles y demonios, que se movían desenfrenados alrededor del desfallecido moribundo, a quien querían hacer dudar, inducir al desespero, ligar por última vez a las fugitivas riquezas, persuadir a que blasfemara y, en último término, hacer que se refugiara en la soberbia y el orgullo; pero los ángeles ayudaban al paciente a resistir estas cincotentaciones.
El éxito del Ars moriendi demuestra de una manera evidente hasta qué punto se preocupaban por la salvación personal. Hasta el siglo xiii se había vivido según una concepción más comunitaria de la Iglesia, que daba mayor importancia a la salvación colectiva que a la individual: pero durante los últimos siglos de la Edad Media cada fiel se preguntaba angustiado cómo podría escapar a los tormentos eternos. Se podría recu rrir al Dios hecho hombre venido a expiar los pecados del mundo, y así, pintores, escultores, grabadores y vidrieros representaron insistente mente la pasión de Cristo, los ultrajes y la flagelación que padeció, la cruz alzada en el Gólgota, Jesús expirando, el descendimiento de la cruz y el acto de depositarle exangüe en las rodillas de su madre dolorosa. En las grandes catedrales del siglo XIII no había representaciones del Salvador crucificado, ni de la Pida; era la época del «Dios Bello» de Amiens. El siglo xv opuso a esta imagen la del Cristo atado, flagelado y lamentable de Saint-Dizier. La pasión del Señor hizo casi olvidar la resurrección. El predicador Olivier Maillard afirmó que Jesús había recibido 5475 azotes en su flagelación. La dramática cruci fixión de Grünewald, la Pietd de VilIeneuve-lés-Avignon y la de Miguel Ángel, la Lamentación de Cristo de Durero, el célebre sepulcro de Solesmes y el primer calvario bretón (el de Tronoén, 1470-1490) nos recuer dan que el culto por la pasión de Jesús y por la Virgen del dolor era general en Occidente en las vísperas de la Reforma. La cristiandad había
recibido «el don de las lágrimas». Fue exaltada la sangre de Jesús, fuente de vida, y se difundió el tema del lagar místico. El Misterio de la Pa sión, de Arnoul Gréban. fue el más célebre de todos los misterios repre sentados hastaentonces.
2. BALUARTES CONTRA LA MUERTE TERRENA Y LA MUERTE ETERNA
En aquella época de calamidades pareció más necesario que nunca buscar refugio en la dulce madre del Salvador, que evitaba los males de esta vida y protegía del infierno. La colección de Milagros de Vuestra Señora de Jean Miélot, secretario de Felipe el Bueno 1456, contribuyó en gran medida a difundir el culto a la Virgen de la Misericordia, representada frecuentemente en ademán de proteger con su amplio manto a los afligidos humanos. Se la llamó Nuestra Señora de la Gracia, Nuestra Señora del Buen Socorro, Mater omnium; se crearon innumerables cofra días dedicadas a su devoción, al mismo tiempo que a partir de 1470 el dominico bretón Alain de La Roche propagó la devoción al rosario.El culto mariano iba así desarrollándose. La creencia en la inmaculada concepción progresaba en la Iglesia; arraigaba la costumbre de recitar el ángelus; se iniciaban las peregrinaciones aLoreto.
La devoción a la Virgen trajo consigo la devoción a su madre, Santa Ana, que fue especialmente venerada en Flandes y en Alemania. Erasmo y Lutero, en su juventud, fueron devotos de Santa Ana. Nunca como a fines del siglo xv y principios del xvi se divulgó tanto el culto a los santos: sus reliquias eran objeto de disputas: fueron los protectores de innumerables cofradías y se multiplicaron sus imágenes, consideradas casi como talismanes. Se creía que bastaba con mirar una estatua o una imagen de San Cristóbal para evitar, durante todo el día, la muerte fortuita; San Roque protegía de la peste; Santa Apolónia era invocada contra el dolor de muelas, etc. Parecía que iba a renacer el politeísmo, en especial a través del culto a los catorce santos auxiliares.
Los santos protegían no sólo de la enfermedad y de la muerte, sino que daban además «garantías» para el más allá. La veneración de sus reliquias, y con más motivo las devociones a Jesús y a la Virgen, hacían ganar indulgencias, que tuvieron un éxito extraordinario a fines de la Edad Media. Se pensaba que el pecador que recaía constantemente en las mismas faltas podía librarse del infierno si obtenía una especie de bonos a cuenta de los méritos de Jesús, de la Virgen y de los santos; esos bonos le permitirían presentarse ante el Juez Supremo en el momento de rendir cuentas.
Un historiador ha establecido recientemente una interesante relación entre la prácticadelasindulgencias;elsistemadepagoenlasferiaspracticado en la epoca de Lutero, y ha señalado que esta banca de depósitos y tranferencias de cuentas establecida por la Iglesia sobre el tesoro de las gracias de Cristo
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y de los santos, cámara de compensación de los excedentes de pecado y de los excedentes de santidad, concebida sobre el modelo de pago en las ferias, ponía en venta pública, en todo el imperio, por intermedio de los Fiigger, sus cupones de dividendos de redención en el más allá». Cristóbal Colón dijo un día: «El oro es el tesoro, y quien lo posee tiene todo lo que necesita en este mundo, como tiene también el medio de rescatar las almas del purgatorio y de enviarlas alcielo»
Ciertamente la Iglesia enseñaba que era necesario confesar y comulgar para obtener indulgencias, y además no señalaba como condición única y necesaria para conseguirlas la entrega de una limosna. Pero, sin duda alguna, los pueblos del Occidente medieval, temerosos, exaltados, ignorantes, que vivían, en algunos casos, al borde de la desesperación, creyeron que podían «comprar» su salvación, o al menos trataron de creer que tal trueque era posible. Sin embargo, los pueblos conservaron una duda, y esta duda constituyó la angustia de fines de la Edad Media, que explica el éxito de Lutero. Es cierto que la anciana madre de Villon, aun sabiéndose gran pecadora, estaba segura de su salvación, ya que ponía toda la confianza en los méritos de laVirgen:
Señora de los cielos, regente de la tierra, emperatriz de las infernales lagunas, recibid a vuestra humilde cristiana,
que sea contada entre vuestros elegidos, a pesar de que nada vale.
Vuestros bienes, mi Señora y Dueña, son mayores que mis pecados;
sin aquéllos el alma no puede merecer ni alcanzar el cielo .
Pero este optimismo aislado queda desmentido, en el plano socio lógico, por la fiebre con que Luis XI, dominado por el pánico a la muerte, acumulaba medallas piadosas, reliquias c indulgencias, y por el gran canto fúnebre de aquella época, el Dies ¡rae, compuesto a fines del siglo XIV:
¡Qué pavor para el pecador, cuando sobrevendrá nuestro Señor para escrutarle, todo con rigor! Ay que excusa alegar?
para mi, que patron invocar cuando los más santos deberán temblar?
¡Día formidable el que el hombre en duelo se levantará de su féretro para el proceso de su orgullo
En el Dies ¡rae el hombre aparece absolutamente solo frente a su Juez, y ni la Virgen ni los santos acuden a ayudarle. La doctrina luterana de la justificación por la fe fue la respuesta a este poema desga rrador. Posiblemente el hermano Martín encontró en las Sentencias de Pedro Lombardo elementos para esta respuesta, que deseaba también toda la corriente agustiniana (a la que pertenecían Bradwardine, Wyclif
y Gersom. Sin embargo, la respuesta ya había sido expresada en el mismo Dieslrae:
juez pavoroso. Señor absoluto, saltación gratuita para tus elegidos. Fuente de amor, sé mi salvación.
A los que temían el infierno, Lutero les dijo: ¡Dejad de atormentaros! Dios no es un juez severo, sino un padre compasivo. Haced lo que queráis, sois y seréis pecadores toda vuestra vida. Pero, si creéis en el Redentor, estáis yasalvados, tened confianza.
La desordenada adoración por la Virgen y los santos, y el Dies lrae, reflejan el desarrollo religioso de fines de la Edad Media. El Cisma de Occidente y las otras calamidades de la época avivaron aún más en los fieles la necesidad de creer, y éstos quizá se sintieron desligados, poco sostenidos, e incluso abandonados, por la Iglesia. Ésta contaba con gran número de sacerdotes, y sin embargo había falta de ellos, ya que la multiplicación de las capillas señoriales y la costumbre adquirida por los ingleses ricos —costumbre que también existió en otros lugares— de conceder bienes en testamento para las chantries inmovilizaron a gran número de sacerdotes. La acumulación de cargos eclesiásticos y el abuso de la falta de residencia fueron causa del frecuente abandono del ministerio parroquial en manos de capellanes mediocremente preparados e inferiores a la misión encargada. Los obispos no visitaban suficiente mente sus diócesis para darse cuenta de la gravedad delmal.
Cuando las masas necesitaban más que nunca los sacramentos y la disciplina de la Iglesia, la jerarquía promulgaba interdicto tras interdicto, que desorientaban y alarmaban a los pueblos cristianos más que las excomuniones, porque los interdictos llevaban consigo la supresión temporal del culto. Durante la primera mitad del siglo XIV, Erfurt sufrió tres años el interdicto; Zurich, diez; Ulm, catorce; Francfort, veintiocho. Alejandro sexto consiguió vencer la resistencia de Sávonarola al promulgar un interdicto contra Florencia. Tales excesos contribuyeron a desva lorizar los sacramentos. Una de las principales características de la piedad del siglo xv fue la tendencia a alejarse de la liturgia tradicional, a preferir las procesiones a la misa, el rosario a la comunión y las ostentaciones de flagelantes a la asamblea parroquial. Pero ¿cómo podía ser de otro modo, si los fieles, al menos en las principales iglesias, se hallaban lejos y separados del coro por rejas o por una tribuna elevada, si se decía la misa en latín, lengua que muy pocas personas entendían y que nadie explicaba a quienes no la comprendían, ni nadie los ayudaba a seguirla? Al escuchar a los predicadores más vehementes, los cristia nos de entonces se sentían dispuestos a todas las conversiones, a todas las generosidades, a todos los excesos, y, sin embargo, ¿no es cierto que el pueblo presenciaba la misa con indiferencia? Y aun en el caso de que ésta les interesara, ¿veían en ella algo más que una ceremonia mágica?
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El pueblo cristiano iba a la deriva. Para que se apaciguara su angustia, expresada por el Dies lrae. era necesario que los cristianos estuvieran guiados por mano firme. La Reforma protestante primero, y la Contra rreforma católica poco más tarde, se esforzaron, cada una a su manera, en responder a estanecesidad.
B. Hacia el sacerdociouniversal
Progresos del individualismo y del espíritu laico.
Era normal que el pecador se sintiera a veces solo frente a Dios, en una época en que el individualismo, en sus múltiples formas, estaba en vías de desarrollarse. Las naciones manifestaban cada vez más clara mente su personalidad combatiendo unas contra otras, con lo que hacían estallarlanebulosacristiana.Losnuevosypoderososcomerciantes
—Francesco Datini, los Médicis, Jacques Coeur y Jacob Fugger, apo dado «el rico»— osaban encarnar, frente a la moral de la Iglesia, el pecado por antonomasia de aquellos nuevos tiempos: el de la codicia. Dentro de la ciudad cristiana, protegidas cada una de ellas por un santo diferente, se multiplicaban las cofradías, que deseaban tener cada una su capilla particular, y eran rivales las unas de las otras. Nobles y burgueses adinerados hicieron construir santuarios privados, en los que se rogaba especialmente por los muertos de la propia familia. En las vidrieras y en los retablos figuraba siempre el retrato del donante; se erigieron sepulcros fastuosos para perpetuar el recuerdo de los grandes de esta tierra: Felipe el Atrevido, el senescal Felipe Pot, Francisco segundo de Bretaña, Julio segundo,etc.
Un individualismo de este tipo había de ser evidentemente solidario de una cierta afirmación del espíritu laico. En el plano teológico, el sistema de Guillermo de Occam (1270-1347) fue la manifestación más notable de este deseo de emancipación, ya que el franciscano inglés declaró que la razón era incapaz de comprender a Dios, y que solamente la revelación permitía acercarse a Él, y que, por lo tanto, existían dos campos radicalmente separados: el divino, en el que no entraba la razón, y el de los fenómenos terrestres, susceptibles de ser interpretados cien tíficamente. El primero sólo podía ser explorado por la teología; en cambio, el segundo debía ser autónomo y, en consecuencia, debía quedar al margen de la inquisición de la Iglesia. Occam indicó además que el hombre no era imagen de Dios, Ser absolutamente libre e incomprensible, con lo que hizo tambalear los fundamentos de la armoniosa cate dral intelectual construida por Santo Tomás de Aquino, quien había destacado el acuerdo existente entre la razón y la revelación, mientras que, en sentido contrario, el franciscano inglés anuló el paso de la una a la otra al situar a Dios en un universo lejano y al esforzarse enampliar las fronteras de un mundo humano autónomo. ¿Quiere esto decir que Occam previó una separación sin fricciones entre estas dos zonas? En realidad, quiso aumentar deliberadamente la importancia de los laicos en la Iglesia, en una época en que todos los actos de la sociedad tenían un significadoreligioso.
El historiador debe esclarecer también otra forma de individualismo que aparece frente al individualismo laico: el que corresponde a la piedad personal. Geert Groot recomendaba a sus hermanos de comunidad esta piedad personal, que impregnó la obra cumbre de la literatura religiosa de la época: la Imitación. La expresión más vehemente de esta forma de vivir la religión dio lugar al misticismo. Los místicos flamencos y alemanes —en especial Ruysbroeck. Dionisio el Cartujo, el Maestro Eckart y Tauler— entraron directamente en contacto con la insondable divinidad al apartarse de los caminos de la teología racional y deductiva, al negarse a seguir viviendo conforme a la imagen religiosa tradicional y al superar los medios sacramentales ordinarios decomunicación con Dios.
Dionisio el Cartujo imaginaba la divinidad «como un desierto inmenso, llano, imposible de cruzar, en el que el corazón verdaderamente piadoso... yerra sin extra viarse y se extravía sin errar, se hunde con deleite y reemprende la marcha sin hundirse». Para el Maestro Eckart el alma no alcanzaba la beatitud completa más que «hundiéndose en la divinidad desértica, en la que no existe ni obra ni imagen, y que se pierda y zozobre en el desierto»: mientras que Tauler, cuyas obras tanto amó Lutero, escribía: «En este abismo se pierde el mismo espíritu, y no es cons ciente ni de Dios ni de sí mismo, ni de las semejanzas ni de las diferencias de las cosasexistentes,yaquesehaabismadoenlaunidaddeDios yhaperdidotoda idea de diferenciación»
La Iglesia desconfió de estos arrebatos, que nos demuestran cómo en un mundo en crisis los canales jerárquicos y litúrgicos que de ordinario conducen hacia Dios parecían insuficientes a muchos hombres. ¿Era acaso el misticismo una forma de escapar de la disciplina eclesiástica? En todo caso, hay que señalar que Lutero fue discípulo de los místicos medievales, y que en la Theolo^ia dcutsch, que leyó en el convento, no se habla ni de los sacramentos, ni de la Virgen, ni de lossantos.
No podemos dejar de referirnos aquí a la experiencia mística de Juana de Arco. A sus diecinueve años prefirió una muerte atroz en la hoguera antes que renegar de sus «voces». Es cierto que al recusar a sus jueces apeló al Papa, pero también lo es que fue enviada ante un tribunal presidido por un obispo, en el que figuraban teólogos de París, y que fue condenada por «herética, cismática, idólatra, invocadora del diablo...». Ahora bien: desde 1456 fue rehabilitada su memoria, con lo que un laico —una sencilla muchacha— llevó razón en materia religiosa fren te a un tribunal de la Iglesia. Ella era la santa. Juana de Arco, por su pureza,rectitudypiedad,por el respeto del que supo rodearse en el ejército, por las sorprendentes victorias militares de su corta pero extraor dinaria carrera y por su inteligencia, es el personaje más hermoso y conmovedor del final de la Edad Media. Pero que tan singular destino haya podido producirse en Francia y en la Iglesia del siglo XV es también señal evidente del resquebrajamiento de las estructuras y de la profunda división de losespíritus.
2 DESPRESTIGIO DEL SACERDOCIO
La sociedad rural de la alta Edad Media había permitido el florecimiento de una cristiandad comunitaria dominada por la jerarquía eclesiástica y las abadías. Por el contrario, el ascenso de la burguesía y de los artesanos, y más en general del elemento laico, la creación de una civilización urbana, la aparición del lujo, la afirmación de un cierto sentimiento nacional, el desorden general de los espíritus en un clima de inseguridad y, en fin, los defectos de la Iglesia engendraron a fines de la Edad Media una especie de anarquismo cristiano. En aquella atmósfera de confusión de jerarquías y de valores, los fieles ya no eran capaces de distinguir con la claridad de antaño entre lo sagrado y lo profano, y entre el sacerdote y el Laico.
Se había llegado a tratar a Dios, en la vida cotidiana, con una fami liaridad contra la que el protestantismo reaccionÓ) enérgicamente. Un refrán decía así: «Dejad hacer a Dios lo que quiera, que es hombre de edad», y Froissart afirmaba: «Dios, que es persona tan encumbrada». Los mismos clérigos se permitían extrañas confianzas: el obispo de Chalón, Jean Germain, comparó a Juan Sin Miedo con el Cordero de Dios. Teólogos y predicadores sentían una curiosidad no muy pertinente sobre la castidad y edad de la Virgen y San José. Agnés Sorel, amante de Carlos SEPTIMO, PRESTÓ) quizá sus facciones a la .Madona de Fouquet que estuvo antaño en Melun. De todas maneras, no podemos menos de considerarla, con Huízinga, como una «mujer de la moda de aquel tiempo, con la frente abombada y depilada, de senos redondos y de cintura alta y delgada» . En los lugares de peregrinación, e incluso en las iglesias, las prostitutas buscaban a sus clientes y las alcahuetas encontraban un ambiente adecuado para sus protegidas. En algunas rifas se ofrecían indulgencias de premio. Un narrador, en las Cien nuevas noticias, hace aparecer un sacerdote que sepulta a su perro en tierra sagrada. En las canciones profanas se mezclaban palabras litúrgicas, y se componían misas con temas de canciones profanas. En las vísperas de fiestas se bailaba en las iglesias. Jean Michel, que narró en 65000 versos el segundo y tercer día de La Pasión de Gréban, no tuvo inconveniente en introducir, para atraer la atención del público, escenas cómicas y realistas, tales como las de los amores de Judas o las de la vida mundana de María Magdalena. El dominio de la fe era asaltado por una oleada de elementos profanos. Por otra parte, esta invasión, de la que no pocos eran perfectamente conscientes, sólo podía producirse en una sociedad saturada de preocupaciones religiosas; pero ¿podía la figura del sacerdote conservar en tal clima su originalidad y el halo de soledad que son sufuerza?
Sixto IV, obrando como cualquier otro príncipe secular, se mezcló en la conspiración de los Pazzi; Inocencio VIII y Alejandro sexto tenían hijos naturales; Julio segundo no se contentaba con declarar la guerra, sino que él mismo, con casco y armadura, la dirigía en el campo de batalla. León decimo era más aficionado al teatro que muchos laicos. Bastantes obispos vivían en las cortes y se dedicaban a la caza. Cuando David de Borgoña, hijo natural de Felipe el Bueno, fue nombrado obispo, se presentó en la catedral con armadura, xcomo un conquistador, como si fuese un príncipe secular» (Chastellair). Los obispos de Estrasburgo habían perdido la costumbre de llevar la mitra y el báculo. .Muchos prelados sólo decían misa en raras ocasiones. Gran número de sacerdotes, en el bajo clero, vivían en concubinato y tenían hijos bastardos, cosa que, por otra parte, no significaba que llevaran una vida disoluta. Vestidos como el resto del pueblo, jugaban a los bolos con sus feligreses, iban a la taberna y tomaban parte en los bailes pueblerinos. Poco antes de la Reforma, el obispo de Basilea. Cristóbal Von Huttenheim,recomendaba a los sacerdotes de su diócesis «que no se rizaran el pelo, que no comer ciaran en las iglesias, que no provocaran escándalo, que no vendieran licores, que no se dedicaran a la compraventa de caballos y que no adquirieran objetosrobados»
Las órdenes mendicantes contribuyeron también a desacreditar al clero secular. En 1516 un fraile jacobino de París hablaba así:
«Los frailes menores y los predicadores... son los verdaderos sacerdotes y los auténticos presbíteros, y son antes que los párrocos, ya que han sido facultados e instituidos por privilegio del Papa, y los párrocos... sólo por el obispo... Aquéllos pueden absolver muchos pecados que no pueden absolver los párrocos»
Se puede leer también, en un Coloquio de Erasmo, el siguiente diálogo entre un sacerdote y unos hermanos predicadores que discuten junto a un moribundo;
«El moribundo me pertenece», dijo uno. «No», contestaron los otros, «es nues tro». «No tenéis derecho a engañarle y oír su confesión». «Vuelve con tus bastardos». «Sois unos sinvergüenzas, y no os permitiré predicar en mi iglesia». «Somos bachilleres en teología y estamos preparando la licenciatura». «Vuestro fundador no sabía quién era Escoto, ni tampoco sabía gramática» Finalmente el moribundo tuvo que aplacarlos y confesarse de nuevo con el cura de suparroquia.
Se sabe también que en Francia y en Alemania sobre todo, el bajo clero vivía a fines del siglo XV en unas condiciones económicas muy pre carias, ya que muchos sacerdotes titulares no residían en sus puestos y eran reemplazados por capellanes que constituían una especie de proletariado eclesiástico, que intentaba salir adelante «vendiendo» los sacramentos, especialmente el bautismo y la confesión. Si la religión había llegado a materializarse hasta tal punto, ¿cómo no iba a resentirse la figura del sacerdote? Se esfumaba su carácter sagrado. La distinción entre sacerdotes y laicos tendía a desaparecer, como lo atestiguan las sublevaciones de Wyclif y Juan Huss.
Wyclif, al no admitir los sacramentos, niega también la Iglesia jerárquica. Los sacerdotes —que deben ser todos iguales— sólo serían los dispensadores de la Palabra, pero es Dios quien obra en nosotros al entregarnos su doctrina en la Biblia. Pocos años después Juan Huss predica que un sacerdote en pecado mortal no es un verdadero sacerdote, afirmación que es extensible a los obispos y alPapa:
Los sacerdotes que viven bajo cualquier forma de vicio mancillan el poder sacer dotal, y como hijos infieles juzgan erróneamente acerca de los siete sacramentos de la Iglesia, de las llaves, de los oficios, de las censuras, de las costumbres, de las ceremonias, de las cosas sagradas de la Iglesia, del culto de las reliquias, de las indul gencias, de lasórdenes...
Nadie es representante de Cristo o de Pedro si no imita también sus cos tumbres...».
Juan Huss se sublevó también contra el sistema eclesiástico y pidió para los fieles la comunión bajo las dos especies, que hasta entonces estaba reservada a los sacerdotes. El reformador checo murió en la hoguera y se emprendieron «cruzadas» contra los husitas. Sin embargo, el concilio de Basilea concedió la comunión bajo las dos especies a los «utraquistas». Fue ésta una victoria limitada, pero auténtica, del sacerdocio universal.
Los esfuerzos que la iglesia romana tuvo que efectuarmás tarde —fines del siglo XVI y totalidad del siglo XVII— para revalorizar la función sacerdotal son una prueba suplementaria del descrédito en que estuvo sumida durante el Renacimiento. La creación de los seminarios, la de los Oratorios de Felipe Neri en Italia y el Oratorio de Bérulle en Francia, los diez años de noviciado impuesto a los futuros jesuítas, las conferencias organizadas en San Lázaro por San Vicente de Paúl para los ordenandos, la austera y noble disciplina de San Sulpicio, fueron me dios con los que se consiguió que primero los propios sacerdotes, y luego las masas, que seguían siendo católicas, comprendieran la eminente digni dad delsacerdocio.
3 Los Laicos en ayuda de la iglesia
El que la sociedad laica haya chocado frecuentemente con la sociedad eclesiástica, en los últimos siglos de la Edad Media, no invalida nada de lo que se ha dicho sobre la creciente confusión entre lo sagrado y lo profano y la mutua influencia entre ambos dominios, religioso ycivil.
La civilización de la época era, repitámoslo, demasiado profundamente religiosa para que la Iglesia y el Estado pudieran delimitar amistosa mente sus respectivos dominios. O bien la Iglesia tendía a someter a su ley al poder secular, como ocurrió en tiempos de Inocencio tercero. o bien los soberanos trataban de imponer su propia dominación a la Iglesia. La derrota de Bonifacio VIII frente a Felipe el Hermoso, la larga perma nencia de la sede apostólica en Aviñón bajo el dominio efectivo de los reyes de Francia, la resistencia de Luis IV de Baviera, excomulgado por Juan XXII. y finalmente el Cisma de Occidente, disminuyeron el prestigio sagrado del vicario de Cristo. Dante, Marsilio de Padua y Guillermo de Occam exaltaron las funciones del emperador como legislador humano y supremo regulador de la sociedad cristiana, que sólo podía ser respon sable ante Dios. Por su parte. Juan Hussafirmó:
«La dignidad papal procede del emperador y la primacía e institución del papado, del poder imperial»:
El concilio de Constanza declaró herética esta proposición. Sin embargo, cuando la cristiandad estaba dividida entre tres papas, fue el futuro emperador, el rey de romanos Segismundo, quien con su insistencia logró la reunión de este concilio que puso fin al cisma. Segismundo apareció entonces como unsalvador.
De esta manera, la intromisión del Estado en la Iglesia era cada vez más evidente. Durante el cisma, los diversos cleros nacionales siguieron, en general, a su gobierno en su obediencia a tal o cual papa. La Inquisición española era un intrumento en manos de los monarcas, y el Concor dato de 1516 concedió a Francisco primero una gran autoridad sobre la Iglesia de Francia. Los cristianos fueron habituándose a ver guías espirituales en sus jefes laicos. ¿Qué de particular tiene que los ingleses adoptaran dócilmente las reformas religiosas decididas por un monarca —Enrique octavo— a quien el mismo Papa pocos años antes había concedido el título de Defensor Fidei? El principio Cujas regio, hujus religio, adop tado oficialmente en Alemania en 1555, había penetrado en las costum bres y en la mentalidad de las masas hacía mucho tiempo. Ante el debi litamiento de la Iglesia, y en una época en que los papas se comportaban con frecuencia como príncipes, las autoridades laicas fueron tomando conciencia cada vez más clara de sus responsabilidades religiosas. Los reyes de Suecia y Dinamarca, los príncipes alemanes, los consejeros municipales de las ciudades del Imperio y de Suiza, que impusieron la Reforma a sus súbditos, lo hicieron muchas veces movidos por un sincero sentimiento cristiano y no por sórdidas ambiciones políticas o financieras.
En todas partes, a fines de la Edad Media puede comprobarse esta intrusión creciente del elemento laico en los dominios tradicionalmente reservados a laIglesia.
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Antes incluso del Concordato de 1516: «El consejo del rey (de Francia) decide acerca de todo: crea, une o separa los cargos eclesiásticos, se pronuncia sobre las fundaciones y los legados, arbitra las competencias en las elecciones; el rey da fuerza ejecutiva a los cánones, los quebranta, ordena la proclamación de los con cilios. Conseguida una conquista judicial paralela a esta conquista administrativa, el Parlamento ha llegado a ser «competencia en último extremo», incluso en materia eclesiástica: juzga sobre los cargos clericales, sobre las obras en los templos, sobre las votaciones de los capítulos, sobre los estatutos de los sínodos; condena a los obispos a pagar multas, retira las censuras puestas por ellos, supervisa indulgencias y confesores, autentifica las reliquias e interviene en la redacción de los breviarios. Es un «cuerpo místico» cuyos oficiales no pueden ser alcanzados por la excomunión. Es cierto que está compuesto de eclesiásticos y laicos, pero el número de los primeros va decreciendo y por otra parte su lealtad no tiene nada que envidiar a la de los miembros laicos».
En muchas ocasiones, durante los años 1498-1499, el Parlamento de Toulouse intervino para obligar a los obispos del Languedoc a que entregaran al menos un tercio de sus ingresos a su diócesis. En 1510 un abogado del rey actuó en el mismo sentido contra el arzobispo de Bourges. En el siglo que precedió a la Reforma múltiples cofradías, por no hablar de las órdenes terceras, construyeron hospicios y hospitales, como por ejemplo el Ospedale de San Rocco en Florencia. Esto probaba que ni las órdenes religiosas ni los cabildos se preocupaban del cuidado de los enfermos con el celo de los tiempos anteriores. Los laicos venían a sustituirlos. Es sintomático que el célebre hospicio de Beaune fuera edificado a expensas de un hombre que no era de la Iglesia, el canciller Rolin. En 1449, Domingo de Cataluña convenció, no a los religiosos, sino a los habitantes de Pavía, para que construyeran un hospital. De hecho, en muchas ocasiones la administración de los hospitales por los religiosos levantaba tales protestas que las autoridades civiles se veían obligadas a encargarse de la dirección de estos establecimientos. En 1505 fue secu larizado el Hótel-Dieu de París. En los años siguientes se tomaron muchas decisiones análogas. Las anteriores consideraciones permiten sin duda comprender mejor cómo y en qué medida los «defectos» de la Iglesia han podido ser una de las causas de la Reforma. Los malos monjes, a los que no se respetaba, las riquezas de la Iglesia que podían parecer excesivas y parcialmente inútiles, los obispos y los curas que no residían en sus lugares de apostolado pero que acumulaban los cargos eclesiásticos, los papas que se comportaban como príncipes seculares y que por ello tenían cada vez menos influencia —espiritualmente hablando— sobre los soberanos, el dinero de los cristianos, utilizado por Roma con fines puramente terrenales, las excomuniones lanzadas a veces sin otro motivo que proteger intereses materiales muy concretos, contribuyeron a desprestigiar al sacerdote y a arrojar sobre él no sólo el descrédito, sino también la duda, lo que es mucho más grave. Puesto que seadvertíaque«loslaicoseranmejoresquelosreligiosos». —es el orador del clero quien afirmaba esto en los Estados Generales de Tours de 1484—, ¿no resultaba fácil llegar a la conclusión de que un laico de vida santa es un sacerdote más verdadero que un maleclesiástico?
En noviembre de 1431, durante el concilio de Basilea, los husitas fijaron en la puerta de una iglesia de aquella ciudad un manifiesto en que se leía: «¿Por qué va a hacer Dios más caso de las oraciones de los clérigos y su rostro congestionado, por sus suntuosas vestimentas, o por su avaricia y sulujuria?».
Un siglo antes, Guillermo de Occam había compuesto la relación de los derechos espirituales que reivindicaba para los laicos. En general, a finales de la Edad Media podía preguntarse si la Iglesia, que había tenido dos o tres papas al mismo tiempo durante el Cisma de Occidente y que había quemado personajes tan santos como Juan Huss, Juana de Arco y Savonarola, seguía manteniendo la Verdad. ¿Debían pasar necesariamente por esta institución pletórica y cansada el diálogo entre Dios y el hombre y la salvación de las almas? Estas preguntas estallaron en la época de la Reforma, pero el progreso del elemento laico en la socie dad, el florecimiento del individualismo bajo las más variadas formas, la lenta y progresiva degradación del sacerdocio, y el consiguiente desprestigio de los sacramentos habían estado madurándolas durante mucho tiempo. No fue en 1517, fecha en que afirmó sus tesis contra las indul gencias, sino en junio de 1519, con ocasión de la controversia de Leipzig, cuando Lutero rompió con el catolicismo. Fue entonces cuando, acosado a preguntas, se negó a aprobar las condenas del concilio de Constanza contra Juan Huss. Un cristiano aislado —fuera sacerdote o no— podía llevar razón frente a un concilio, si Dios le iluminaba. Pocos meses después descubrió en la Epístola Primera de San Pedro la justificación de su actitud : la doctrina del sacerdociouniversal.
C. La Biblia. Humanismo y Reforma
1. La aparición del libro
En aquellos tiempos de confusión tenían más necesidad que nunca de apoyarse en una autoridad infalible. Pero, ¿dónde encontrar esta infalibilidad cuando se duda del sacerdote? Únicamente en Dios, en Dios desembarazado de los hombres. ¿Acaso no hablaba directamente con ciertas almas místicas privilegiadas? ¿No había confiado su mensaje a los evangelistas? La Biblia se convertía así en el último recurso, pero también en la roca que no cedía ante las tempestades humanas. Resultan comprensibles ahora las palabras de Lefevre d’Étaples: «No se debe afirmar de Dios nada más que lo que hemos aprendido de El por las Escrituras». Se aducirá que las masas no leían, pero la clase selecta que dirigía la sociedad sabía leer y se apasionaba cada vez más per la palabraescrita.
Petrarca y Nicolás de Cusa buscaron y descubrieron manuscritos de obras antiguas. Bessarion dio a conocer Platón a Occidente. Esta pasión por la palabra escrita, que es la fuente del humanismo, fue reforzada y difundida gracias al descubrimiento de la imprenta. Desde un punto de vista religioso, la aparición del libro impreso produjo una verdadera revolución con relación a las necesidades espirituales de laépoca.
Adolfo Occo, médico del arzobispo de Augsburgo, escribió en 1487: «La imprenta ha iluminado este siglo gracias a la misericordia del Todopoderoso. Este descubrimiento permite a la Iglesia ir al encuentro de su esposo adornada más rica mente».
Se estima que un 75 por ciento de la producción tipográfica de 1455 a 1520 correspondió a obras religiosas. La Imitación, las Biblias de los pobres, el Espejo de la humana salvación, el Ars moriendi, la Vita Christi de Rodolfo el Cartujo, y gran cantidad de obras piadosas, cono cidas ya en manuscritos, alcanzaron repentinamente una extraordinaria difusión. La Imitación fue impresa, antes de 1500, en diversas lenguas, sesenta veces. Gracias a la imprenta, la Biblia se extendió más amplia mente, antes de la revolución luterana, en el público letrado. Entre 1475 y 1517 se han catalogado al menos dieciséis ediciones de la Vulgata en París. En España, la célebre Biblia políglota de Alcalá (textos latino, griego y hebreo) apareció en 1514. Erasmo publicaba dos años después su Novum Testamentum. En general, desde la invención de la imprenta hasta 1520, no se conocen menos de 156 ediciones latinas completas de los libros sagrados» . Para los que sabían leer, pero ignoraban el latín, las Escrituras traducidas a lenguas vulgares fueron más accesibles que antes. Entre 1466 y 1520 aparecieron 22 versiones alemanas de la Biblia- La primera traducción italiana se realizó en 1471 y la primera holandesa en 1477. En París, el mismo rey de Francia pidió -—significativa iniciativa por parte de un laico — a su confesor Rély que imprimiera la primera Biblia francesa completa, que apareció en 1487. En España se imprimió la primera traducción castellana en Zaragoza en 1485, y una segunda, más exacta, debida a Montesinos, fue publicada en Toledo en 1512. Esta última edición fue reeditada varias veces en España y Portugal, hasta la prohibición de 1559 . En materia de piedad, el libro favorecía el indi vidualismo. La obra impresa hacía menos necesario al sacerdote y per mitía una meditación personal. Cuando ese libro era la Biblia, todo el mundo podía entender a Dios, hablarle y exponerse a interpretar a su manera el mensaje divino. Ya antes de Lutero la difusión de los libros religiosos estaba en vías de trastornar las creencias, de lo que es testimonio Séb, Brant, en su Nave de los locos 1494:
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«Toda Alemania rebosa de Biblias, de doctrinas sobre la salvación, de ediciones de los Santos Padres y de libros semejantes. Se han llegado a cometer grandes abusos en nuestro país. Se da vueltas y más vueltas a la Biblia, se le hace decir todo lo que se quiere, y se pone así en peligro la fe y la Biblia, que es el fundamento de la fe... Las olas asaltan por los cuatro costados la barca de Pedro. Hay que esperar muchos diluvios y catástrofes, ya que desde ahora no podrá saberse dónde está la verdad. La Sagrada Escritura está, por decirlo así, vuelta del revés y explicada al contrario de como lo hubiera hecho la voz de la divina verdad. El Anticristo está también en la gran nave. Ha enviado a su mensajero para que difunda la mentira por todo el país. Una fe truncada, una doctrina plagada de errores penetra cada día más en losespíritus».
Los reformadores no han «dado», pues, a los cristianos los libros sagrados traducidos en lengua vulgar que la Iglesia les habría negado anteriormente. Se ha producido exactamente lo contrario. Las traduccio nes de la Biblia empezaban a divulgarse y mitigaban la sed que los fieles sentían por las Escrituras. Así, la necesidad era muy superior a la oferta. Cada edición variaba entre los 250 y los 1600 ejemplares, y en 1520 había unos 6600 ejemplares de la Biblia alemana en circulación y 13500 en otras lenguas, además de 120000 salterios y 100000 libros del Nuevo Testamento . Era todavía muy poco. Por esto se explica el triunfo de la Biblia de Lutero, voluntariamente redactada en un alemán accesible atodos.
2. La solución humanista a los males de la iglesia
El mensaje divino puede ser deformado por las palabras en que se expresa, si éstas son inadecuadas. El humanismo quiso purificar el lenguaje en que se transmite la Palabra eterna, liberar a la Escritura de escorias y presentarla bajo una luz nueva. Con ello contribuyó a la Reforma, poniendo en duda la autoridad de la Vulgata y colocando a las ciencias filológicas por encima de todo magisterio. Introdujo el método crítico en las cienciasreligiosas.
Es sintomático que Lorenzo Valla 1405-1457, que demostró la falsedad de la donación de Constantino, haya puesto también de relieve en las Annotationes in Novun Testamentum, publicadas tan sólo por Erasmo en 1505, las inexactitudes y los contrasentidos de la traducción de San Jerónimo. La nueva pasión por el griego y el hebreo dio como resultado el alejar a los eruditos de la traducción latina que se había aceptado hasta entonces. Pico de la Mirándola llegó a pensar que la Biblia que conocían los cristianos de su tiempo era incompleta y que la Iglesia ha venido ignorando parte de la revelación divina. Se refería a la tradición oral judía o Cábala, que está recogida por escrito en los Libros de Esdras. Los humanistas en conjunto, e incluso Reuchlin, alumno de Pico y «Príncipe de los hebraizantes de su tiempo», no llegaron tan lejos como el joven sabio italiano. En cambio, Lefébre d’Étaples, en el Quincuplex Psallerium, y Erasmo, en el Novum Testamentum, no dudaron en corregir o ignorar la Vulgata.
«El Novum Testamentum de 1516 —escribe Bataillon—, prescinde de la Vulgata. Su razón de ser es la reconstrucción del texto griego. Éste, no obstante, está esta blecido con mediocre cuidado, ya que Erasmo. que sólo posee un manuscrito mutilado del Apocalipsis, no duda en traducir al griego, según la Vulgata, los versículos que le faltan. Al texto se le añade una nueva traducción latina, que no pretende sustituir a la Vulgata, pero que es profundamente revolucionaria, quiérase o no, ya que tiende a hacer vivir las palabras divinas con una vida nueva, como si hubiesen estado demasiado tiempo prisioneras de una traducción venerable, consagrada por el uso secular en liturgia yteología».
Siguiendo en esto el ejemplo y los métodos de Erasmo y de Reuchlin, Lutero profundizó sus conocimientos de griego y hebreo para traducir la Biblia alalemán.
El humanismo, en conjunto, ha sido mucho más religioso de lo que se ha sostenido durante mucho tiempo. Cierto es que se produjeron las extravagancias de la «Academia romana» y las genuflexiones de Pomponio Leto ante un altar dedicado a Rómulo. Ha habido cosas más graves, como la obra materialista de Pomponazzi. De Immortalitate animi 1516, y, sobre todo, el gran libro anticristiano de aquellos agitados tiempos, El príncipe, de Maquiavelo 1516. En conjunto, sin embargo, los humanistas fueron religiosos, peroindependientes.
Redescubrieron la Antigüedad y enlazaron con el verdadero Aris tóteles, fueron lectores de Platón y Plotino, y encontraron un gusto especial en sumergirse en los escritos esotéricos atribuidos a Hermes Trimegisto. Evolucionaron hacia una concepción optimista del hombre, que fue común a Nicolás de Cúsa, a Marsilio Ficino, a Pico de la Mirándola, a Tomás Moro, a Erasmo y a Rabelais. Descubrieron en el alma humana una aspiración natural hacia Dios y hallaron en cada religión una manifestación al menos parcialmente válida de este impulso hacia lo divino. El Congreso de todos los sabios de la Tierra, preconizado por Nicolás de Cúsa en su De pace fidei, la Teología platónica de Marsilio Ficino, el intento de conciliación efectuado por Pico de la Mirándola entre las enseñanzas de la Iglesia y las doctrinas que, según, él, habían precedido al cristianismo, incluida la Cábala, el célebre Discurso del mismo autor sobre la dignidad del hombre, el deísmo ampliamente tolerante de los habitantes de la Utopía son otras tantas pruebas de los sentimientos optimistas de loshumanistas.
Erasmo decía: «Hay una razón en todo hombre, y en toda razón una tendencia hacia el bien». Y añadía: «El perro nace para cazar, el pájaro para volar, el caballo para correr, el buey para labrar; así el hombre nace para amar la prudencia y las buenas obras». La naturaleza del hombre es «una inclinación, una propensión pro fundamente instintiva hacia el bien».
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Sin embargo. Lefévre d'Étaples, comentando a San Pablo, aconsejó en cierta ocasión: «Olvidemos el mérito de nuestras obras, que es insignificante o nulo, y celebremos la gracia de Dios, que lo es todo». Pero Lefévre, en quien se ha visto a veces un predecesor de Lutero, no daba a esta afirmación un valor absoluto. Rechazaba la predestinación y se esforzaba en conciliar la gracia y el libre albedrío.
Los humanistas no niegan el pecado original, pero en general no insisten sobre él. No iban hacia Dios por el camino de la desesperación, como Lutero. Concedían demasiado crédito al hombre para aceptar, cuando llegó la hora de la elección, la doctrina protestante de la predes tinación. Además, pregoneros de una doctrina de paz, desaprobaban la violencia y el cisma. Se comprende entonces por qué los representantes más notables de la filosofía del Renacimiento, John Fisher, Tomás Moro, Erasmo, Dudé, Rabelais e incluso Lefévre d’Étaples se negaran a pasarse al campo de la Reforma. Melanchton y Zuinglio fueron más bien excepciones. Se comprende también por qué algunos otros humanistas, como Franck, Servet, Castellion y Fausto Sozzini se encontraron a disgusto dentro de las ortodoxias protestantes y evolucionaron hacia posiciones cada vez más disidentes. Se erigieron en campeones del libre albedrío, del antidogmatismo y de la tolerancia. El luteranismo y el calvinismo fueron, en su fondo doctrinal, unantihumanismo.
¿quiere decir esto que el humanismo únicamente podía ser integrado por la teología católica de su tiempo? Hay que hacer aquí ciertas distinciones. L. Febvre ha escrito que no hubo un Renacimiento, sino Renaci mientos. Habría que decir lo mismo del humanismo: el plural es más adecuado que el singular. Fisher y Moro fueron martirizados porque permanecieron fieles a la Iglesia romana. Sadolet fue nombrado cardenal. Pero Erasmo se negó a serlo y murió sin el auxilio de los sacramentos. Lefévre d’Étaples no se adhirió a la Reforma y murió en 1536 refugiado en Nérac, donde no se hacía profesión de ortodoxia. Dieciesiete años antes, el gran humanista inglés John Colet había olvidado en su testamento las oraciones habituales a la Virgen y a los santos, y no había dejado dinero para sus misas. Los humanistas, al redescubrir la Escritura y limpiarla, como un cuadro, de las impurezas que la deformaban, aspiraban a una religión sencilla, vívida, evangélica, con pocos dogmas, en la que la humanidad habría buscado y encontrado la paz del corazón en la imitación de Jesús. Las ceremonias supersticiosas o farisaicas deberían ser sustituidas por un culto próximo al de la Iglesiaprimitiva.
En esta religión esencialmente práctica se habría insistido, en principio, en la caridad. Comentando las palabras de Cristo en el Evangelio de San Mateo (XI,30):
«Mi yugo es dulce», Erasmo escribía: «Verdaderamente el yugo de Cristo sería agradable si las pequeñas instituciones humanas no añadieran nada al que él mismo nos ha impuesto. No nos ha pedido más que amor, e incluso las cosas más amargas son convertidas por la caridad en dulces y soportables».
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Pero, a fuerza de purificar e interiorizar la religión, ¿no corrían- ciertos humanistas, especialmente Erasmo, el riesgo de desencarnarla ?' Mejor dicho: esta «filosofía de Cristo» de la que ya hablaba Petrárca y a la que Erasmo y Rabelais se adhirieron, ¿seguía siendo unareligión?
¿Debía mantenerse una liturgia? ¿No se veían comprometidas con esto las creencias fundamentales delcristianismo?
En el coloquio El náufrago, Erasmo pone en boca de uno de los interlocutores la siguiente broma de singular audacia: «Antes era Venus quien protegía a los marineros. Decíase que había nacido de la mar. Ahora han cesado sus funciones. En lugar de esta madre que no era virgen, han puesto una Virgen que eramadre».
En realidad, para Erasmo, había un importante aspecto mitológico en el cristianismo. ¿Creía en la divinidad de Cristo y en la presencia real en la Eucaristía? Anunciaba ya la crisis de la Encarnación que señaló el siglo xviii. La religión de Jesús, según expresa en una de sus cartas, «no era otra cosa que una verdadera y perfecta amistad».
Así, el humanismo preparó la Reforma en dos sentidos: contribuyó a este retorno a la Biblia, que era una aspiración de la época, e insistió en la religión interior desvalorizando la jerarquía, el culto de los santos y las ceremonias. Pero su concepción del hombre coincidía más con el catolicismo —al menos con el del siglo xx, que repudió al jansenismo— que con el pesimismo luterano y calvinista. «Demonial Calvino, impostor de Ginebra, engendro de Antifisia», exclamó Rabelais. Sin embargo, en su filosofía más profunda, el humanismo era adogmático y llevaba a una denegación de la teología: contra esto reaccionaron los ortodoxos protestantes y la Reforma católica. El deísmo del siglo de las luces tiene sus raíces en Castellion, Servet y lossocinianos.
Erasmo y sus amigos aportaron una solución insuficiente a las angustias de su tiempo. Tal vez el moralismo que preconizaban pudiera con venir a algunas almas selectas y apaciguar a eruditos, pero no bastaba a las masas, que tenían una aguda conciencia del pecado y que, sin embargo, se veían incapaces de redimirse. La solución humanista suponía una gran fuerza interior en cada uno de los fieles, esta «generosidad» casi estoica que Descartes alabará en el siglo siguiente. Pero si los hom bres del Renacimiento eran capaces, en el terreno de la acción, de los mayores heroísmos, nada les era más extraño que la paciente conquista de sí mismos. Era necesario, pues, que la teología viniera en su ayuda, ya mediante los sacramentos de la Iglesia romana, o con la justificación por la fe de la Reforma luterana. Melanchton fue a este respecto un testigo de admirable lucidez cuandoescribió:
«Pedimos dos cosas a la teología: consuelo contra la muerte y contra el Juicio final. Lutero nos las da. La enseñanza moral y civil es cosa deErasmo».
En la Biblia, muchos humanistas buscaban y descubrían ante todo unamoral,perolosacongojadoscristianos de comienzos del siglo xvi tenían sobretodo necesidad de una fe. pero la duda se había introducido en las mentes, y esta duda afectaba a la teología católica y la misión del sacerdote. ¿Debía uno aferrarse a los sacramentos o al rosario, a la misa o a los viacrucis, a Dios o a los santos? ¿Dónde estaba el sacerdote y dónde el laico? ¿A quién había que creer: al Papa de Roma o al de Aviñón? ¿A Juana de Arco o a los inquisidores? ¿A Juan Huss o al Concilio? ¿Al piadoso Savonaróla o al simoníaco Alejandro sexto? En el Concilio de Trento los obispos italianos, al menos los que procedían del clero secular, se sorprendieron al comprobar que no sabían qué pensar sobre la justificación por la fe.
Se comprende ahora la insuficiencia de las mejoras parciales que se produjeron en la Iglesia durante el siglo que precedió a la rebelión de Lutero. Es interminable la lista de los esfuerzos emprendidos en este sentido. La labor desarrollada por Nicolás de Cúsa en Alemania, y más todavíalaqueemprendióCisneros(1436-1517)enEspaña, el retorno a una regla más estricta de los agustinos de Alemania y de los dominicos de la Congregación de Holanda, la benefactora acción de los Her manos de la vida común, la creación de los Montes de Piedad, la fundación del Oratorio del amor divino en Génova y luego en Roma, las predicaciones de Vicente Ferrer, la legendaria santidad de Francisco de Paula: todo esto es anterior a Lutero, y Roma ha canonizado a noventa personas que vivieron entre 1400 y 1520. Durante este período hubo, pues, reformas, pero no una Reforma, porque el impulso no venía del centro. Únicamente la conmoción del cisma protestante obligó a Roma a reconciderar su teología, a clarificar su doctrina y a revalorizar el sacerdote y los sacramentos. Lutero, Calvino y todos los reformadores estaban convencidos de la irremediable decadencia de la Iglesia romana, en lo que se equivocaron por completo. El resurgimiento de ésta constituyó una sorpresa extraordinaria. En cualquier caso, las dos Reformas con trarias correspondieron a un mismo despertar de la concienciacristiana.
CApítULo II
De Lutero a Melanchton
A. Triunfo deLutero
1. el hermano Martín
Lutero —1483 (?)- 1546— fue conducido por su propia desesperación al «descubrimiento de la misericordia».
Nació en Eisleben y era el hijo mayor de un campesino que se había convertido en «minero»; es decir, en pequeño propietario de minas, ascendido socialmente gracias a su trabajo. Lutero recibió una educación severa, como era costumbre en su época. Alumno aplicado, fue enviado por su padre a la escuela catedralicia de Magdeburgo, dirigida por los Hermanos de la vida común, a la escuela de Eisenach y finalmente a la Universidad de Erfurt, donde recibió el título de bachiller en 1502 y de doctor en filosofía en 1505. Iba a empezar sus estudios de derecho, cuando el 2 de julio de 1505, al regresar solo de Mansfeld a Erfurt, fue sorprendido por una fuerte tormenta, e hizo este voto: «Santa Ana, si me ayudas, me haré monje». Efectivamente, el 17 de julio invitó a sus amigos a una comida de despedida y les anunció que entraba en las Ermitas de San Agustín de Erfurt. Su padre desaprobó esta decisión, pero acabó por dar de mala gana suconsentimiento.
Lutero hubiera podido conseguir fácilmente la invalidación de una promesa arrancada por el miedo. Pero perseveró en su proyecto, sin duda porque «había tomado súbitamente conciencia (en el camino de Erfurt) de lo que ocurría en lo más recóndito de su alma». El rayo que casi le fulminó le pareció «una llamada solemne de Dios». Temió morir sin preparación suficiente. El problema de la salvación se convirtió en su gran angustia. Como ha escrito Lucien Febvre, «lo que importa a Lutero, de 1505 a 1515, no es la reforma de la Iglesia, sino Lutero, el alma de Lutero, la salvación de Lutero. Únicamente esto». El día de su primera misa, el 2 de mayo de 1507, transcurrió bajo el signo de la inquietud. En el momento de alzar la hostia y el cáliz le entró miedo, al encontrarse solo e indigno ante el Todopoderoso. Sin embargo, durante la comida, el joven monje habló a su padre del «carácter divino de su vocación y de la voluntad celestial manifestada durante la tormenta». Su padre le respondió: «Dios quiera que no sea una llamada del diablo», frase que el hermano Martín no olvidó jamás. En el 1521 dedicó a su padre su tratado De votis monasticis.
Lutero fue en el convento un monje escrupuloso. Mucho más tarde declaró, tal vez exagerando un poco:
«Puedo afirmar que he sido un monje piadoso. He observado la regla tan severamente que puedo decir: si un monje ha alcanzado el cielo por su conducta dentro de la comunidad, yo también lo habría alcanzado. Todos mis compañeros de claustro que me conocieron pueden atestiguarlo. De haberse prolongado esta situación, me habría matado a fuerza de vigilias, plegarias, lecturas y otros trabajos». ¿Por qué sometía su cuerpo a tales ayunos y privaciones? Porque trataba de conseguir la certeza de que con estas «obras» obtendría el perdón de sus pecados.
Al esforzarse en seguir rigurosamente la regla, Lutero y los religiosos de Erfurt recelaron de los proyectos dei vicario general de la Orden para Alemania, Staupitz, que quería reunir en los mismos conventos a observantes y conventuales. En Erfurt se temía un debilitamiento de la atmósfera religiosa de la comunidad. Lutero apreciaba profundamente a Staupitz. Sin embargo, aceptó el ser delegado por sus herma nos para defender en Roma la causa de la no reunión de las dos fracciones de la Orden. Permaneció cuatro semanas en la ciudad eterna (fines de 1510 a princi pio de 1511), no vio al Papa y fracasó en su misión. Es difícil hacerse una idea exacta de sus sentimientos en el momento de este viaje. Sus confidencias a este res pecto son posteriores a 1530. fecha en que estaban ya cortados todos los lazos con Roma. Se sabe que hizo una confesión general y que ganó muchas indulgencias. Admiró la organización del hospital del Santo Spirito.
Este viaje no parece haber sido decisivo en la evolución interior del monje sajón. Sin embargo, abandonó su hostilidad hacia los conventuales, y Staupitz, en el verano de 1511, le envió a Wittemberg, convento más favorable a los proyectos del vicario general. En 1512, el hermano Martín fue nombrado doctor en teología: pronto acumuló las funciones de predicador conventual, predicador parroquial, profesor de la universidad y superior de la comunidad. En 1513 inició en la universidad los cursos sobre el Psulterio, que duraron hasta 1515. De 1515 a 1516 comentó la Epístola a los Romanos, y, a partir de octubre de 1516, la Epístola a los Galatas: de Pascua de 1517 a Pascua de 1518, la Epístola a los Hebreos.
Al ingresar en el convento, el hermano Martín recibió una Biblia. Por otra parte, meditó sobre San Agustín y Pedro Lombardo y levó las obras de los místicos alemanes del siglo XV. la del dominico Tauler y la Theologia deutsch, de autor desconocido. Lutero será un místico toda su vida y guardará este mensaje de que el hombre debe abrir su corazón a la acción de Dios y sufrirla casi pasivamente. Pero, hacia 1512-1515, tratando de buscar su salvación, Lutero se burlaba del occa- mismo que se enseñaba en la época. Había leído los libros de Gabriel Biel, célebre occamista del siglo XV. El occamismo, al separar radical mente dos terrenos —el de la naturaleza abierta a la observación y a la acción del hombre y el de Dios, que sólo puede conocerse por la revelación—, llegaba a conclusiones contradictorias. En el primer terreno, la voluntad humana tiene un vasto campo. «Puede, por sus potencias naturales, conformarse en todo a la recta razón» (P, d’Aily). «El hombre puede evitar sin la gracia todos los pecados mortales»(G, Biel), y por ello tener derecho al «adorno» de la gracia santificante y a la remisión de los pecados. Pero Dios es insondable —éste es el segundo aspecto de la teología occamista—. ¿Quién puede adivinar lo que piensa el Todo poderoso y cómo juzga? ¿Cómo saber, pues, si los actos que creemos dignos de alabanza lo son también a los ojos de Dios? Lutero se debatía en estas contradicciones. Sobre todo se sentía, a pesar de sus esfuerzos y buenas obras, indigno de recibir el «adorno» de la gracia. Cuando haya descubierto su doctrina, abandonará totalmente el voluntarismo de Biel, pero conservará la idea de la trascendencia absoluta de Dios, de un Dios al que las buenas obras no podrían obligar, pero que murió para salvar nos. Fue Staupitz quien, parece ser, indicó a Lutero en qué dirección encontraría la paz del alma: no debe buscarse el amor en las mortificaciones, sino amar primero; y el arrepentimiento vendránaturalmente.
«El verdadero arrepentimiento empieza por el amor de la justicia y de Dios».
2. El descubrimiento de la misericordia
En su comentario del salmo Centésimo décimo octavo, Lutero, que cada vez se mostraba más opuesto a los observantes, estaba ya definiendo su propia doctrina:
«Ahora tenemos que combatir a los hipócritas y a los falsos hermanos..., que se vanaglorian de su santidad por sus observancias... Los pecados nos son redimidos, no por nuestras obras, sino por la sola misericordia de Dios, que no nos los imputa»
En todo caso, cuando comentó la Epístola a los Romanos (1515-1516), Lutero había ya descubierto el tema central de su teología. Al identificar pecado y tentación» según la tradición escolástica de Pedro Lombardo, se convenció de que el hombre permanece pecador e indigno toda su vida y es, pues, totalmente incapaz de merecer la eterna felicidad. El pecado original ha sido demasiado profundo, demasiado grave. Pero Dios se niega a considerar las faltas del pecador; no se las imputa. Dios es misericordia. San Pablo escribía a los romanos (III, 28, y IV,6-8):
«El hombre está justificado por la fe, independientemente de las obras de la ley... David también celebra la felicidad de aquel a quien Dios confiere la justicia independientemente de las obras. Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien Dios no imputó pecado.»
y explica el hermano Martín:
«No se trata aquí solamente de los pecados cometidos con obras, palabras o pensamientos, sino también de la inclinación al mal... Es un error creer que este mal pueda ser curado con las obras, puesto que la experiencia demuestra que, a pesar de todas las buenas obras, esta apetencia del mal subsiste y nadie está exento de ella, incluso un niño de un día. Pero es tal la misericordia divina que, aunque el mal subsiste, no es tenido como pecado por los que invocan a Dios y le piden con lágrimas su liberación... De esta forma somos pecadores a nuestros ojos y, a pesar de esto somos justos ante Dios por la fe».
Así encontró Lutero la solución de su drama interior, y la doctrina de la justificación por la fe se convirtió en la piedra angular del protestantismo oficial.La Iglesia romana, por el contrario, llegó a una distinción. tal vez más clara en el pasado, entre pecado y tentación. Hizo suyas las palabras de San Pablo de que Dios concede al hombre una gracia superior a las tentaciones. En sentido contrario, Lutero minimizó desde entonces los pecados actuales y también los esfuerzos para vencer la inclinación al mal; insistió en el pecado original y en la innata tendencia del hombre hacia el pecado. Sin la bondad de Dios, que perdona gratuitamente y que no atribuye al pecador esta radical perversión, el hombre estaría irremediablemente condenado. Para Lutero, no tardarían en perder su importancia los sacramentos que distribuyen las gracias actuales. Para él contará sobre todo la iluminación interior, que nos asegura la no imputación de nuestra miseria moral. El diálogo interior entre Dios y el creyente tiene más valor que la liturgia y los sacramentos, que los intermediarios entre el Salvador y el salvado.
Sólo la fe otorga la salvación, y no las buenas obras, especialmente las «falsas buenas obras» adquiridas con dinero. Quien se crea salvado porque ha comprado indulgencias se adormece en una falsa seguridad. La intervención de Lutero en 1517 se explica, pues, por su posición doctrinal. En Wittenberg desaprobó la acumulación en la iglesia del castillo de Federico el Prudente, de 17413 reliquias, cuya veneración permitía obtener 128000 años de indulgencias; también desaprobó el privilegio otorgado a esta misma iglesia de distribuir las indulgencias de la porciúncula (a pena y a culpa) en cada festividad de Todos los Santos. Mientras Tetzel y los demás predicadores de indulgencias con cedidas por el Papa a los que contribuyeran con sus limosnas a la reconstrucción de San Pedro, predicaban en las cercanías de los territorios del Elector, Lutero eligió la fecha de Todos los Santos para lanzar su grito de alarma. Fueron las 95tesis:
Que desaparezcan pues, todos estos profetas que dicen al pueblo de Cristo:
«Paz, paz», y la paz dista mucho de reinar. Bienaventurados, por lo contrario, los profetas que dicen al pueblo de Cristo: «Cruz, cruz»... Hay que exhortar a los cristianos a entrar en el cielo con muchas tribulaciones, antes que a descansar en la seguridad de una falsa paz (tesis 92-95).
El Papa no quiere y no puede liberar de otras penas que de las que él mismo ha impuesto por su propia autoridad y por la autoridad del derecho canónico (tesis 5).
El Papa sólo puede perdonar las faltas declarando y confirmando que Dios las ha redimido, a menos que se trate de casos reservados a él... (tesis 6).
El tesoro de la Iglesia (del que ésta cree nutrirse para conceder las indulgencias) no consiste en los méritos de Cristo y de los santos, porque éstos obran constante mente, y sin intervención del Papa, la gracia en el hombre interior... El verdadero tesoro de la Iglesia es el santísimo Evangelio de la gloria y de la gracia de Dios
El que da sus bienes a los pobres o ayuda a los necesitados, obra mejor que si comprase indulgencias... Salvo que posean riquezas superfluas, los cristianos deben aplicar sus bienes a proveer las necesidades de sus hogares antes que prodigarlos comprando indulgencias (tesis 41-67).
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De esta manera afirmó Lutero públicamente la permanencia del pecado en nosotros, y sostuvo que esto debe producirnos una perma nente inquietud. Restringiendo el «poder de las llaves», negaba a la jerarquía poder suficiente para borrar las penas del purgatorio, es decir, las penas decididas por Dios para el más allá. Afirmaba, tímidamente todavía, que el pecado sólo es perdonado por Dios, ya que la «confirma ción» dada por los sacerdotes le parecía útil, pero no indispensable. Exaltaba el amor al prójimo y el cumplimiento de los deberes cotidianos. Subrayaba la importancia del Evangelio, único tesorocristiano.
3. hacia la ruptura
el 31 de octubre Lutero envió sus 95 tesis al arzobispo Alberto de Maguncia, quien, muy molesto, las remitió a Roma. Allí se encargó a un renombrado tomista, el cardenal Cayetano, que las estudiara. No tardó en abrirse proceso al hermano Martín ante la Cámara apostólica. En Alemania se desencadenó la polémica.
Las tesis, impresas y vendidas por las calles a instancias de Lutero, alcanzaron un éxito inusitado. Eck, vicecanciller de la Universidad de Ingolstadt, publicó anotaciones (Obelisci) sobre ellas, y Lutero respondió con sus Asterici. Staupitz, encar dado por Roma de lograr la sumisión de su subordinado, convocó un capítulo de los agustinos en Heidelberg (abril de 1518). Lutero habló en él más de su doctrina fundamental que de lasindulgencias:
despues de la caída, el libre albedrio no es mas que un hombre: haciendo lo que puede, el hombre peca mortalmente... El hombre debe desesperar por completo de sí mismo con objeto de hacerse capaz de recibir la gracia de Cristo».
Entre los oyentes se encontraba un joven dominico alsaciano, Martín Bucero, que fue después el reformador de Estrasburgo. De vuelta a Wittenberg, Lutero se dirigió a Staupitz, para que defendiera ante León décimo, 97 justificaciones (Resolutiones) de sus tesis del año anterior, acompañadas de una carta para el Papa, carta filial y respetuosa, pero que terminaba con esta frase: «No puedo retractarme». Poco después publicaba su Sermón sobre la excomunión donde, siguiendo a San Agustín, distinguía entre una excomunión justificada y otra injustificada que la víctima debía soportar con paciencia y mansedumbre. El 7 de agosto de 1518 recibió a la vez una citación para que compareciera en Roma en el plazo de dos meses y un libelo redactado por Prieras, uno de los que debían juzgarle en la Cámaraapostólica.
¿Qué necesidad había de ir a Roma? Lutero aceptó, sin embargo, reunirse con Cayetano con ocasión de la Dicta de Augsburgo (octubre de 1518). Este diálogo fue negativo. El hermano Martín se remitía al arbitraje de las universidades y, al mes siguiente, lanzaba su Llamada al futuro concilio. Cada vez estaba más protegido por su príncipe, el piadoso Federico el Prudente, quien se negó a entregarlo a Roma. Federico respondió, primero a Cayetano, y luego a Millitz, camarero del Papa, que acudió a pedir la entrega de Lutero, que no quería castigar a ninguno de sus súbditos antes de que fuera declarado convicto de herejía por una universidad alemana, después de una discusión pública. Miltitz se convenció, además, de que la detención de Lutero desencadenaría una rebelión en Alemania. Prefirió, pues, tratar de llegar a un acuerdo con el hermano Martín (enero de 1519): éste pondría fin a toda polémica sobre las indulgencias y sus adversarios se callarían también. Él rogaría al Papa que transfiriera la causa de Lutero a un obispo alemán, El agustino redactó en febrero un pequeño tratado en el que se mostraba conciliador y respetuoso con Roma. ¿Significaba ésto la reconciliación?
El acuerdo de enero de 1519 era precario. Los adversarios de Lutero permanecían al acecho y él mismo pronunció, el 22 de febrero, un vio lento sermón contra el poder pontificio. La Disputa de Leipzig «julio de 1519; llevó a la ruptura. Eck debía competir con Carlstadt. uno de los primeros discípulos de Lutero. Pero, habiendo tomado fácilmente ventaja el profesor de Ingolstadt, Lutero sustituyó a su amigo. Los dos adversarios eran ahora de talla. Eck conocía admirablemente los Santos Padres y los decretos de los concilios; Lutero dominaba las Escrituras. El uno tenía «una voz potente y una memoria prodigiosa, el otro, «una voz clara y tajante, la palabra fluida y rica de pensamientos y expresiones, el tono unas veces duro, otras despectivo, impetuoso o mordaz». Eck no trató de convencer caritativamente a su antagonista, sino que se esforzó en empujarlo a posiciones extremas, ya que el «doctor hiperbólico» , «era fácilmente arrastrado al exceso». recordando el conflicto que, en la Iglesia primitiva, había enfrentado a Pablo y Pedro, Lutero concluyó: 1.° Que Pablo era entonces independiente de Pedro, quien no era, pues, el pastor de toda la Iglesia apostólica: 2.° Que Pedro no era infalible, puesto que Pablo le había convencido de su error. Insistiendo además en la falsedad de la donación de Constantino, el agustino atacó el poder temporal de los papas. Pero, Lutero había apelado al concilio con anterioridad. Eck le hizo reconocer que el concilio de Constanza había condenado fórmulas que él, Lutero, tenía como cristianas, entre ellas ésta: «Para salvarse, no es necesario creer que la Iglesia de Roma es superior a las demás». ¿Por qué, pues, apelar alconcilio?
De vuelta a Wittenberg, Lutero buscó una justificación a la posición que había adoptado en Leipzig. La encontró en la Primera Epístola de San Pedro (II, 9):
«Vosotros (cristianos) sois un linaje escogido, un real sacerdocio, una nación santa, un pueblo que Dios ha formado, a fin de anunciar las virtudes de aquel que os ha llamado desde las tinieblas a una luzadmirable.»
Ésta es la teoría del sacerdocio universal. A partir de aquel momento, sin negar la utilidad de la jerarquía, Lutero ya no verá una naturaleza distinta en los sacerdotes y los fieles. Y si un simple creyente está iluminado por el Espíritu, sabe más que todos losconcilios.
4. Los principales escritos de Lutero
En febrero de 1520 los doctores de Colonia y Lovaina censuraron muchas proposiciones extraídas de las obras de Lutero, quien los trató de «teólogos crasos». Estas condenas y los argumentos de Eck constituyeron las sustancia de la bula Exsurge Domine, por la que León décimo declaró heréticas 41 fórmulas extraídas de los escritos del agustino. En caso de que no se sometiera, su autor —que no era nombrado— sería excomulgado sesenta días después de la publicación en la bula. Fechada en 15 de junio, ésta fue publicada en Alemania, por solicitud de Juan Eck, el 17 de noviembre. El 10 de diciembre Lutero invitó a profesores y estudiantes de Wittenberg a asistir a la «quema de libros de derecho eclesiástico». En medio de estos libros arrojó un ejemplar impreso de la bula. Después mostró un escrito muy violento, Por qué los libros del Papa y de sus discípulos han sido quemados por el Dr. Martín Lutero. En la Dieta de Worms, abierta a principios de 1521 por el joven emperador Carlos quinto, fue convocado Lutero, quien acudió con un salvocon ducto y entró en la ciudad, el 16 de abril, rodeado de un centenar de caballeros. Invitado a abandonar su doctrina,rehusó:
«No puedo ni quiero retractarme, porque no es bueno ni sincero obrar contra la propia conciencia. ¡Que Dios me ayude!¡Amén!»
El oficial insistió por última vez:
«Deja tu conciencia, hermano Martín: lo único que no ofrece peligro es la sumisión a la autoridadestablecida.»
Lutero rehusó una vez más: la ruptura se había consumado. La Dieta desterró del Imperio al reformador i Edicto de Worms .
Entre tales inquietudes y amenazas, Lutero escribió sus obras principales.
En El papado de Roma (junio de 1520) definió que llegaría a ser la base de la eclesiología protestante más auténtica. «El reino de Dios está dentro de nosotros mismos», y la verdadera Iglesia es «la cristiandad espiritual, interior». La Iglesia visible es, por lo contrario, una institución puramente humana. No puede, pues, identificarse un cuerpo eclesiástico, sea cual sea, con el cuerpo místico de Cristo.
En la Llamada a la nobleza cristiana de la nación alemana (agosto de 1520) atacó a los «tres muros de la Romanidad»: la pretendida superioridad del poder pontificio sobre el poder civil (la Iglesia sólo debería tener autoridad espiritual); el derecho que se arroga el Papa de interpretar él solo la Sagrada Escritura; la superioridad del Papa sobre los concilios, Lútero llamaba a los príncipes, nobles y magistrados, en tanto que miembros influyentes del pueblo cristiano, a luchar contra la tiranía de Roma y a laborar por la reforma de la vida cristiana. Insistía especial mente en la teoría del sacerdociouniversal.
La Cautividad babilónica de la iglesia apareció en octubre de 1520, primero en latín y luego en alemán. En ella se trata fundamentalmente de los sacramentos. Por medio de ellos, Roma ha conseguido someter toda la vida cristiana al estricto dominio de la jerarquía. Los medios de la gracia se han convertido en medios de do minación. La Iglesia es incapaz de borrar con el bautismo el pecado original, y el sacramento no posee esta fuerza mágica. Pero el bautismo, administrado a un niño que es todavía incapaz de desearlo, significa la gracia gratuita del Señor, la per manente bendición del Padre a sus hijos. Lutero lamenta que en la misa se haya privado del cáliz a los fieles, manifiesta que la misa en latín resulta ya incomprensible para los fieles: rechaza la transubstanciación y se inclina ya hacia la consubstanciación del pan y el vino permanecen junto al cuerpo y la sangre del Salvador). El sacerdote no renueva el sacrificio de la cruz, que ya tuvo lugar en el Calvario de una vez para siempre. La cena es la conmemoración de la muerte de Cristo, no una ofrenda que hacemos a Dios y con la que podemos influir sobre Él. . Así Lútero escribe: «La misa es una promesa divina que no sirve a nadie, de la que nadie puede aprovecharse, excepto el que cree por sí mismo». De la concepción romana se derivan los sufragios, las misas de aniversario y otros medios con que la Iglesia obtiene dinero. Los demás sacramentos son rechazados. Lutero reprocha violenta mente a Roma el haber hecho de la penitencia, gracias a la confesión auricular, un poderoso medio de dominio sobre los fieles. Lo cierto es que éstos, una vez que han recibido la iluminación de la fe, han llegado a ser libres. Todo atentado contra esta gloriosa libertad de los hijos de Dios, es un pecado contra la libertad de la iglesia.
El tratado De la libertad del cristiano ,, aparecido en noviembre de 1520, es sin duda la obra más bella del reformador. Su tema es elsiguiente:
«El cristiano es un hombre libre, dueño de todas las cosas: no se halla sometido a nadie. El cristiano es un servidor obediente, se somete atodos.»
El alma iluminada por la fe recibe la certidumbre de una liberación completa de todo lo que no sea Dios, ocurra lo que le ocurra a su cuerpo y al «hombre exterior». Dios es la fortaleza del alma. Pero la libertad del alma se halla amenazada por el egoísmo del hombre natural. El cristiano debe, pues, santificarse, permaneciendo vigilante, sin pretender, no obstante, que esos ejercicios ascéticos —que cada uno elegirá según su temperamento— puedan en ningún caso conseguirle la salvación. Ésta es «donada» desde un principio; las buenas obras derivan natural mente de ella. Dios, que es amor, inspira el amor desinteresado a Él y al prójimo. El cristiano obedecerá alegremente la ley de solaridad, a la que Jesús se sometió: será todo entodos.
El tratado Sobre los votos monásticos (fines de 1521) es de un tono menos irónico. Ataca de hecho a todos los votos eclesiásticos. Lutero no encuentra en el Evangelio, que ordena someterse a todos, la menor referencia a ellos. Ahora bien, el religioso hace voto de someterse a un solo superior. Sacerdote-, monjes y monjas se sustraen, por otra parte, al cuarto mandamiento al desinteresarse de sus ancianos padres. Por último, la castidad no es posible para todo el mundo. Muchos religiosos y religiosas leyeron esta obra «le Lutero y abandonaron elconvento.
5. rápida difusión de las ideas luteranas
Muchos humanistas alemanes, viendo en el monje sajón un liberador de la vida religiosa, se adhirieron a su doctrina: entre ellos estaban Justus Joñas. Ulrico de Utten y Felipe Melanchton. Este último llegó a ser el discípulo predilecto del reformador y dio forma, en 1521, a la doctrina del maestro en sus célebres Loei communes. Algunos artistas, como Durero, los Cranach y Holbein, abandonaron la Iglesia romana. La pequeña nobleza, dirigida por Franz de Sickingen y Ulrico de Hutten, sostuvieron ardientemente a Lutero. Los burgueses urbanos se inclinaban también por la Reforma. En 1521, Constanza se negó a aplicar el edicto de Worms. En 1523, la Dieta de Nuremberg hizo otro tanto. Esta ciudad adoptó la Reforma en 1524. Esta misma actitud fue tomada, entre 1522 y 1525, por numerosas ciudades suabas y, más al norte,por Erfurt, Magdeburgo, Halberstadt, Breslau y Brema. En 1523 el obispo de Koenigsberg estableció el luteranismo en su diócesis. En 1525 el gran maestre de la Orden teutónica Alberto de Brandeburgo, «enamorado de la teología y sinceramente piadoso» , secularizó su Orden y se con virtió en duque de Prusia. Desde entonces la Reforma alcanzó a las ciudades costeras del Báltico, desde Lubeck a Riga. Los príncipes habían dudado al principio en imitar a Federico el Prudente. Sin embargo, respondiendo a la formación de una liga de príncipes católicos en 1525, Juan de Sajonia, sucesor de Federico (muerto en 1525), y Felipe de Hesse constituyeron la alianza de Torgau 1526. En aquel mismo año la Dieta de Spira se negó a aplicar el edicto de Worms. Cuando, en 1529, una nueva Dieta trató de ponerlo nuevamente en vigor, seis príncipes y catorce ciudades protestaron. Entonces se les dió el nombre de protestantes. Además, en estas catorce ciudades no estaban comprendidas Hamburgo, Brunswick y Lubeck, que también eran partidarias de la Reforma. En marzo de 1531 se selló definitivamente la liga de Smalkalda. El movimiento de adhesión al luteranismo progresó durante los años siguientes. En 1543 el duque de Cléveris se pasó al protestantismo, siendo seguido en 1545 por el duque de Brunswick y en 1546 por el Elector palatino Federico segundo.
En tanto, la liga de Smalkalda sufría graves dificultades: Felipe de Hesse, quien con la secreta avenencia de Lutero, Melanchton y Bucero había incurrido en el delito de bigamia, que en el Imperio era castigado con la pena de muerte, era rehén de Carlos quinto. Por otra parte, el yerno de Felipe, Mauricio de Sajonia, se alió en 1546 con el emperador, con el propósito de dividir a los príncipes protestantes. En Mühlberg (24 de abril de 1547) Carlos quinto y Mauricio de Sajonia derrotaron a las tropas dle la liga de Smalkalda. El elector Juan Federico fue hecho prisionero, y la misma suerte corrió pronto Felipe de Hesse, quien de nuevo se había separado de Carlos quinto. Por el Interim de Augsburgo, proclamado ley del imperio el 15 de mayo de 1548, el emperador trató de imponer a Alemania una «camisa de fuerza». Las dos únicas concesiones hechas a los reformados alemanes eran la comunión bajo las dos especies y el matrimonio de los clérigos. Pero el Interim fue abolido en 1552 por la paz de Passau, porque, a instigación de Enrique segundo, los príncipes protestantes habían tomado nuevamente las armas y Mauricio de Sajonia se había vuelto contra Carlos quinto. Éste estuvo a punto de ser capturado por sorpresa en Innsbruck.
Cuando se firmó la paz de Augsburgo, aceptada por Fernando de Habsburgo en 1555, que repartía Alemania entre el luteranismo y el catolicismo siguiendo el principio Cujus regio, hujus religio, las dos terceras partes del país eran luteranas. Únicamente seguían siendo fieles a Roma la ciudad imperial de Aquisgrán, los obispos de Munster y Paderborn, los arzobispados de Tréveris y Colonia, los obispos de Maguncia, Worms y Spira, los de Fulda, Wurzburgo y Bamberg, y los países bávaros.
Mapa 1 — La Liga de Smalkalda
El luteranismo, además, había rebasado ampliamente lo limites de Alemania. Suecia, que comprendía finlandia, que alcanzó la independencia en 1523, se orientó progresivamente desde entonces y sin luchas hacia la Reforma. Entre 1526 y 1536 ésta triunfó en Dinamarca y Noruega. En los Países Bajos, Carlos quinto publicó en 1520 las célebres ordenanzas contra la herejía, Fue organizada una Inquisición del Estado. A pesar de todo, el protestantismo se estableció en Tournai y especial mente en Amberes. En esta ciudad murieron, en 1523, los dos primeros mártires de la Reforma. En Estrasburgo, Bucero. Capitón y Hedió establecieron entre 1523 y 1524 el culto reformado e hicieron escuela en Mulhouse. Gran parte de Suiza abandonó Roma: Zurich en 1523, a instancias de Zuinglio, Saint-Gall en 1524 y Berna en 1528. Al mismo tiempo, una parte del cantón de Appenzell y los valles inferiores de los Grisónes siguieron su ejemplo. En 1529, Ecolanipadio, apoyado por la burguesía ciudadana, abolió el culto católico en Basilea: Guillermo de Farél hizo lo mismo en Neuchátel en 1530, y en Ginebra en 1536. En 1523 Farél estableció en París la primera iglesia reformada de Francia, y en este año murió el primer mártir pro testante francés. Once años después estalló el escándalo de los libelos. En Inglaterra. Thomas Cromwell, que incitó a Enrique octavo a romper con Roma, simpatizaba con los luteranos. En 1528 moría el primer mártir protestante de Escocia. En Sevilla y en Valladolid y, sobre todo, en Nápóles, en el círculo de Juan de Valdés, y en Ferrara, en la corte de Renata de Francia, las doctrinas de Lutero eran bien acogidas. En Bohemia, terreno ya preparado por Juan Huss, en Moravia y especialmente en Hungría y Transilvania, extensos sectores de la población fueron conquistados por la Reforma. Finalmente, hacia 1555, el luteranismo contaba con numerosos partidarios en la Alta y Baja Austria, en Estiria, en Carintia y en Carnióla, en Posnania polaca y enLituania.
El desarrollo de los acontecimientos en Bohemia y Moravia merece una mención especial a causa de su complejidad. A principio del siglo xvi tres grupos religiosos coexistían en esta parte de Europa: los católicos, los utraquistas y los hermanos bohemios. Los segundos insistían especialmente en la comunión bajo las dos especies. Los hermanos bohemios, más radicales, mantenían el celibato, pero rebautizaban a los que entraban en su secta. Su liturgia se componía sobre todo de plegarias y cantos en lengua checa. La reforma luterana no dejó de ejercer su influencia sobre cada una de estas dos sectas separadas de Roma. En 1522 un cura utraquista visitó a Lutero, quien exhortó al Consejo de Praga para que rechazara, a fin de seguir siendo fieles al espíritu de Juan Huss, cualquier tipo de aproximación con Roma. Un cierto número de utraquistas evolucionó hacia la Reforma y proclamó como única fuente de fe la Sagrada Escritura. Esta actitud los acercaba a los hermanos bohemios. Éstos habían saludado con entusiasmo desde un principio la aparición de Lutero. Después se dieron cuenta de que el reformador alemán rechazaba el nuevo bautismo y el celibato eclesiástico, en el que ellos creían. Lutero, por su parte, se burlaba de la austera moral de los hermanos, que entonces no admitían la salvación por la fe. Pero diversas concesiones por ambas partes permitieron un entendimiento en 1542. Los hermanos admitieron la justificación por la fe, transigieron sobre la disciplina y aceptaron la presencia real en la Eucaristía. Al ser perseguidos por Fernando primero la mayoría de ellos se refugiaron en Prusia, Polonia y Moravia. En la Dieta del reino, en 1575, la mayor parte de los nobles y la casi totalidad de los diputados de las ciudades se declararon partidarios de los utraquistas radicales. Éstos se pusieron de acuerdo con los hermanos que habían permanecido en el país para redactar una Confesión checa, ampliamente luterana, pero «colorearla por las tradiciones husitas y dando cabida a las fórmulas de los hermanos». En 1608 Rodolfo de Habsburgo permitió a los utraquistas radicales y a los hermanos practicar libremente su culto sobre la base de la Confesión de 1575. Así, a comienzos del siglo xvii, el protestantismo estaba representado en el reino de Bohemia por los que aceptaban la Confe sión de 1575, por los alemanes estrictamente luteranos y por los calvinistas, que estaban haciendo sensibles progresos. La guerra de los Treinta Años barrió a unos y otros del reino.
39 Mapa II. — Avances de laReforma en Europa central y septentrional
Hacia el 1555 el protestantismo realizaba grandes progresos en los Países Bajos y en Austria. La situación del catolicismo era también muy comprometida en Bohemia, Moravia y Polonia.
1. 1.Límites del sacro imperio romano germánico. 2. países católicos. 3. Países protestantes
B. Las dificultades de Lutero
Al ser desterrado del Imperio, Lutero no podía ser recibido por nadie. Si era reconocido, podía ser muerto o al menos entregado a la justicia. Pero incluso antes que se publicara el edicto, unos caballeros enviados por Federico el Prudente se apoderaron del reformador, al que. velando por su seguridad, trasladaron al castillo de Wartburg. Con el nombre de Caballero Jorge permaneció en él hasta el 6 de marzo de 1522. Después pasó el resto de su vida en Wittenberg y sólo volvió a Eisleben. su ciudad natal, para morir en ella(1546).
Lutero fue siempre un gran trabajador y su obra da la impresión de una «plenitud torrencial». En Wartburg no sólo compuso el tratado de los votos mo násticos, sino muchos más escritos sobre la misa, la confesión, las excomuniones, los salmos, las Epístolas y los Evangelios. Al perfeccionar su conocimiento del griego y del hebreo, pudo publicar en 1522 su traducción del Nuevo Testamento. La primera edición completa de su Biblia, ilustrada por Lucas Cranach, data de 1534. Seguida mente, Lutero, ayudado por Melanchton, y muchos otros eruditos, retocó su edición y añadió comentarios. Lutero, como muchos humanistas, había abandonado la Vulgata y preferido el texto original. Su alemán era correcto y sencillo al mismo tiempo, y por tanto accesible a la gente del pueblo. El éxito de su Biblia fue enorme: sólo en vida del reformador se hicieron 84 impresiones, y 253 después de sumuerte.
La mayor parte de los escritos compuestos desde su regreso de Wartburg hasta su muerte tienen carácter polémico. Pero el tono a veces violento e incluso sorprendente (a propósito de los campesinos) se explica siempre por las posiciones doctrinales del antiguo monje. Escribió contra los anabaptistas, contra los campesinos sublevados, contra Erasrmo (De servo arbitrio, 1525), contra las teorías eucarísticas de Zuinglio ', contra la creencia en el Purgatorio, contra los poderes que se «arroga» la Iglesia romana'. Cuando murió, trabajaba en una violenta obra anticatólica: Contra el Papado fundado en Roma por el Diablo. Pero el reformador compuso también libros más serenos, especialmente el Gran y el Pequeño Catecismo 1529, que son de la mejor inspiración luterana y que señalan su afán por educar religiosamente a las masas, que seguían siendo demasiado ignorantes. En 1530 apareció un tratado sobre el matrimonio. Por otra parte, Lutero continuó comentando las Epístolas, los Salmos ylosProfetas.Los sermones que pronunciaba en familia fueron publicados con
el título de Apostillas domésticas 1544; sus sermones en la iglesia, con el de Apostillas de iglesia 1540-1543. Puso música a mas de setenta cánticos.
Lutero se casó) repentinamente, en 1525, con una antigua religiosa refugiada en el convento de Wittenberg, Catalina de bora, que fue una esposa atenta, una madre cariñosa, y que le dio cinco hijos. ¿Se con virtió entonces en un reformador «aburguesado» y en undoctrinario cada vez más convencido de su propia infalibilidad, en el Papa de Wittenberg? Al final de su vida había engordado mucho y bebía cada vez más; le gustaba también sorprender a su auditorio con salidas extravagantes. Sin embargo, estaba muy unido a su esposa y sintió mucho la muerte de su hija de dieciséis años, Magdalena. A pesar de vivir pobremente, acogía a su mesa con liberalidad a cuantos se presentaban. Vivió atormentado por frecuentes cólicos renales, y atravesó en muchas ocasiones períodos de depresión y de angustia ¡especialmente en 1527, 1528, 1537 y 1538). y, decepcionado por las querellas que surgían entre los protestantes, el reformador se fue volviendo cada vez más doctoral y su carácter más violento y variable. Pero siempre conservó una gran piedad. Sus Conversaciones de sobremesa ¡en número de 7075), recogidas por sus familiares a partir de 1529. dan una imagen fiel del Lutero íntimo de los últimos años. Tenía cinco grandes enemigos: el Papa, los anabaptistas, los turcos, los judíos y el diablo. Pero se complacía en evocar las alegrías de la vida cristiana y comentar de manera conmovedora el Paler Noster. Murió el 18 de febrero de 1546, en Eisleben, adonde había acudido para dirimir las diferencias entre los condes de Mansfeld. Se cuenta que, antes de perder el conocimiento, murmuró: «Dios mío, ¡con qué angustia y sufrimiento dejo el mundo’, y que dio gracias a Dios Padre por haberle revelado a su Hijo, del que el Papa había renegado».
2. la guerra de los campesinos. Los anabaptistas
hasta 1521, Lutero no había tenido más que un solo enemigo: el Papa. Pero despues tuvo que luchar en muchos frentes.
Estando todavía en Wartburg, fue superado, incluso en Wittenberg, por su discípulo Carlstadt y por el antiguo agustino Zwilling. Éstos establecieron en la ciudad la «misa evangélica» (sermón seguido «le la comunión bajo las dos especies), destruyeron las imágenes, no toleraron más de tres altares por iglesia y suprimieron conventos y cofradías. El temperamento místico de Carlstadt prefería el Espíritu a la Letra y atribuía a la Sagrada Escritura una importancia relativamente secundaria. Entonces Lutero insistió en la salvación por una revelación y redención exteriores: Carlstadt subrayaba, en cambio, el movimiento interior del Espíritu, que transforma y «deifica» gradualmente al elegido. Abogaba por el establecimiento de comunidades libres de laicos iluminados, que reunieran a los Schwarmer, los «exaltados», que aparecían en diversos puntos de Alemania y Suiza. Lutero regresó apresuradamente a Wittenberg en marzo de 1522: hizo expulsar a los agitadores y consiguió, gracias a sus sermones, detener la violencia. Suprimió las innovaciones prematuras, restableció la misa en latín, las vestimentas litúrgicas y la comunión bajo una sola especie. Es cierto que, cuatro años más tarde, la mayor parte de las reformas de Carlstadt fueron admitidas, pero después de haber preparado a la gente con supredicación.
En 1522 estalló también otra rebelión de ardientes luteranos, la de los pequeños nobles arruinados, guiados por Hutten y Sickingen. Hutten creia que el valeroso Sickingen liberaría Alemania y extendería por doquier la verdadera fe. Los rebeldes trataron de apoderarse de las tierras del elector de Tréveris. Lutero, negándose a identificar una causa religiosa con una causa patriótica, no les apoyó, sino que, por el contrario, predicó la obediencia. El movimiento fracasó: Sickingen fue muerto (mayo de 1523): Hutten, desalentado, no tardó en morir. La «guerra de los campesinos» iba a ser mucho más grave y a marcar una división en la vida del reformador.
Entre los «profetas» expulsados de Wittenberg en 1522 se encontraba Muntzer. Éste, sin embargo, había sido convertido por Lutero en la disputa de Leipzig. El reformador le había nombrado pastor de Zwickau. en Sajonia. Muntzer. exaltado y violento, reunió allí un pequeño grupo «de iluminados», «los profetas de Zwickau». Éstos no tardaron en encontrar afeminada la teología de Lutero. Al Cristo «dulce como la miel» de la «señorita Martín» opusieron la rudeza de la cruz. Temiendo la esclavitud de los intérpretes de la Biblia, insistieron en la revelación interior del Espíritu. Por otra parte, enlazando con las tradiciones medie vales, afirmaron que se acercaba el fin de mundo. Los «elegidos» tenían que unirse, separarse del mundo, organizar comunidades de santos, donde se repartiría todo y donde se ingresaría mediante un nuevo bautismo, un bautismo de adultos. Muntzer y los profetas de Zwickau hicieron derivar de sus concepciones religiosas un atrevido programa social: príncipes y poderosos cierran al pueblo el camino del Evangelio. Los pobres son demasiado desgraciados y no tienen tiempo para conocer la Biblia y orar. No es posible una reforma religiosa sin una revolución social.
Muntzer y sus seguidme fueron expulsados sucesivamente de Zwickau, Wittenbcrg y Allstadt, en Turingia. fiero en febrero de 1525 alcanzaron el poder en otra pequeña ciudad de Turingia, Middhausen. Alentaron y guiaron a las bandas de campesino que habían comenzado a actuar en junio de 1524 en el nordeste de Schaffhousc por una cuestión de tributos. En febrero de 1525 los campesinos de Suabia presentaron sus r eivindicaciones en D>>rc Artículos: libre elección de los pastores, supresión de los pequeños diezmos, empleo de lo- grandes diezmos en beneficio de las comunidades, abolición de los siervos, derecho de caza para todos. Bandas de campesinos, a las que se unían los artesanos de la- ciudades sacerdotes y monjes exclaustrados pulularon pronto por toda Alemania. Muchas ciudades cayeron en sus manos: Friburgo de Bri.-govia; Clin; Bamberg, etc., y otras se les unieron(Erfurt).
Los campesinos habían dirigido sus Doce Artículos a Lutero, quien respondió con una Exhortación a la paz (abril de 1525). Decía a los señores: «No son los campesinos los que se sublevan contra vosotros, sino Dios mismo», y a los sublevados: «Quien usa la espada morirá por la espada; aunque los príncipes sean malvados e injustos, nada os auto riza a rebelaros contra ellos». Lutero creía entonces que el conflicto podía aún resolverse. Pero él fue siempre respetuoso con la autoridad civil, incluso con la de Carlos V. Los combates eran cada vez más san grientos, y Entero, que era amigo de alguno de los jefes de la represión (Felipe de Hesse), tomó partido contra los campesinos: «Hay que estran gularlos. Hay que matar al perro enloquecido que se lanza contra ti: si no, él te matará» 2T. Ciertamente el reformador seguía estando de acuerdo consigomismo:paraélsólocontabala«libertadespiritual»delcristiano.
«Pero una vez recordados los principios, hubiera podido guardar silen cio» 2S. El 15 de mayo el pequeño ejército rebelde fue aplastado en Frankenhausen (Turingia) ; Muntzer fue capturado yajusticiado.
El anabaptismo trajo nuevas violencias entre 1533 y 1536: fue la tragediadeMunster.Unpeleterosuabo,MelchorHofmann,convertido
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al luteranismo en 1523, predicó en los países del Báltico v luego se refugió en Estrasburgo, donde se convirtió al anabaptismo. Profetizaba el fin del mundo para 1533 y que Estrasburgo sería la nueva Jerusalén. Huyó a los Países Bajos cuando iba a ser encarcelado y allí constituyó grupos de melchoritas. Pero regresó en 1533 a Estrasburgo, donde fue encarcelado. Hofmann «anunciaba que el propio Dios iba a exterminar a los impíos, pero que no había encargado a sus discípulos ejecutar la venganza divina» 29. Sin embargo, dos de sus discípulos, Matthijs y Juan de Leyden, quisieron aniquilar el mundo pecador. Con la ayuda de los anabaptistas expulsados de los Países Bajos, se adueñaron del poder en Munster (Westfalia) en 1534. Juan de Leyden se convirtió en «rey de la nueva Sión», y debía conquistar toda la tierra. Mientras tanto, se insti tuyólapoligamiaenestaciudad.Despuésdehorrorososcombates,el
24 de junio de 1535, las tropas del obispo recuperaron la ciudad. Los caudillos anabaptistas fueron atrozmente torturados ymuertos.
Pero hubo también un anabaptismo pacífico, que apareció en 1523 en la región de Zurich y que se extendió rápidamente por la parte meridional de Alemania, Austria e incluso Moravia. Baltasar Hubmaier, que fue quemado en Viena en 1528, participó quizás en la redacción de los Doce Artículos, pero fue moderado y reivin dicó el derecho de su secta a organizarse independientemente del Estado y de la Iglesia del Estado. En 1527 se reunió una asamblea de anabaptistas en Shlatt, en la Alta Alemania, que exhortó a los verdaderos cristianos a constituirse en comuni dades que no tendrían otras armas que la fe y la palabra de Dios, y a no ejercer la autoridad civil, puesto que ésta supone el «derecho de la espada». Durante la tragedia de Munster, y posteriormente, dos anabaptistas de los Países Bajos, Mcnno Simons y David Joris, desaprobaron las violencias y orientaron sus sectas hacia el pacifismo:
«Los moralmente renovados no van a la guerra y no combaten. Son hijos de paz que han transformado sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces, y no saben nada de la guerra»30.
Menno (muerto en 1559) y Joris (muerto en 1556) 31 se vieron obligados a ocul tarse: sin embargo, llegaron a constituir grupos que les sobrevivieron, particular mente el de los menonitas, en los Países Bajos, que influyó enRembrandt.
La rebelión de los campesinos puso en evidencia la incompetencia política del reformador. Especialmente le hizo perder la fe en el pueblo organizado en comunidades. Desde aquel momento tendió a pedir a los príncipes la institución del culto reformado. Al Lutero de la «libertad cristiana» sucedió el Lutero de la «Iglesia del Estado». En 1523, el reformadorescribía:
«La fe es un acto libre al que nadie puede obligar. Si es una obra divina en el Espíritu, queda, pues, excluido que un poder exterior pueda obtenerla por la fuerza» 32.
Todavía, en enero de 1525, afirmaba:
«En cuanto a los herejes y a los falsos doctores, no debemos arrancarlos y exter minarlos. Cristo ha dicho claramente que hay que dejarlos crecer»33.
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A partir de entonces. Lotero juzgó necesaria la intervención de la autoridad civil para poner fin a las «abominaciones», tales como la misa. Bajo amenaza, el cabildo de la colegiata de W ittenberg tuvo que dejar de celebrar la misa en la Navidad de 1524. Siempre a propósito de la misa, Lutero escribía, en noviembre de 1525, a su amigoSpalatin:
«Los príncipes deben reprimir... los crímenes públicos, los perjurios, las blasfe mias manifiestas del nombre de Dios, pero con esto no ejercen presión alguna sobre las personas, las dejan libres... de maldecir a Dios en secreto o de no mal decirlo» 34.
Poco tiempo después escribía al nuevo elector Juan de Sajonia: «En cada lugar no debe haber más que una sola clase de predicación». En 1527 pidió el elector que organizara «visitas eclesiásticas» en su territorio. El príncipe debía supervisar así la organización eclesiástica, reprimir los abusos, y vigilar la predicación del Evangelio. Tal fue en lo sucesivo la norma en todos los Estados luteranos. He aquí lo que ocurría en Wittenberg en1553:
«Por la autoridad y en nombre del príncipe serenísimo, tenemos costumbre de asustar y amenazar con castigos y con el exilio a los que descuidan la piedad y no acuden a la predicación»3Í.
Al comprobar que las masas cristianas de Alemania eran incapaces de gobernar ellas mismas sus destinos espirituales, Lutero llegó al principio Cujus regio, hujusreligio.
Lutero escribió su tratado De serio arbitrio el año de la rebelión de loscampesinos.
A partir de 1516, Lulero consideró» a Erasnio como un semipelagiano, traidor a San Agustín. Pero el humanista de Rotterdam era muy poderoso. Al presentir su próxima condena, el reformador le dirigió, en 1519, una carta muy deferente: «Martín Lutero es tu convencido admirador y desearía tu plena aprobación»3. Erasnio rehusó la adhesión que se le pedía. I.a violencia de Lutero le inquietaba, pero desaprobó la actitud de Roma y la excomunión del monje sajón. Empujar a Lutero a la rebelión era «obrar como un carnicero, no como un teólogo... Forzar es de tiranos». En abril de 1524 el reformador escribió de nuevo a Erasnio,díciéndole:
«Conténtate con asistir como espectador a nuestra tragedia; únicamente te ruego que no publiques obras contra mí, que yo por mi parte me guardaré de escribir contrati.»
su Diatriba sobre el libre albedrío. En 1518, en Heidelberg, y luego de nuevo en su respuesta a la bula de excomunión de 1520, Luteroafirmó:
«Después del pecado (original), el libre albedrío no es más que una palabra vacía: el hombre, cuando hace lo que puede, pecamortalmente.»
Erasmo, heredero de la tradición del humanismo «optimista», no podía admitir semejante doctrina. Advirtió, pues, at comienzo de su libro: l.° Que es peligroso comprometerlaunidadylapazdelacristiandadporunacuestióntandifícilcomo
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la gracia. 2.° Que Jesús había recordado muchas veres el supremo mandamiento de la caridad, pero que había dejado en la sombra, como problemas que superan al hombre, los de la gracia y de la mayor o menor libertad de nuestra voluntad. Erasnio acome tía de mala gana la discusión de estas cuestiones: pero ya que había que hacerlo, quería señalar que la Escritura estaba llena de exhortaciones a no pecar. ¿Para qué tantas exhortaciones si el hombre está predestinado de antemano a la salvación o la condenación? Definía el libre albedrío como «el poder de la voluntad humana de aplicarse a todo lo requerido para la salvación eterna», y afirmó: «Dios nos atribuye como mérito el no apartar nuestro espíritu de su gracia». Caín pudo elegir entre el bien y el nial: eligió el mal y, en consecuencia, fue castigado. El pecado original ha corrompido la voluntad y la inteligencia humanas, pero no las ha extinguido. Ya que el pecado fue perdonado por la Redención, el hombre puede de nuevo ir hacia «el verdadero bien», gracias a la razón ayudada por lagracia.
Lutero respondió en diciembre de 1525 con el tratado De servo arbitrio. A la cortés ironía de su contradictor, opuso un lenguaje violento y brutal, pero de una lógica poderosa: Dios es todo, el hombre no es nada. ¿Con qué derecho podemos juzgar a Dios? Erasmo era tratado de «polemista venenoso», de «puerco de Epicuro», de escritor «ridículo, irreflexivo..., sacrilego..., charlatán..., sofista..., ignorante». Su doctrina era calificada de «lodo y fango», de «basuras y desperdicios». Pero Lutero daba también las gracias al humanista de Rotterdam: «Te alabo porque has sido el único de mis adversarios que ha sabido interpretar el verdadero sentido de nuestrodebate».
El reformador utilizó esta argumentación desde el principio: O el libre albedrío puede conducirnos a la salvación, y la gracia es inútil: o no posee este poder, y es una palabra vacia. Decir que el hombre no puede desear el bien sin la gracia, es reconocer que el libre albedrío sólo es capaz de pecar. Dios no es una pantalla que permanece indiferente ante las deliberaciones de loshombres:
«... dejándolos elegir si quieren ser salvados o condenados, retirándose quizás al país de los etíopes para darse una comilona, como cuenta Homero a propósito de Júpiter».
Dios salva a éste y abandona a Satán este otro. El hombre aban donado será entonces como «un caballo cojo que cojeará cada vez más». Luteroañade:
«La voluntad humana se encuentra entre Dios y Satanás, y se deja guiar como un caballo. Si es Dios quien la guía, va allá adonde Dios quiere y corno quiere, tal y como dice el salmo LXXIII, versículo 22: «Yo soy para ti como una bestia». Si es Satanás quien se apodera, va allá adonde quiere y como él quiere. Porque la voluntad en todo esto no es libre de elegir un dueño: los dos caballeros combaten y disputan por apoderarse deella.»
Si la predestinación sorprende a tantos eminentes espíritus, es porque éstos rebajan a Dios y quierenjuzgarle:
«Exigen que Dios actúe conforme al derecho humano y que haga lo que les pareceserjusto;sino,cesadeserDios.¿Quélesimportanlosmisteriosyla
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ine jvstad divina '? Debe rendirles cuentas, decirles por qué es Dios, por qué quiere o hace tal o cual cosa que tenga la apariencia de justicia, como si se citase ante los tribunales a un zapatero o untalabartero.»
Esta doctrina, recordémoslo, estaba unida íntimamente para Lutero a la de la justificación por la fe, y hundía sus raíces en la experiencia personal del antiguomonje:
Ahora Dios ba liberado mi libre albedrío de la obra de la salvación, la ha con fiado a su libre albedrío divino y me ha prometido salvarme, no en virtud de nir propios esfuerzos, sino en virtud de su gracia y de sumisericordia.»
Lutero consideró a Zuinglio. reformador de Zurich, como adversario suyo. En ciertos aspectos, Zuinglio (1484-1531) fue unerasmita.
Zuinglio, que fue primeramente párroco de Glaris (1506-1516), tuvo ocasión d- acompañar muchas veces a sus feligreses —los mercenarios— a Italia. Estuvo en Rávena y Marignan. Sus predicaciones contra los mercenarios le obligaron a abando nar Glaris. Entre 1516 y 1518 fue vicario y predicador en Einsiedeln, célebre lugar de peregrinación, y allí trató de suprimir ciertas prácticas que le parecían supersti ciosas. Cuando fue párroco de la catedral de Zurich, se inclinó hacia la Reforma, y progresivamente atrajo a ella a toda la ciudad (1520-1525). Como no podía con cebir la separación de la Iglesia y el Estado, se convirtió en el inspirador de la política de Zurich, llegando hasta elaborar personalmente los proyectos de reforma militar y organizar en 1529 y 1531 dos campañas contra los cantones católicos. Encontró la muerto en la batalla de Cappel, en la que se enfrentaron 700 habitantes de Zurich con 8.000 hombres de los cantonescatólicos.
Era leal, valiente y desinteresado. Era además un distinguido hele nista y hebraizante. Erasmo le enseñó a amar la Sagrada Escritura. Al igual que los humanistas, Zuinglio admiraba a Platón, Aristóteles. Píndaro,SénecayCicerón;igualqueellos,tendió,almenosalcomienzo
sobre este punto en el Coloquio de Marburgo (1529). Ya en 1525, el maestro de W ittenberg había escrito a .1. Briesmann, pastor de Koenigs- berg: «Si el veneno de Carlstadt y de. Zuinglio a propósito del Sacramento ha llegado hasta vos, permaneced en guardia» ;:s. Al saber el fin del reformador de Zurich, declaró: «Zuinglio ha tenido la muerte de un asesino... Amenazó con la espada: ha recibido el pago que merecía»3P.
Las relaciones entre Ecolampadio 40, reformador de Basilea, y Lutero fueron buenas al principio, pero se agriaron progresivamente. Este humanista había ayudado a Erasmo en su edición del Nuevo Testamento. Siendo religioso en Augsburgo, repitió la experiencia de Lutero y redescubrió la teología de la cruz, el sacerdocio universal y la mediación única de Cristo. Fijó su residencia en Basilea y no fue nunca esta dista, lo que le diferencia de Zuinglio. Pero fue el pastor de almas que nutrió, consolidó y organizó la Reforma en la ciudad. Su teología se aproximaba a la de Zuinglio, especialmente en lo que concierne a la cena, en la que vio una simple conmemoración de la última cena de Jesús. Ecolampadio estaba presente en el Colo quio de Marburgo, y no fue convencido por Lutero. En 1530, cuando Melanchton redactaba la Confesión de Augsburgo, Basilea se unió a Zurich y Berna para hacer aceptar al emperador (que se negó a recibirla) una profesión de fe separada, que se alejaba tanto del catolicismo como del protestantismo. Es cierto que en 1536 Basilea, a diferencia de Zurich, firmó la Concordia de Wittenberg, pero Ecolampadio había muerto hacía ya cinco años (noviembre de 1531). En 1544 Lutero le recordaba así: «En vísperas de bajar a la tumba, quiero, obedeciendo la orden de miSeñor,
condenar enérgicamente... Quiero glorificarme de esta condena ante el tribunal de mi Dios»4l.
En cambio el alsaciano Bucero se aproximó a Lutero hacía 1527. En Estrasburgo, Bucero y otros reformadores habían simplificado el culto de manera radical, suprimiendo no sólo las imágenes, sino también los altares y las vestiduras sagradas. Además, se inclinaban hacia las concepciones sacramentales de Zuinglio y Ecolampadio, lo que les valió los ataques del maestro de Wittenberg. Aparte, mientras este último estaba preocupado sobre todo por la salvación individual, Bucero daba pruebas de un mayor sentido social Pero los anabaptistas, que se habían refugiado en Estrasburgo, acercaron a los dos hombres. Bucero se enfrentó a ellos y se opuso a la rebautización de los adultos. A la concep ción de una Iglesia formada por pequeños grupos de elegidos, opuso en seguida el esquema de una Iglesia que acogía la totalidad de la población e insistió en la necesidad de una delegación del ministerio. Su eclesiolo- gía evolucionó en el mismo sentido que la de Lutero a partir de 1525. E> cierto que poco después, hacia 1540, Bucero se inquietó por la fiscali zación, demasiada estricta en su opinión, que el magistrado de Estras burgo ejercía sobre la Iglesia, y quiso constituir en el interior de ésta grupos de fieles particularmente observantes, para los que llegó a preve nir incluso celebraciones especiales de la Cena. El municipio rechazó esta innovación. De todas formas, Bucero se aproximó a Lutero en otros aspectos. Sin embargo, en 1530, Estrasburgo, Constanza, Lindau y MemmingenpresentaronalaDietadeAugsburgounaProfesiónde
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fe (Confesión tetrapolitanu) distinta de la de los luteranos45. No admitía la consubstanciación y tenía a propósito de las buenas obras una doctrina más matizada que la de Lutero. Se leía enella:
«Nadie puede ser salvado si el espíritu de Cristo no le induce a abundar en buenas obras, porque a ellas destina Dios a lossuyos.»
Pero Bucero, cada vez más irónico, trataba de explorar todas las posi bilidades de reconciliación entre los cristianos, incluyendo a los católicos. Cuando en Ratisbona, en 1541. católicos y protestantes parecían a punto de entenderse acerca de la justificación por la fe, Bucero y Melanchton estuvieron presentes y contribuyeron mucho a crear aquel nuevo, pero efímero ambiente. En todo caso, el l.° de abril de 1532, en Schweinfurt, los delegados de las Cuatro ciudades aceptaron firmar la Confesión de Augsburgo, conservando no obstante la suya propia. En 1536, Bucero fue uno de los artífices del acuerdo entre protestantes conocido bajo el nombre de Concordia de JFittenberg, y aceptó la fórmula: «El verdadero cuerpo y la verdadera sangre de Cristo son mostrados, ofrecidos y tomados con el pan y el vino». Por su parte, Lutero concedió sin vacilaciones que había también descenso material, aunque invisible, del Salvador con ocasión del bautismo y de la predicación. Bucero declaró entonces a propósito de Lutero y de sus amigos: «Estar separado de tales hombres sería la muerte». Pese a que, desde entonces, el «doctor Martín» y Bucero siguieran siendo amigos, el representante de Estrasburgo no firmó los Artículos de S mal halda (1537), en los que Lutero presentaba su doctrina con una rigidez que Melanchton había precisamente tratado de evitar cuando redactó la Confesión deAugsburgo.
En cambio Lutero y Bucero estuvieron de acuerdo en aceptar la bigamia del landgraveFelipede uno de los primeros príncipes alemanes que adoptó la Reforma. Felipe, piadoso pero malcasado, se había enamorado de una dama del palacio de su hermana. La esposa del landgrave rechazaba el divorcio, pero no la idea «patriarcal» de un doble matrimonio de su marido. El príncipe consultó a lo teólogos de Wittcnberg y a Bucero. Éstos, apoyándose en ejemplos bíblicos, conce dieron el permiso demandado, pero el matrimonio debía permanecer en secreto. Éste fue celebrado en marzo de 1540 en presencia de Melanchton y Bucero44. Naturalmente, el asunto fue divulgado; Melanchton cayó enfermo y Felipe de Hesse tuvo que pasar durante muchos años por las duras condiciones que le impuso Carlos \.
Si Lutero y Bucero se comprendieron cada vez mejor, Felipe Me lanchton, en cambio, se alejó espiritualmente cada vez más del maestro de Wittenberg. Éste conservó, sin embargo, una amistad imborrable por el autor de los Loci communes, negándose a ver sus desviaciones y a escuchar las críticas que se hacían en supresencia.
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Melanchton había seguido siendo un humanista. Por esto no admitió nunca de verdad la teología pesimista de Lutero y pensó, cada vez con más fuerza, que el fiel colabora en su salvación y que puede aceptar o rechazar la gracia. Con esta teoría del «sinergismo» retornaba al catolicismo, restauraba la penitencia prepara toria de la fe y rehabilitaba las «.buenas obras» y la santificación. Además, intran quilo por los desórdenes que se producían en Alemania y por las diferencias entre los protestantes, llegó a conceder un valor obligatorio a la tradición, con objeto de apaciguar los ánimos. Melanchton era un espíritu flexible. Se explica asi que haya trabajado por la reconciliación con los católicos, al tiempo que se inclinaba, en lo que concierne a la cena, hacia los sacramentales. Cuando Lutero estaba en Wartburg, quedó muy impresionado por la predicación de Carlstadt. De todas maneras, Me lanchton se alejaba de su maestro. En sus Artículos de visita, de 1527, en un Comentario sobre la Epístola a los Romanos, de 1532, y en las ediciones de los Loci communes, de 1535 y 1543, dejaba traslucir su concepción de la libertad. Pero, en 1540, en una segunda edición (edilio varíala) de la Confesión de Augsburgo modificaba el texto original a propósito de la cena en un sentido favorable a la interpretación de los sacramentales. Melanchton, de temperamento irónico y escurri dizo, admirador de Erasmo y amigo de Lutero, mantuvo correspondencia con el cardenal Sadolet, pero no retornó al catolicismo. Nunca llegó a tener una explicación franca con Lutero, pero soportó caria vez de peor grado «los aires despóticos» del maestro.
Carlos V abrigaba la esperanza de llegar a la reconciliación entre católicos y protestantes en Alemania. Le hubiera gustado triunfar donde había fracasado el Papado. Lutero, por estar desterrado del Imperio, no podía acudir a la Dieta. Entonces Melanchton fue encargado de redactar una profesión de fe luterana. Su texto se esforzaba por limar lasaristas.
«Yo no sé expresarme de una manera tan suave y tan discreta», confesaba Lutero, que residía en las cercanías. Parece cierto que el artículo sobre la Palabra de Dios precedía al que hablaba de la Iglesia. Por otra parte, no era necesario que ésta tuviera en todas partes los mismos ritos, las mismas ceremonias y las mismas tradiciones. Su unidad profunda, se proclamaba, no es de orden institucional. Existe verdadera Iglesia allí donde el Evangelio sea predicado en toda su pureza y sean adminis trados los sacramentos correctamente. Hay que añadir que, de los 28 artículos, 21 trataban de los artículos de fe aceptados por católicos y protestantes, a pesar de las divergencias de interpretación: únicamente siete estaban consagrados a los «abusos humanos» v «leyes humanas» reprochados al Papado, pero sobre los que, en el espíritu de Melanchton, podía llegarse a un compromiso: comunión bajo las dos especies, ma trimonio de los clérigos, votos monásticos, etc. En cambio, la Confesión no aludía a la negación del Purgatorio, dando de lado las doctrinas de Lutero sobre la sumisión del albedrío y el sacerdocio universal: se man tenía la confesión privada, sin obligación de enumerar los pecados, y se eludía la diferencia entre consubstanciación ytransubstanciación.
A Lutero no le desagradó que Carlos V rechazara en bloque, en 1530, todas las Confesiones protestantes, ya que íntimamente no aprobaba las concesiones de Me lanchton. Éste, sin embargo, no perdía la esperanza de lograr unareconciliación
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general de los erisiiaiii-. En 1535 aceptó una invitación oficial de Francisco I. •pe- quería encargarle también •!•• favorecer las tentativas de unión de las Iglesia-. Pero Lulero desaconsejó - nocía que únicamente la imputación de los méritos de Cristo podía asegurar la salvacióndelpecador.insistía en la total perversión del hombre despuésdel
pecado original. Pero ni I.útero ni el joven Calvino, que estaban presentes, n: » 1 Papa, ratificaron rl a«n»ido.
En el entierro de Putero i1546i, Melanchton citó con paradójica intención un juicio de Erasmo: «Dios ha dado al mundo un to
«He sufrido una esclavitud verdaderamente odiosa, poique Lulero se abandonaba a su naturaleza, en la que se apreciaba una tendencia excesivamente batalladora, ya que a menudo no tenia en cuenta su dignidad ni el biencomún»45.
Lulero, por su parte, xa preveía las disensiones que ocurrirían, des pués de su muerte, entre susamigos:
«Mientras yo viva, el peligro no será temible: pero cuando haya muerto, rogad, porque la angustia será grande... No temo a los papistas, pero después de mi los hermanos liarán gran daño al Evangelio, quia a no bis egressi sunt, sed de nostris n fuerunt»46.
Mucho antes de la desaparición del reformador habían estallado disputas en torno su\u. Agrícola (1494-1566), llevando hasta el extremo la fórmula Perca íortiler. sed crede fortius, se había transformado en
«antinomista». Al haber sido abolida por la gracia la ley de Moisés, no había por (pié preocuparse de los diez mandamientos. Por su parte. Osiander (1498-1552» abandonaba la imputación externa de los mérito de Cristo al pecador, a la que Entero concedía tanta importancia, \ subravaba la progresiva santificación que produce la «residencia» inte rior de Cristo en el alma del creyente. Otro compañero de Lulero. Jerónimo Schiirf, aceptaba la teología del maestro, pero seguía conside rando válido el derecho canónico: no admitía el matrimonio de los pastores v pretendía que éstos fueran nombrados por los obispos. Después de la muerto de Entero se agravaron las disensiones; se enfren taron. principalmente, los ^nesiolutheraner, o verdaderos luteranos, contra los ¡i/i pistas, partidarios de Melanchton. Éste, en efecto, había sido encargado por Mauricio de Sajonia, después del Inlerim de Augs- buigo, de encontrar una fórmula de fe aceptable por los súbditos del príncipe v riel emperador. El resultado fue un Inlerim sajón, en cuyo texto se mezclaban elementos católicos y protestantes. Melanchton había introducido como indiferentes (adiaphora) algunas costumbres romanas,
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tales como el uso del latín en las ceremonias, las imágenes, el avuno v las festividades de la Iglesia católica. Se mencionaban incluso los siete sacramentos. ¿Qué hubiera dicho Entero? Ya en 1541 escribía, a propósito de las tentativas de reconciliación deRatisbona:
«Tratáis en vano de coser una tela nueva a trapos viejos, y se os presiona para que restablezcáis los antiguos ídolos. Prefiero, a pesar dv lodo, reanudar lalucha.»
La crisis del luteranismo. que ya se incubaba en vida del reformador, estalló después de su muerte. Pero el luteranismo sobrevivió a esta crisis, y todos los protestantes del siglo xx están de acuerdo en reconocer a Entero como padre espiritual de la Reforma. A partir de 1525 fue sin duda demasiado despótico, demasiado doctora] \ también demasiado alemán. Pero había sabido encontrar la voz de San Bernardo para hablar de la omnipotencia divina: había insistido en la confianza que deben tener los fieles en la infinita bondad de Dios; había hecho inteligibles al pueblo los oficios divinos, enseñado el catecismo y difundido la Biblia. Pero por su acción se rompió la unidad cristiana occidental. ¿Hizo Roma todo lo posible para conservar aEntero?
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\<>TAS AL CAPÍTULO II
«sacrificio») tuvo lugar en \X ittcnberg, el 29 de octubre de 1525. La- cere monias del bautismo fueron modificadas al año siguiente. La confesión auricular fue únicamente recomendada: la veneración de las imágenes fue abandonada. Pero cirios, altar, ornamentos y ve-tiduras sagradas fueronconservados.
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31. E.xDehs, LuthersBriefwcchsel, V, pág. 272: trad. Lecler [-597J, HistnD-: de la tolérance..., pág.169.
13. Hubo así tres Confesiones redactarlas con ocasión de la Dieta de 1530, la lla mada de Augsburgo (luterana), la de la< euatn»ciudades,y la de los parti darios deZuinglio.
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Editorial Labor, S. A., 1967. pp. 5-27.Delumeau, Jean, “Causas que provocaron el nacimiento de la Reforma”, en La Reforma, Trad. José Termes, Barcelona,
Editorial Labor, S. A., 1967. pp. 5-27.
NUEVA CLIO ► La Historia y sus problemas
Colección dirigida por
ROBERT BOUTRUCHE Y PAUL LEMERLE
Profesores de la Sorbona
La reforma
Jean Delumeau
Profesor en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de Rennes
Jefe de estudios de la Escuela Práctica de Altos Estudios de la Universidad de París
EDITORIAL LABOR, S. A.
Calabria, 235-239 : BARCELONA-15 1967
Traducción por
JOSÉ TERMES
Licenciado en Filosofía y Letras
Con 5 mapas
Primera edición: abril 1967
PRÓLOGO
Es preciso aclarar desde un principio el significado de las palabras Reforma, Reformados y Contrarreforma. La primera era de uso corriente a fines de la Edad Media. Significaba la purificación interior que cada fiel habría de operar en sí mismo para rejuvenecer al mundo cristiano, y sobre todo las transformaciones en el sentido de la pobreza y de la santidad que se esperaban de la Iglesia. Pero, a partir de Lutero, la palabra Reforma designó la renovación de la Iglesia empezada en 1517 fuera de Roma, o sea en contra de la misma. Así la entendemos aún nosotros en la actualidad. A pesar de haberse opuesto entre sí los protestantes, después de la Fórmula luterana de Concordia 1580, los herederos espirituales dé Zuinglio y de Calvino se declararon Reformados para distinguirse mejor de los luteranos. Los tratados de Westfalia consagraron esta denominación, que se ha conservado hasta hoy.
Los historiadores católicos desearían que fuese abandonado el término Contrarreforma. Nosotros, por el contrario, lo hemos mantenido, pero en un sentido limitado y muy preciso. Sólo lo emplearemos para designar las manifestaciones resueltamente antiprotestantes del Catolicismo en vía de renovación, de los siglos xvi y xvii. En efecto, no se puede consi derar hoy en día al rejuvenecimiento que se opera en la Iglesia romana, en el curso de la época moderna, como una simple contraofensiva dirigida contra los herejes. Seguramente, esta contraofensiva ha existido. Por esta razón el término Contrarreforma no debe ser abandonado, así como tampoco pueden negarse ciertos aspectos anticatólicos de la Reforma protestante. Pero de la misma forma que esta última fue mucho más que un inventario de repulsas, de negaciones y de oposiciones, tam bién la Reforma católica fue infinitamente más vasta, más rica y más pro funda que la acción por la cual Roma combatió alprotestantismo.
A los directores de esta colección y al autor de la presente obra les hubiera gustado presentar en una síntesis única las dos Reformas, la católica y la protestante, pero, habiéndonos faltado espacio, hemos estudiado únicamente la Reforma surgida de Lutero. Del despertar católico nosotros desgraciadamente sólo hemos considerado —almenos en la parte didáctica («Estado actual de nuestros conocimientos»)— el aspecto de la Contrarreforma. No obstante, en el capítulo que inicia el libro («Causas que provocaron el nacimiento de la Reforma») y en el que lo concluye («Ecumenismo de antaño») nos hemos esforzado en ensan char las perspectivas y demostrar cómo las dos Reformas, mucho tiempo rivales, habían tenido las mismas causas, cómo se parecían por sus métodos y por las dificultades que ambas tuvieron que afrontar. Así se aproximan ante nuestros ojos dos hermanos que querían ser enemigos. Nosotros hemos intentado realizar aquí simultáneamente una labor de historiador y una obra de paz.
Acerca de la misma Reforma protestante nos hubiera gustado decir mucho más. Han sido retirados del manuscrito, por razones de espacio: en la parte II, un capítulo dedicado a los «Protestantes independientes»1; en la parte III, los capítulos siguientes: «Historia religiosa y polémica», Renacimmiento y Reforma, Investigaciones sobre el estado de la Iglesia en vísperas de la Reforma, «Psicología de los fieles en la época de la Reforma».
primera parte
ESTADO ACTUAL DE NUESTROS CONOCIMIENTOS
1. DeLumeAu: La Reforma.
CApítULo primero
Causas que provocaron el nacimiento de la Reforma
El problema de las causas de la Reforma es complejo . Para intentar resolverlo es necesario ir directamente a lo esencial. El protestantismo se apoyó en tres doctrinas principales: la de la justificación por la fe, la del sacerdocio universal y la de la infalibilidad basada tan sólo en la Biblia. Ciertamente, estas innovaciones teológicas respondían a las necesidades religiosas de la época, ya que de otro modo la Reforma no hubiese logrado el éxito quealcanzó.
Es poco convincente la tesis que afirma que los reformadores aban donaron la Iglesia romana porque ésta estaba corrompida por el liber tinaje y dominada por la impureza. En tiempos de Gregorio VII y de San Bernardo, probablemente se dieron en la Iglesia tantos abusos como en la época de la Reforma, y sin embargo no se produjo una ruptura comparable a la provocada por el protestantismo. Otro hecho también revelador es la conducta de Erasmo en relación con la Iglesia de Roma: en el Elogio de la locura 1511 atacó duramente a los sacer dotes, a los monjes, a los obispos y a los papas de su época, aunque sin embargo, no se adhirió a la Reforma. Y, en sentido inverso, cuando en el siglo xvii la Iglesia católica ya había corregido la mayor parte de las debilidades disciplinarias de que se la acusaba en el siglo anterior, las diversas confesiones reformadas no volvieron a la obediencia de Roma. Esto nos demuestra que las causas que provocaron el nacimiento de la Reforma fueron más profundas «que los desórdenes de los canónigos epicúreos o los excesos temperamentales de las monjas de Poissy»
En la Confesión de Augsburgo, cuando se trató de los abusos, no se discutió sobre las costumbres de los monjes, sino sobre la «comunión bajo una sola especie, de la misa erigida en sacrificio, del celibato eclesiástico, de los votos religiosos y de los ayunos y abstinencias exigidos a los fieles» . Los Pasquines fijados en 1534 en la misma puerta de las habitaciones de Francisco I de Francia causaron un enormeescándalo,
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porque atacaban la concepción católica de la misa. Y, sin embargo, es cierto que el relajamiento de la disciplina había tomado proporciones escandalosas. Escribía Jean Bouchet, en 1512, en su obra Lamentos de la Iglesiamilitante:
Nuestros grandes abusos son tan públicos que labradores, mercaderes y artesanos van contándolos con gran regocijo .
Pero estos desórdenes determinan una conmoción mucho más general de las conciencias individuales y de las estructurastradicionales.
A. El pecado personal; hacia la justificación por la fe
Desgracias de la época, PRESENCIA De LA mUerte Y sentimiento De CULpABiLiDAD
En primer lugar, la Reforma fue una respuesta religiosa a la gran angustia de fines de la Edad Media, cuando toda una serie de catas tróficos acontecimientos sacudieron y desorientaron las almas: la guerra de los Cien Años: la peste negra; hambres frecuentes: el Cisma de Occidente, que se prolongó durante treinta y nueve años ante la indignada sorpresa del mundo cristiano; el fracaso del gran estado de Borgoña con la trágica muerte de Carlos el Temerario; la guerra de las Dos Rosas: las guerras husitas y la creciente amenaza turca, contra la que se rogaba diariamente recitando el ángelus. Los individuos y las sociedades tomaron conciencia de su maldad, se sintieron culpables y pensaron que sólo el pecado podía ser causa de tantas desgracias. Sin duda los cristianos de entonces se vieron reflejados en las figuras odiosas y lloriqueantes que Jerónimo Bosch pintó alrededor del Cristo doliente. Pero nadie tiende más al pecado que el que se siente pecador. No sólo los grandes personajes, sino también la gente humilde juró fervorosamente no volver a pecar. Sus juramentos sólo «podían brotar, en aquella época, de una profunda fe». La narración de algunos crímenes espectaculares corrió de boca en boca: asesinatos del duque de Orleáns, de Juan Sin Miedo, de los hijos de Eduardo IV, la emboscada de Sinigaglia organizada por César Borgia. A fines del siglo XV se difundió la creencia de que nadie entraría en el Paraíso después del Cisma de Occidente. Predica dores y teólogos insistieron en el tema de la gravedad ontológica del pecado, y se consideró que la falta más pequeña era una herida infligida a todo el universo. Dionisio el Cartujo afirmó que nadie podía com prender toda la gravedad del pecado: los santos, las esferas, los ele mentos, los mismos seres inanimados claman a Dios pidiendo el castigo del pecador. Así, contrariamente a la doctrina tomista,
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la falta se convertía en mal positivo. En esta atmósfera de pesimismo e inquietud, se tendió hacia un cierto maniqueísmo, y la justicia de los hombres se hizo más dura que nunca, por lo que, enfebrecida, buscó y castigó los delitos, tanto los verdaderos como los falsos. El horror religioso al pecado y la casi total ausencia de noción de las «circunstancias atenuantes» hicieron que los últimos siglos de la Edad Media fueran la época de la crueldad judicial. En aquellos tiempos de generalizada superstición, se creyó en la realidad de los aquelarres diabólicos y en los vuelos de las brujas. La bula Summis desiderantes, de Inocencio VIII 1484, y toda una siniestra literatura, cuyo ejemplo más afrentoso es el Malleus ma- leficarum —el Martillo de las brujas 1487—, fomentaron la búsqueda y castigo de las personas de quienes se sospechaban que estaban entre gadas a Satán.
Precisamente porque la gente había visto ya muchas calamidades, esperaba que llegaran males peores. Gerson creía que el mundo tocaba a su fin y lo comparaba a un viejo delirante y titubeante, víctima de quimeras e ilusiones. Predicadores exaltados, y generalmente sospechosos, hablaban a las multitudes de la próxima ruina de Roma y de la Iglesia, y les hacían entrever espantosas catástrofes. La venida del Anticristo, tantas veces anunciada, parecía inminente. San Vicente Ferrer y Savona- rola la anunciaron en sus vehementes prédicas, y Lúea Signorelli pintó el célebre fresco de las fechorías del Anticristo en los muros de la catedral de Orvieto. Hacia 1500 se publicaron Vidas del Anticristo en diversos lugares, tanto de Alemania y Francia como de España. En la creencia popular, el reino de este enemigo de Dios y del género humano sería la antesala del Juicio final. Los artistas representaron profusamente el tema del Juicio final del mundo pecador en la piedra y en los libros, en los tapices y en las vidrieras. El Apocalipsis conservado en Angers (segunda mitad del siglo Xiv), el de Durero 1498, el Giudizio un i-ver sale de Signorelli, en Orvieto (terminado hacia 1504), son tres testimonios, entre otros muchos, de la angustia que dominaba a las masas y a los dirigentes a fines de la EdadMedia.
A propósito de Durero, E. Delaruelle escribe que aquél, en su interpretación del Apocalipsis, se revela como «gran inventor de gestos trágicos», mientras que des cuida los episodios luminosos y más suaves de la obra en beneficio de los pasajes más violentos’.
Es cierto que antes de 1350 se había representado también la escena del Juicio final en los tímpanos y los muros de las iglesias, pero el infierno se representaba sin estridencias. A partir de la peste negra, los artistas se deleitaron mórbida y complacientemente detallando la gran variedad de los suplicios del infierno. En un Tratado de las penas del infierno y del purgatorio, publicado en París en 1492, se ve a los envidiosos precipitados en un gran estanque, que se esfuerzan inútilmente en alzarse
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, pues el peso de sus cuerpos y el de su desespero los sumerge de nuevo en el agua infernal; una multitud de serpientes y monstruos alados muerde a los perezosos; diablos armados de tridentes obligan a los golosos a tragarse enormes sapos. En el Libro de horas del duque de Berry, Satán se convierte en un monstruo gigantesco que se nutre de las almas de loscondenados.
La muerte fue el gran tema de la iconografía durante la baja Edad Media, y a ella se dio más importancia que al Juicio final y alinfierno.
«Resuena sin cesar la llamada del memento mori durante la vida» . En los frescos, en la literatura, en las imágenes de los libros de horas, la muerte es el gran personaje de la época, representada en forma de un anciano siniestro, portador de un reloj de arena, como en el aguafuerte de Durero, en forma de arpía con alas de murciélago, como en el campo santo de Pisa, o bajo la apariencia de un esqueleto gesticulante armado con una guadaña, o con una flecha, y a veces montado en un carro barroco tirado por bueyes. A fines del siglo xiii nació en Italia el tema de los Tres muertos y los tres vivos: tres jóvenes nobles ricamente vesti dos se encuentran bruscamente con tres muertos, comidos ya por los gusanos, quienes les hablan de su pasada grandeza y anuncian a los jóve nes su próximo fin. En el siglo XIV apareció la palabra «macabro», y en el siglo XV se multiplicaron las danzas macabras, en su origen danzas de los muertos y luego danzas de la muerte. La muerte, reina de la Tierra, se lleva consigo, en su ronda fúnebre, papas y reyes, nobles y villanos, clérigos y laicos, prudentes e insensatos. Quien quiere resistirse a ella aparece ridiculizado, y en esto reside el humor negro de esos encuentros imprevistos entre seres que desearían prolongar sus ocupaciones y placeres y la horrible soberana a quien no se desobedece jamás. Las danzas macabras no evocaban solamente lo repentino del óbito, sino también la igualdad ante la muerte: y esto explica el éxito que alcanzaron entre el pueblo. Hasta la actualidad se han encontrado cincuenta y dos danzas de la muerte de los siglos xv y XVI en Europa occidental, y ninguna de ellas es anterior a 1400. En Francia, la más célebre fue la que decoraba las galerías del cementerio de los Inocentes, en París, que había sido pintada en 1425 y fue destruida en el siglo xvii. Millares de personas tomaron este osario por objetivo de sus paseos; acudían a estre mecerse frente a «una muerte simiesca y burlona, con el andar ampuloso de viejo maestro de danzas», que arrastraba en pos de sí a la gente de cualquier profesión. En 1486 el impresor parisiense Guyot Marchant imprimió una Danza macabra, al parecer inspirada en la del cementerio de los Inocentes. La obra tuvo un gran éxito, lo que animó al editor a publicar a continuación una Danza de las mujeres, ya que en la primera se limitó a representar una danza de hombres. Martial d’Auvergne es el autor de los versos de esta última, a la que pertenecen lossiguientes:
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adiós, pastores y pastorcillos, y los bellos campos que Dios hace crecer; Adiós, flores y rosas encarnadas; es necesario que todos obedezcamos al señor.
La danza macabra no sólo fue tema para pinturas y grabados, sino- también para representaciones dramáticas: el duque de Borgoña la hizo representar en 1449 en su palacio deBrujas.
Había algo de sensual y de poco cristiano en esa atención excesiva que se concedía a la destrucción del cuerpo y a la metamorfosis de la belleza en podredumbre. En una sociedad obsesionada por el temor a la muerte, la Iglesia se esforzó en destacar el momento en que se libraba el último combate de la vida terrena y en el que se decidía la suerte eterna del alma. Esto explica las numerosas ediciones un centenar entre 1465 y 1500) del Ars moriendi, compuesto por un autor anónimo a principios del siglo xv, que se inspiró probablemente en una obra de Gerson. En el Ars moriendi, el agonizante aparecía rodeado de ángeles y demonios, que se movían desenfrenados alrededor del desfallecido moribundo, a quien querían hacer dudar, inducir al desespero, ligar por última vez a las fugitivas riquezas, persuadir a que blasfemara y, en último término, hacer que se refugiara en la soberbia y el orgullo; pero los ángeles ayudaban al paciente a resistir estas cincotentaciones.
El éxito del Ars moriendi demuestra de una manera evidente hasta qué punto se preocupaban por la salvación personal. Hasta el siglo xiii se había vivido según una concepción más comunitaria de la Iglesia, que daba mayor importancia a la salvación colectiva que a la individual: pero durante los últimos siglos de la Edad Media cada fiel se preguntaba angustiado cómo podría escapar a los tormentos eternos. Se podría recu rrir al Dios hecho hombre venido a expiar los pecados del mundo, y así, pintores, escultores, grabadores y vidrieros representaron insistente mente la pasión de Cristo, los ultrajes y la flagelación que padeció, la cruz alzada en el Gólgota, Jesús expirando, el descendimiento de la cruz y el acto de depositarle exangüe en las rodillas de su madre dolorosa. En las grandes catedrales del siglo XIII no había representaciones del Salvador crucificado, ni de la Pida; era la época del «Dios Bello» de Amiens. El siglo xv opuso a esta imagen la del Cristo atado, flagelado y lamentable de Saint-Dizier. La pasión del Señor hizo casi olvidar la resurrección. El predicador Olivier Maillard afirmó que Jesús había recibido 5475 azotes en su flagelación. La dramática cruci fixión de Grünewald, la Pietd de VilIeneuve-lés-Avignon y la de Miguel Ángel, la Lamentación de Cristo de Durero, el célebre sepulcro de Solesmes y el primer calvario bretón (el de Tronoén, 1470-1490) nos recuer dan que el culto por la pasión de Jesús y por la Virgen del dolor era general en Occidente en las vísperas de la Reforma. La cristiandad había
recibido «el don de las lágrimas». Fue exaltada la sangre de Jesús, fuente de vida, y se difundió el tema del lagar místico. El Misterio de la Pa sión, de Arnoul Gréban. fue el más célebre de todos los misterios repre sentados hastaentonces.
2. BALUARTES CONTRA LA MUERTE TERRENA Y LA MUERTE ETERNA
En aquella época de calamidades pareció más necesario que nunca buscar refugio en la dulce madre del Salvador, que evitaba los males de esta vida y protegía del infierno. La colección de Milagros de Vuestra Señora de Jean Miélot, secretario de Felipe el Bueno 1456, contribuyó en gran medida a difundir el culto a la Virgen de la Misericordia, representada frecuentemente en ademán de proteger con su amplio manto a los afligidos humanos. Se la llamó Nuestra Señora de la Gracia, Nuestra Señora del Buen Socorro, Mater omnium; se crearon innumerables cofra días dedicadas a su devoción, al mismo tiempo que a partir de 1470 el dominico bretón Alain de La Roche propagó la devoción al rosario.El culto mariano iba así desarrollándose. La creencia en la inmaculada concepción progresaba en la Iglesia; arraigaba la costumbre de recitar el ángelus; se iniciaban las peregrinaciones aLoreto.
La devoción a la Virgen trajo consigo la devoción a su madre, Santa Ana, que fue especialmente venerada en Flandes y en Alemania. Erasmo y Lutero, en su juventud, fueron devotos de Santa Ana. Nunca como a fines del siglo xv y principios del xvi se divulgó tanto el culto a los santos: sus reliquias eran objeto de disputas: fueron los protectores de innumerables cofradías y se multiplicaron sus imágenes, consideradas casi como talismanes. Se creía que bastaba con mirar una estatua o una imagen de San Cristóbal para evitar, durante todo el día, la muerte fortuita; San Roque protegía de la peste; Santa Apolónia era invocada contra el dolor de muelas, etc. Parecía que iba a renacer el politeísmo, en especial a través del culto a los catorce santos auxiliares.
Los santos protegían no sólo de la enfermedad y de la muerte, sino que daban además «garantías» para el más allá. La veneración de sus reliquias, y con más motivo las devociones a Jesús y a la Virgen, hacían ganar indulgencias, que tuvieron un éxito extraordinario a fines de la Edad Media. Se pensaba que el pecador que recaía constantemente en las mismas faltas podía librarse del infierno si obtenía una especie de bonos a cuenta de los méritos de Jesús, de la Virgen y de los santos; esos bonos le permitirían presentarse ante el Juez Supremo en el momento de rendir cuentas.
Un historiador ha establecido recientemente una interesante relación entre la prácticadelasindulgencias;elsistemadepagoenlasferiaspracticado en la epoca de Lutero, y ha señalado que esta banca de depósitos y tranferencias de cuentas establecida por la Iglesia sobre el tesoro de las gracias de Cristo
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y de los santos, cámara de compensación de los excedentes de pecado y de los excedentes de santidad, concebida sobre el modelo de pago en las ferias, ponía en venta pública, en todo el imperio, por intermedio de los Fiigger, sus cupones de dividendos de redención en el más allá». Cristóbal Colón dijo un día: «El oro es el tesoro, y quien lo posee tiene todo lo que necesita en este mundo, como tiene también el medio de rescatar las almas del purgatorio y de enviarlas alcielo»
Ciertamente la Iglesia enseñaba que era necesario confesar y comulgar para obtener indulgencias, y además no señalaba como condición única y necesaria para conseguirlas la entrega de una limosna. Pero, sin duda alguna, los pueblos del Occidente medieval, temerosos, exaltados, ignorantes, que vivían, en algunos casos, al borde de la desesperación, creyeron que podían «comprar» su salvación, o al menos trataron de creer que tal trueque era posible. Sin embargo, los pueblos conservaron una duda, y esta duda constituyó la angustia de fines de la Edad Media, que explica el éxito de Lutero. Es cierto que la anciana madre de Villon, aun sabiéndose gran pecadora, estaba segura de su salvación, ya que ponía toda la confianza en los méritos de laVirgen:
Señora de los cielos, regente de la tierra, emperatriz de las infernales lagunas, recibid a vuestra humilde cristiana,
que sea contada entre vuestros elegidos, a pesar de que nada vale.
Vuestros bienes, mi Señora y Dueña, son mayores que mis pecados;
sin aquéllos el alma no puede merecer ni alcanzar el cielo .
Pero este optimismo aislado queda desmentido, en el plano socio lógico, por la fiebre con que Luis XI, dominado por el pánico a la muerte, acumulaba medallas piadosas, reliquias c indulgencias, y por el gran canto fúnebre de aquella época, el Dies ¡rae, compuesto a fines del siglo XIV:
¡Qué pavor para el pecador, cuando sobrevendrá nuestro Señor para escrutarle, todo con rigor! Ay que excusa alegar?
para mi, que patron invocar cuando los más santos deberán temblar?
¡Día formidable el que el hombre en duelo se levantará de su féretro para el proceso de su orgullo
En el Dies ¡rae el hombre aparece absolutamente solo frente a su Juez, y ni la Virgen ni los santos acuden a ayudarle. La doctrina luterana de la justificación por la fe fue la respuesta a este poema desga rrador. Posiblemente el hermano Martín encontró en las Sentencias de Pedro Lombardo elementos para esta respuesta, que deseaba también toda la corriente agustiniana (a la que pertenecían Bradwardine, Wyclif
y Gersom. Sin embargo, la respuesta ya había sido expresada en el mismo Dieslrae:
juez pavoroso. Señor absoluto, saltación gratuita para tus elegidos. Fuente de amor, sé mi salvación.
A los que temían el infierno, Lutero les dijo: ¡Dejad de atormentaros! Dios no es un juez severo, sino un padre compasivo. Haced lo que queráis, sois y seréis pecadores toda vuestra vida. Pero, si creéis en el Redentor, estáis yasalvados, tened confianza.
La desordenada adoración por la Virgen y los santos, y el Dies lrae, reflejan el desarrollo religioso de fines de la Edad Media. El Cisma de Occidente y las otras calamidades de la época avivaron aún más en los fieles la necesidad de creer, y éstos quizá se sintieron desligados, poco sostenidos, e incluso abandonados, por la Iglesia. Ésta contaba con gran número de sacerdotes, y sin embargo había falta de ellos, ya que la multiplicación de las capillas señoriales y la costumbre adquirida por los ingleses ricos —costumbre que también existió en otros lugares— de conceder bienes en testamento para las chantries inmovilizaron a gran número de sacerdotes. La acumulación de cargos eclesiásticos y el abuso de la falta de residencia fueron causa del frecuente abandono del ministerio parroquial en manos de capellanes mediocremente preparados e inferiores a la misión encargada. Los obispos no visitaban suficiente mente sus diócesis para darse cuenta de la gravedad delmal.
Cuando las masas necesitaban más que nunca los sacramentos y la disciplina de la Iglesia, la jerarquía promulgaba interdicto tras interdicto, que desorientaban y alarmaban a los pueblos cristianos más que las excomuniones, porque los interdictos llevaban consigo la supresión temporal del culto. Durante la primera mitad del siglo XIV, Erfurt sufrió tres años el interdicto; Zurich, diez; Ulm, catorce; Francfort, veintiocho. Alejandro sexto consiguió vencer la resistencia de Sávonarola al promulgar un interdicto contra Florencia. Tales excesos contribuyeron a desva lorizar los sacramentos. Una de las principales características de la piedad del siglo xv fue la tendencia a alejarse de la liturgia tradicional, a preferir las procesiones a la misa, el rosario a la comunión y las ostentaciones de flagelantes a la asamblea parroquial. Pero ¿cómo podía ser de otro modo, si los fieles, al menos en las principales iglesias, se hallaban lejos y separados del coro por rejas o por una tribuna elevada, si se decía la misa en latín, lengua que muy pocas personas entendían y que nadie explicaba a quienes no la comprendían, ni nadie los ayudaba a seguirla? Al escuchar a los predicadores más vehementes, los cristia nos de entonces se sentían dispuestos a todas las conversiones, a todas las generosidades, a todos los excesos, y, sin embargo, ¿no es cierto que el pueblo presenciaba la misa con indiferencia? Y aun en el caso de que ésta les interesara, ¿veían en ella algo más que una ceremonia mágica?
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El pueblo cristiano iba a la deriva. Para que se apaciguara su angustia, expresada por el Dies lrae. era necesario que los cristianos estuvieran guiados por mano firme. La Reforma protestante primero, y la Contra rreforma católica poco más tarde, se esforzaron, cada una a su manera, en responder a estanecesidad.
B. Hacia el sacerdociouniversal
Progresos del individualismo y del espíritu laico.
Era normal que el pecador se sintiera a veces solo frente a Dios, en una época en que el individualismo, en sus múltiples formas, estaba en vías de desarrollarse. Las naciones manifestaban cada vez más clara mente su personalidad combatiendo unas contra otras, con lo que hacían estallarlanebulosacristiana.Losnuevosypoderososcomerciantes
—Francesco Datini, los Médicis, Jacques Coeur y Jacob Fugger, apo dado «el rico»— osaban encarnar, frente a la moral de la Iglesia, el pecado por antonomasia de aquellos nuevos tiempos: el de la codicia. Dentro de la ciudad cristiana, protegidas cada una de ellas por un santo diferente, se multiplicaban las cofradías, que deseaban tener cada una su capilla particular, y eran rivales las unas de las otras. Nobles y burgueses adinerados hicieron construir santuarios privados, en los que se rogaba especialmente por los muertos de la propia familia. En las vidrieras y en los retablos figuraba siempre el retrato del donante; se erigieron sepulcros fastuosos para perpetuar el recuerdo de los grandes de esta tierra: Felipe el Atrevido, el senescal Felipe Pot, Francisco segundo de Bretaña, Julio segundo,etc.
Un individualismo de este tipo había de ser evidentemente solidario de una cierta afirmación del espíritu laico. En el plano teológico, el sistema de Guillermo de Occam (1270-1347) fue la manifestación más notable de este deseo de emancipación, ya que el franciscano inglés declaró que la razón era incapaz de comprender a Dios, y que solamente la revelación permitía acercarse a Él, y que, por lo tanto, existían dos campos radicalmente separados: el divino, en el que no entraba la razón, y el de los fenómenos terrestres, susceptibles de ser interpretados cien tíficamente. El primero sólo podía ser explorado por la teología; en cambio, el segundo debía ser autónomo y, en consecuencia, debía quedar al margen de la inquisición de la Iglesia. Occam indicó además que el hombre no era imagen de Dios, Ser absolutamente libre e incomprensible, con lo que hizo tambalear los fundamentos de la armoniosa cate dral intelectual construida por Santo Tomás de Aquino, quien había destacado el acuerdo existente entre la razón y la revelación, mientras que, en sentido contrario, el franciscano inglés anuló el paso de la una a la otra al situar a Dios en un universo lejano y al esforzarse enampliar las fronteras de un mundo humano autónomo. ¿Quiere esto decir que Occam previó una separación sin fricciones entre estas dos zonas? En realidad, quiso aumentar deliberadamente la importancia de los laicos en la Iglesia, en una época en que todos los actos de la sociedad tenían un significadoreligioso.
El historiador debe esclarecer también otra forma de individualismo que aparece frente al individualismo laico: el que corresponde a la piedad personal. Geert Groot recomendaba a sus hermanos de comunidad esta piedad personal, que impregnó la obra cumbre de la literatura religiosa de la época: la Imitación. La expresión más vehemente de esta forma de vivir la religión dio lugar al misticismo. Los místicos flamencos y alemanes —en especial Ruysbroeck. Dionisio el Cartujo, el Maestro Eckart y Tauler— entraron directamente en contacto con la insondable divinidad al apartarse de los caminos de la teología racional y deductiva, al negarse a seguir viviendo conforme a la imagen religiosa tradicional y al superar los medios sacramentales ordinarios decomunicación con Dios.
Dionisio el Cartujo imaginaba la divinidad «como un desierto inmenso, llano, imposible de cruzar, en el que el corazón verdaderamente piadoso... yerra sin extra viarse y se extravía sin errar, se hunde con deleite y reemprende la marcha sin hundirse». Para el Maestro Eckart el alma no alcanzaba la beatitud completa más que «hundiéndose en la divinidad desértica, en la que no existe ni obra ni imagen, y que se pierda y zozobre en el desierto»: mientras que Tauler, cuyas obras tanto amó Lutero, escribía: «En este abismo se pierde el mismo espíritu, y no es cons ciente ni de Dios ni de sí mismo, ni de las semejanzas ni de las diferencias de las cosasexistentes,yaquesehaabismadoenlaunidaddeDios yhaperdidotoda idea de diferenciación»
La Iglesia desconfió de estos arrebatos, que nos demuestran cómo en un mundo en crisis los canales jerárquicos y litúrgicos que de ordinario conducen hacia Dios parecían insuficientes a muchos hombres. ¿Era acaso el misticismo una forma de escapar de la disciplina eclesiástica? En todo caso, hay que señalar que Lutero fue discípulo de los místicos medievales, y que en la Theolo^ia dcutsch, que leyó en el convento, no se habla ni de los sacramentos, ni de la Virgen, ni de lossantos.
No podemos dejar de referirnos aquí a la experiencia mística de Juana de Arco. A sus diecinueve años prefirió una muerte atroz en la hoguera antes que renegar de sus «voces». Es cierto que al recusar a sus jueces apeló al Papa, pero también lo es que fue enviada ante un tribunal presidido por un obispo, en el que figuraban teólogos de París, y que fue condenada por «herética, cismática, idólatra, invocadora del diablo...». Ahora bien: desde 1456 fue rehabilitada su memoria, con lo que un laico —una sencilla muchacha— llevó razón en materia religiosa fren te a un tribunal de la Iglesia. Ella era la santa. Juana de Arco, por su pureza,rectitudypiedad,por el respeto del que supo rodearse en el ejército, por las sorprendentes victorias militares de su corta pero extraor dinaria carrera y por su inteligencia, es el personaje más hermoso y conmovedor del final de la Edad Media. Pero que tan singular destino haya podido producirse en Francia y en la Iglesia del siglo XV es también señal evidente del resquebrajamiento de las estructuras y de la profunda división de losespíritus.
2 DESPRESTIGIO DEL SACERDOCIO
La sociedad rural de la alta Edad Media había permitido el florecimiento de una cristiandad comunitaria dominada por la jerarquía eclesiástica y las abadías. Por el contrario, el ascenso de la burguesía y de los artesanos, y más en general del elemento laico, la creación de una civilización urbana, la aparición del lujo, la afirmación de un cierto sentimiento nacional, el desorden general de los espíritus en un clima de inseguridad y, en fin, los defectos de la Iglesia engendraron a fines de la Edad Media una especie de anarquismo cristiano. En aquella atmósfera de confusión de jerarquías y de valores, los fieles ya no eran capaces de distinguir con la claridad de antaño entre lo sagrado y lo profano, y entre el sacerdote y el Laico.
Se había llegado a tratar a Dios, en la vida cotidiana, con una fami liaridad contra la que el protestantismo reaccionÓ) enérgicamente. Un refrán decía así: «Dejad hacer a Dios lo que quiera, que es hombre de edad», y Froissart afirmaba: «Dios, que es persona tan encumbrada». Los mismos clérigos se permitían extrañas confianzas: el obispo de Chalón, Jean Germain, comparó a Juan Sin Miedo con el Cordero de Dios. Teólogos y predicadores sentían una curiosidad no muy pertinente sobre la castidad y edad de la Virgen y San José. Agnés Sorel, amante de Carlos SEPTIMO, PRESTÓ) quizá sus facciones a la .Madona de Fouquet que estuvo antaño en Melun. De todas maneras, no podemos menos de considerarla, con Huízinga, como una «mujer de la moda de aquel tiempo, con la frente abombada y depilada, de senos redondos y de cintura alta y delgada» . En los lugares de peregrinación, e incluso en las iglesias, las prostitutas buscaban a sus clientes y las alcahuetas encontraban un ambiente adecuado para sus protegidas. En algunas rifas se ofrecían indulgencias de premio. Un narrador, en las Cien nuevas noticias, hace aparecer un sacerdote que sepulta a su perro en tierra sagrada. En las canciones profanas se mezclaban palabras litúrgicas, y se componían misas con temas de canciones profanas. En las vísperas de fiestas se bailaba en las iglesias. Jean Michel, que narró en 65000 versos el segundo y tercer día de La Pasión de Gréban, no tuvo inconveniente en introducir, para atraer la atención del público, escenas cómicas y realistas, tales como las de los amores de Judas o las de la vida mundana de María Magdalena. El dominio de la fe era asaltado por una oleada de elementos profanos. Por otra parte, esta invasión, de la que no pocos eran perfectamente conscientes, sólo podía producirse en una sociedad saturada de preocupaciones religiosas; pero ¿podía la figura del sacerdote conservar en tal clima su originalidad y el halo de soledad que son sufuerza?
Sixto IV, obrando como cualquier otro príncipe secular, se mezcló en la conspiración de los Pazzi; Inocencio VIII y Alejandro sexto tenían hijos naturales; Julio segundo no se contentaba con declarar la guerra, sino que él mismo, con casco y armadura, la dirigía en el campo de batalla. León decimo era más aficionado al teatro que muchos laicos. Bastantes obispos vivían en las cortes y se dedicaban a la caza. Cuando David de Borgoña, hijo natural de Felipe el Bueno, fue nombrado obispo, se presentó en la catedral con armadura, xcomo un conquistador, como si fuese un príncipe secular» (Chastellair). Los obispos de Estrasburgo habían perdido la costumbre de llevar la mitra y el báculo. .Muchos prelados sólo decían misa en raras ocasiones. Gran número de sacerdotes, en el bajo clero, vivían en concubinato y tenían hijos bastardos, cosa que, por otra parte, no significaba que llevaran una vida disoluta. Vestidos como el resto del pueblo, jugaban a los bolos con sus feligreses, iban a la taberna y tomaban parte en los bailes pueblerinos. Poco antes de la Reforma, el obispo de Basilea. Cristóbal Von Huttenheim,recomendaba a los sacerdotes de su diócesis «que no se rizaran el pelo, que no comer ciaran en las iglesias, que no provocaran escándalo, que no vendieran licores, que no se dedicaran a la compraventa de caballos y que no adquirieran objetosrobados»
Las órdenes mendicantes contribuyeron también a desacreditar al clero secular. En 1516 un fraile jacobino de París hablaba así:
«Los frailes menores y los predicadores... son los verdaderos sacerdotes y los auténticos presbíteros, y son antes que los párrocos, ya que han sido facultados e instituidos por privilegio del Papa, y los párrocos... sólo por el obispo... Aquéllos pueden absolver muchos pecados que no pueden absolver los párrocos»
Se puede leer también, en un Coloquio de Erasmo, el siguiente diálogo entre un sacerdote y unos hermanos predicadores que discuten junto a un moribundo;
«El moribundo me pertenece», dijo uno. «No», contestaron los otros, «es nues tro». «No tenéis derecho a engañarle y oír su confesión». «Vuelve con tus bastardos». «Sois unos sinvergüenzas, y no os permitiré predicar en mi iglesia». «Somos bachilleres en teología y estamos preparando la licenciatura». «Vuestro fundador no sabía quién era Escoto, ni tampoco sabía gramática» Finalmente el moribundo tuvo que aplacarlos y confesarse de nuevo con el cura de suparroquia.
Se sabe también que en Francia y en Alemania sobre todo, el bajo clero vivía a fines del siglo XV en unas condiciones económicas muy pre carias, ya que muchos sacerdotes titulares no residían en sus puestos y eran reemplazados por capellanes que constituían una especie de proletariado eclesiástico, que intentaba salir adelante «vendiendo» los sacramentos, especialmente el bautismo y la confesión. Si la religión había llegado a materializarse hasta tal punto, ¿cómo no iba a resentirse la figura del sacerdote? Se esfumaba su carácter sagrado. La distinción entre sacerdotes y laicos tendía a desaparecer, como lo atestiguan las sublevaciones de Wyclif y Juan Huss.
Wyclif, al no admitir los sacramentos, niega también la Iglesia jerárquica. Los sacerdotes —que deben ser todos iguales— sólo serían los dispensadores de la Palabra, pero es Dios quien obra en nosotros al entregarnos su doctrina en la Biblia. Pocos años después Juan Huss predica que un sacerdote en pecado mortal no es un verdadero sacerdote, afirmación que es extensible a los obispos y alPapa:
Los sacerdotes que viven bajo cualquier forma de vicio mancillan el poder sacer dotal, y como hijos infieles juzgan erróneamente acerca de los siete sacramentos de la Iglesia, de las llaves, de los oficios, de las censuras, de las costumbres, de las ceremonias, de las cosas sagradas de la Iglesia, del culto de las reliquias, de las indul gencias, de lasórdenes...
Nadie es representante de Cristo o de Pedro si no imita también sus cos tumbres...».
Juan Huss se sublevó también contra el sistema eclesiástico y pidió para los fieles la comunión bajo las dos especies, que hasta entonces estaba reservada a los sacerdotes. El reformador checo murió en la hoguera y se emprendieron «cruzadas» contra los husitas. Sin embargo, el concilio de Basilea concedió la comunión bajo las dos especies a los «utraquistas». Fue ésta una victoria limitada, pero auténtica, del sacerdocio universal.
Los esfuerzos que la iglesia romana tuvo que efectuarmás tarde —fines del siglo XVI y totalidad del siglo XVII— para revalorizar la función sacerdotal son una prueba suplementaria del descrédito en que estuvo sumida durante el Renacimiento. La creación de los seminarios, la de los Oratorios de Felipe Neri en Italia y el Oratorio de Bérulle en Francia, los diez años de noviciado impuesto a los futuros jesuítas, las conferencias organizadas en San Lázaro por San Vicente de Paúl para los ordenandos, la austera y noble disciplina de San Sulpicio, fueron me dios con los que se consiguió que primero los propios sacerdotes, y luego las masas, que seguían siendo católicas, comprendieran la eminente digni dad delsacerdocio.
3 Los Laicos en ayuda de la iglesia
El que la sociedad laica haya chocado frecuentemente con la sociedad eclesiástica, en los últimos siglos de la Edad Media, no invalida nada de lo que se ha dicho sobre la creciente confusión entre lo sagrado y lo profano y la mutua influencia entre ambos dominios, religioso ycivil.
La civilización de la época era, repitámoslo, demasiado profundamente religiosa para que la Iglesia y el Estado pudieran delimitar amistosa mente sus respectivos dominios. O bien la Iglesia tendía a someter a su ley al poder secular, como ocurrió en tiempos de Inocencio tercero. o bien los soberanos trataban de imponer su propia dominación a la Iglesia. La derrota de Bonifacio VIII frente a Felipe el Hermoso, la larga perma nencia de la sede apostólica en Aviñón bajo el dominio efectivo de los reyes de Francia, la resistencia de Luis IV de Baviera, excomulgado por Juan XXII. y finalmente el Cisma de Occidente, disminuyeron el prestigio sagrado del vicario de Cristo. Dante, Marsilio de Padua y Guillermo de Occam exaltaron las funciones del emperador como legislador humano y supremo regulador de la sociedad cristiana, que sólo podía ser respon sable ante Dios. Por su parte. Juan Hussafirmó:
«La dignidad papal procede del emperador y la primacía e institución del papado, del poder imperial»:
El concilio de Constanza declaró herética esta proposición. Sin embargo, cuando la cristiandad estaba dividida entre tres papas, fue el futuro emperador, el rey de romanos Segismundo, quien con su insistencia logró la reunión de este concilio que puso fin al cisma. Segismundo apareció entonces como unsalvador.
De esta manera, la intromisión del Estado en la Iglesia era cada vez más evidente. Durante el cisma, los diversos cleros nacionales siguieron, en general, a su gobierno en su obediencia a tal o cual papa. La Inquisición española era un intrumento en manos de los monarcas, y el Concor dato de 1516 concedió a Francisco primero una gran autoridad sobre la Iglesia de Francia. Los cristianos fueron habituándose a ver guías espirituales en sus jefes laicos. ¿Qué de particular tiene que los ingleses adoptaran dócilmente las reformas religiosas decididas por un monarca —Enrique octavo— a quien el mismo Papa pocos años antes había concedido el título de Defensor Fidei? El principio Cujas regio, hujus religio, adop tado oficialmente en Alemania en 1555, había penetrado en las costum bres y en la mentalidad de las masas hacía mucho tiempo. Ante el debi litamiento de la Iglesia, y en una época en que los papas se comportaban con frecuencia como príncipes, las autoridades laicas fueron tomando conciencia cada vez más clara de sus responsabilidades religiosas. Los reyes de Suecia y Dinamarca, los príncipes alemanes, los consejeros municipales de las ciudades del Imperio y de Suiza, que impusieron la Reforma a sus súbditos, lo hicieron muchas veces movidos por un sincero sentimiento cristiano y no por sórdidas ambiciones políticas o financieras.
En todas partes, a fines de la Edad Media puede comprobarse esta intrusión creciente del elemento laico en los dominios tradicionalmente reservados a laIglesia.
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Antes incluso del Concordato de 1516: «El consejo del rey (de Francia) decide acerca de todo: crea, une o separa los cargos eclesiásticos, se pronuncia sobre las fundaciones y los legados, arbitra las competencias en las elecciones; el rey da fuerza ejecutiva a los cánones, los quebranta, ordena la proclamación de los con cilios. Conseguida una conquista judicial paralela a esta conquista administrativa, el Parlamento ha llegado a ser «competencia en último extremo», incluso en materia eclesiástica: juzga sobre los cargos clericales, sobre las obras en los templos, sobre las votaciones de los capítulos, sobre los estatutos de los sínodos; condena a los obispos a pagar multas, retira las censuras puestas por ellos, supervisa indulgencias y confesores, autentifica las reliquias e interviene en la redacción de los breviarios. Es un «cuerpo místico» cuyos oficiales no pueden ser alcanzados por la excomunión. Es cierto que está compuesto de eclesiásticos y laicos, pero el número de los primeros va decreciendo y por otra parte su lealtad no tiene nada que envidiar a la de los miembros laicos».
En muchas ocasiones, durante los años 1498-1499, el Parlamento de Toulouse intervino para obligar a los obispos del Languedoc a que entregaran al menos un tercio de sus ingresos a su diócesis. En 1510 un abogado del rey actuó en el mismo sentido contra el arzobispo de Bourges. En el siglo que precedió a la Reforma múltiples cofradías, por no hablar de las órdenes terceras, construyeron hospicios y hospitales, como por ejemplo el Ospedale de San Rocco en Florencia. Esto probaba que ni las órdenes religiosas ni los cabildos se preocupaban del cuidado de los enfermos con el celo de los tiempos anteriores. Los laicos venían a sustituirlos. Es sintomático que el célebre hospicio de Beaune fuera edificado a expensas de un hombre que no era de la Iglesia, el canciller Rolin. En 1449, Domingo de Cataluña convenció, no a los religiosos, sino a los habitantes de Pavía, para que construyeran un hospital. De hecho, en muchas ocasiones la administración de los hospitales por los religiosos levantaba tales protestas que las autoridades civiles se veían obligadas a encargarse de la dirección de estos establecimientos. En 1505 fue secu larizado el Hótel-Dieu de París. En los años siguientes se tomaron muchas decisiones análogas. Las anteriores consideraciones permiten sin duda comprender mejor cómo y en qué medida los «defectos» de la Iglesia han podido ser una de las causas de la Reforma. Los malos monjes, a los que no se respetaba, las riquezas de la Iglesia que podían parecer excesivas y parcialmente inútiles, los obispos y los curas que no residían en sus lugares de apostolado pero que acumulaban los cargos eclesiásticos, los papas que se comportaban como príncipes seculares y que por ello tenían cada vez menos influencia —espiritualmente hablando— sobre los soberanos, el dinero de los cristianos, utilizado por Roma con fines puramente terrenales, las excomuniones lanzadas a veces sin otro motivo que proteger intereses materiales muy concretos, contribuyeron a desprestigiar al sacerdote y a arrojar sobre él no sólo el descrédito, sino también la duda, lo que es mucho más grave. Puesto que seadvertíaque«loslaicoseranmejoresquelosreligiosos». —es el orador del clero quien afirmaba esto en los Estados Generales de Tours de 1484—, ¿no resultaba fácil llegar a la conclusión de que un laico de vida santa es un sacerdote más verdadero que un maleclesiástico?
En noviembre de 1431, durante el concilio de Basilea, los husitas fijaron en la puerta de una iglesia de aquella ciudad un manifiesto en que se leía: «¿Por qué va a hacer Dios más caso de las oraciones de los clérigos y su rostro congestionado, por sus suntuosas vestimentas, o por su avaricia y sulujuria?».
Un siglo antes, Guillermo de Occam había compuesto la relación de los derechos espirituales que reivindicaba para los laicos. En general, a finales de la Edad Media podía preguntarse si la Iglesia, que había tenido dos o tres papas al mismo tiempo durante el Cisma de Occidente y que había quemado personajes tan santos como Juan Huss, Juana de Arco y Savonarola, seguía manteniendo la Verdad. ¿Debían pasar necesariamente por esta institución pletórica y cansada el diálogo entre Dios y el hombre y la salvación de las almas? Estas preguntas estallaron en la época de la Reforma, pero el progreso del elemento laico en la socie dad, el florecimiento del individualismo bajo las más variadas formas, la lenta y progresiva degradación del sacerdocio, y el consiguiente desprestigio de los sacramentos habían estado madurándolas durante mucho tiempo. No fue en 1517, fecha en que afirmó sus tesis contra las indul gencias, sino en junio de 1519, con ocasión de la controversia de Leipzig, cuando Lutero rompió con el catolicismo. Fue entonces cuando, acosado a preguntas, se negó a aprobar las condenas del concilio de Constanza contra Juan Huss. Un cristiano aislado —fuera sacerdote o no— podía llevar razón frente a un concilio, si Dios le iluminaba. Pocos meses después descubrió en la Epístola Primera de San Pedro la justificación de su actitud : la doctrina del sacerdociouniversal.
C. La Biblia. Humanismo y Reforma
1. La aparición del libro
En aquellos tiempos de confusión tenían más necesidad que nunca de apoyarse en una autoridad infalible. Pero, ¿dónde encontrar esta infalibilidad cuando se duda del sacerdote? Únicamente en Dios, en Dios desembarazado de los hombres. ¿Acaso no hablaba directamente con ciertas almas místicas privilegiadas? ¿No había confiado su mensaje a los evangelistas? La Biblia se convertía así en el último recurso, pero también en la roca que no cedía ante las tempestades humanas. Resultan comprensibles ahora las palabras de Lefevre d’Étaples: «No se debe afirmar de Dios nada más que lo que hemos aprendido de El por las Escrituras». Se aducirá que las masas no leían, pero la clase selecta que dirigía la sociedad sabía leer y se apasionaba cada vez más per la palabraescrita.
Petrarca y Nicolás de Cusa buscaron y descubrieron manuscritos de obras antiguas. Bessarion dio a conocer Platón a Occidente. Esta pasión por la palabra escrita, que es la fuente del humanismo, fue reforzada y difundida gracias al descubrimiento de la imprenta. Desde un punto de vista religioso, la aparición del libro impreso produjo una verdadera revolución con relación a las necesidades espirituales de laépoca.
Adolfo Occo, médico del arzobispo de Augsburgo, escribió en 1487: «La imprenta ha iluminado este siglo gracias a la misericordia del Todopoderoso. Este descubrimiento permite a la Iglesia ir al encuentro de su esposo adornada más rica mente».
Se estima que un 75 por ciento de la producción tipográfica de 1455 a 1520 correspondió a obras religiosas. La Imitación, las Biblias de los pobres, el Espejo de la humana salvación, el Ars moriendi, la Vita Christi de Rodolfo el Cartujo, y gran cantidad de obras piadosas, cono cidas ya en manuscritos, alcanzaron repentinamente una extraordinaria difusión. La Imitación fue impresa, antes de 1500, en diversas lenguas, sesenta veces. Gracias a la imprenta, la Biblia se extendió más amplia mente, antes de la revolución luterana, en el público letrado. Entre 1475 y 1517 se han catalogado al menos dieciséis ediciones de la Vulgata en París. En España, la célebre Biblia políglota de Alcalá (textos latino, griego y hebreo) apareció en 1514. Erasmo publicaba dos años después su Novum Testamentum. En general, desde la invención de la imprenta hasta 1520, no se conocen menos de 156 ediciones latinas completas de los libros sagrados» . Para los que sabían leer, pero ignoraban el latín, las Escrituras traducidas a lenguas vulgares fueron más accesibles que antes. Entre 1466 y 1520 aparecieron 22 versiones alemanas de la Biblia- La primera traducción italiana se realizó en 1471 y la primera holandesa en 1477. En París, el mismo rey de Francia pidió -—significativa iniciativa por parte de un laico — a su confesor Rély que imprimiera la primera Biblia francesa completa, que apareció en 1487. En España se imprimió la primera traducción castellana en Zaragoza en 1485, y una segunda, más exacta, debida a Montesinos, fue publicada en Toledo en 1512. Esta última edición fue reeditada varias veces en España y Portugal, hasta la prohibición de 1559 . En materia de piedad, el libro favorecía el indi vidualismo. La obra impresa hacía menos necesario al sacerdote y per mitía una meditación personal. Cuando ese libro era la Biblia, todo el mundo podía entender a Dios, hablarle y exponerse a interpretar a su manera el mensaje divino. Ya antes de Lutero la difusión de los libros religiosos estaba en vías de trastornar las creencias, de lo que es testimonio Séb, Brant, en su Nave de los locos 1494:
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«Toda Alemania rebosa de Biblias, de doctrinas sobre la salvación, de ediciones de los Santos Padres y de libros semejantes. Se han llegado a cometer grandes abusos en nuestro país. Se da vueltas y más vueltas a la Biblia, se le hace decir todo lo que se quiere, y se pone así en peligro la fe y la Biblia, que es el fundamento de la fe... Las olas asaltan por los cuatro costados la barca de Pedro. Hay que esperar muchos diluvios y catástrofes, ya que desde ahora no podrá saberse dónde está la verdad. La Sagrada Escritura está, por decirlo así, vuelta del revés y explicada al contrario de como lo hubiera hecho la voz de la divina verdad. El Anticristo está también en la gran nave. Ha enviado a su mensajero para que difunda la mentira por todo el país. Una fe truncada, una doctrina plagada de errores penetra cada día más en losespíritus».
Los reformadores no han «dado», pues, a los cristianos los libros sagrados traducidos en lengua vulgar que la Iglesia les habría negado anteriormente. Se ha producido exactamente lo contrario. Las traduccio nes de la Biblia empezaban a divulgarse y mitigaban la sed que los fieles sentían por las Escrituras. Así, la necesidad era muy superior a la oferta. Cada edición variaba entre los 250 y los 1600 ejemplares, y en 1520 había unos 6600 ejemplares de la Biblia alemana en circulación y 13500 en otras lenguas, además de 120000 salterios y 100000 libros del Nuevo Testamento . Era todavía muy poco. Por esto se explica el triunfo de la Biblia de Lutero, voluntariamente redactada en un alemán accesible atodos.
2. La solución humanista a los males de la iglesia
El mensaje divino puede ser deformado por las palabras en que se expresa, si éstas son inadecuadas. El humanismo quiso purificar el lenguaje en que se transmite la Palabra eterna, liberar a la Escritura de escorias y presentarla bajo una luz nueva. Con ello contribuyó a la Reforma, poniendo en duda la autoridad de la Vulgata y colocando a las ciencias filológicas por encima de todo magisterio. Introdujo el método crítico en las cienciasreligiosas.
Es sintomático que Lorenzo Valla 1405-1457, que demostró la falsedad de la donación de Constantino, haya puesto también de relieve en las Annotationes in Novun Testamentum, publicadas tan sólo por Erasmo en 1505, las inexactitudes y los contrasentidos de la traducción de San Jerónimo. La nueva pasión por el griego y el hebreo dio como resultado el alejar a los eruditos de la traducción latina que se había aceptado hasta entonces. Pico de la Mirándola llegó a pensar que la Biblia que conocían los cristianos de su tiempo era incompleta y que la Iglesia ha venido ignorando parte de la revelación divina. Se refería a la tradición oral judía o Cábala, que está recogida por escrito en los Libros de Esdras. Los humanistas en conjunto, e incluso Reuchlin, alumno de Pico y «Príncipe de los hebraizantes de su tiempo», no llegaron tan lejos como el joven sabio italiano. En cambio, Lefébre d’Étaples, en el Quincuplex Psallerium, y Erasmo, en el Novum Testamentum, no dudaron en corregir o ignorar la Vulgata.
«El Novum Testamentum de 1516 —escribe Bataillon—, prescinde de la Vulgata. Su razón de ser es la reconstrucción del texto griego. Éste, no obstante, está esta blecido con mediocre cuidado, ya que Erasmo. que sólo posee un manuscrito mutilado del Apocalipsis, no duda en traducir al griego, según la Vulgata, los versículos que le faltan. Al texto se le añade una nueva traducción latina, que no pretende sustituir a la Vulgata, pero que es profundamente revolucionaria, quiérase o no, ya que tiende a hacer vivir las palabras divinas con una vida nueva, como si hubiesen estado demasiado tiempo prisioneras de una traducción venerable, consagrada por el uso secular en liturgia yteología».
Siguiendo en esto el ejemplo y los métodos de Erasmo y de Reuchlin, Lutero profundizó sus conocimientos de griego y hebreo para traducir la Biblia alalemán.
El humanismo, en conjunto, ha sido mucho más religioso de lo que se ha sostenido durante mucho tiempo. Cierto es que se produjeron las extravagancias de la «Academia romana» y las genuflexiones de Pomponio Leto ante un altar dedicado a Rómulo. Ha habido cosas más graves, como la obra materialista de Pomponazzi. De Immortalitate animi 1516, y, sobre todo, el gran libro anticristiano de aquellos agitados tiempos, El príncipe, de Maquiavelo 1516. En conjunto, sin embargo, los humanistas fueron religiosos, peroindependientes.
Redescubrieron la Antigüedad y enlazaron con el verdadero Aris tóteles, fueron lectores de Platón y Plotino, y encontraron un gusto especial en sumergirse en los escritos esotéricos atribuidos a Hermes Trimegisto. Evolucionaron hacia una concepción optimista del hombre, que fue común a Nicolás de Cúsa, a Marsilio Ficino, a Pico de la Mirándola, a Tomás Moro, a Erasmo y a Rabelais. Descubrieron en el alma humana una aspiración natural hacia Dios y hallaron en cada religión una manifestación al menos parcialmente válida de este impulso hacia lo divino. El Congreso de todos los sabios de la Tierra, preconizado por Nicolás de Cúsa en su De pace fidei, la Teología platónica de Marsilio Ficino, el intento de conciliación efectuado por Pico de la Mirándola entre las enseñanzas de la Iglesia y las doctrinas que, según, él, habían precedido al cristianismo, incluida la Cábala, el célebre Discurso del mismo autor sobre la dignidad del hombre, el deísmo ampliamente tolerante de los habitantes de la Utopía son otras tantas pruebas de los sentimientos optimistas de loshumanistas.
Erasmo decía: «Hay una razón en todo hombre, y en toda razón una tendencia hacia el bien». Y añadía: «El perro nace para cazar, el pájaro para volar, el caballo para correr, el buey para labrar; así el hombre nace para amar la prudencia y las buenas obras». La naturaleza del hombre es «una inclinación, una propensión pro fundamente instintiva hacia el bien».
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Sin embargo. Lefévre d'Étaples, comentando a San Pablo, aconsejó en cierta ocasión: «Olvidemos el mérito de nuestras obras, que es insignificante o nulo, y celebremos la gracia de Dios, que lo es todo». Pero Lefévre, en quien se ha visto a veces un predecesor de Lutero, no daba a esta afirmación un valor absoluto. Rechazaba la predestinación y se esforzaba en conciliar la gracia y el libre albedrío.
Los humanistas no niegan el pecado original, pero en general no insisten sobre él. No iban hacia Dios por el camino de la desesperación, como Lutero. Concedían demasiado crédito al hombre para aceptar, cuando llegó la hora de la elección, la doctrina protestante de la predes tinación. Además, pregoneros de una doctrina de paz, desaprobaban la violencia y el cisma. Se comprende entonces por qué los representantes más notables de la filosofía del Renacimiento, John Fisher, Tomás Moro, Erasmo, Dudé, Rabelais e incluso Lefévre d’Étaples se negaran a pasarse al campo de la Reforma. Melanchton y Zuinglio fueron más bien excepciones. Se comprende también por qué algunos otros humanistas, como Franck, Servet, Castellion y Fausto Sozzini se encontraron a disgusto dentro de las ortodoxias protestantes y evolucionaron hacia posiciones cada vez más disidentes. Se erigieron en campeones del libre albedrío, del antidogmatismo y de la tolerancia. El luteranismo y el calvinismo fueron, en su fondo doctrinal, unantihumanismo.
¿quiere decir esto que el humanismo únicamente podía ser integrado por la teología católica de su tiempo? Hay que hacer aquí ciertas distinciones. L. Febvre ha escrito que no hubo un Renacimiento, sino Renaci mientos. Habría que decir lo mismo del humanismo: el plural es más adecuado que el singular. Fisher y Moro fueron martirizados porque permanecieron fieles a la Iglesia romana. Sadolet fue nombrado cardenal. Pero Erasmo se negó a serlo y murió sin el auxilio de los sacramentos. Lefévre d’Étaples no se adhirió a la Reforma y murió en 1536 refugiado en Nérac, donde no se hacía profesión de ortodoxia. Dieciesiete años antes, el gran humanista inglés John Colet había olvidado en su testamento las oraciones habituales a la Virgen y a los santos, y no había dejado dinero para sus misas. Los humanistas, al redescubrir la Escritura y limpiarla, como un cuadro, de las impurezas que la deformaban, aspiraban a una religión sencilla, vívida, evangélica, con pocos dogmas, en la que la humanidad habría buscado y encontrado la paz del corazón en la imitación de Jesús. Las ceremonias supersticiosas o farisaicas deberían ser sustituidas por un culto próximo al de la Iglesiaprimitiva.
En esta religión esencialmente práctica se habría insistido, en principio, en la caridad. Comentando las palabras de Cristo en el Evangelio de San Mateo (XI,30):
«Mi yugo es dulce», Erasmo escribía: «Verdaderamente el yugo de Cristo sería agradable si las pequeñas instituciones humanas no añadieran nada al que él mismo nos ha impuesto. No nos ha pedido más que amor, e incluso las cosas más amargas son convertidas por la caridad en dulces y soportables».
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Pero, a fuerza de purificar e interiorizar la religión, ¿no corrían- ciertos humanistas, especialmente Erasmo, el riesgo de desencarnarla ?' Mejor dicho: esta «filosofía de Cristo» de la que ya hablaba Petrárca y a la que Erasmo y Rabelais se adhirieron, ¿seguía siendo unareligión?
¿Debía mantenerse una liturgia? ¿No se veían comprometidas con esto las creencias fundamentales delcristianismo?
En el coloquio El náufrago, Erasmo pone en boca de uno de los interlocutores la siguiente broma de singular audacia: «Antes era Venus quien protegía a los marineros. Decíase que había nacido de la mar. Ahora han cesado sus funciones. En lugar de esta madre que no era virgen, han puesto una Virgen que eramadre».
En realidad, para Erasmo, había un importante aspecto mitológico en el cristianismo. ¿Creía en la divinidad de Cristo y en la presencia real en la Eucaristía? Anunciaba ya la crisis de la Encarnación que señaló el siglo xviii. La religión de Jesús, según expresa en una de sus cartas, «no era otra cosa que una verdadera y perfecta amistad».
Así, el humanismo preparó la Reforma en dos sentidos: contribuyó a este retorno a la Biblia, que era una aspiración de la época, e insistió en la religión interior desvalorizando la jerarquía, el culto de los santos y las ceremonias. Pero su concepción del hombre coincidía más con el catolicismo —al menos con el del siglo xx, que repudió al jansenismo— que con el pesimismo luterano y calvinista. «Demonial Calvino, impostor de Ginebra, engendro de Antifisia», exclamó Rabelais. Sin embargo, en su filosofía más profunda, el humanismo era adogmático y llevaba a una denegación de la teología: contra esto reaccionaron los ortodoxos protestantes y la Reforma católica. El deísmo del siglo de las luces tiene sus raíces en Castellion, Servet y lossocinianos.
Erasmo y sus amigos aportaron una solución insuficiente a las angustias de su tiempo. Tal vez el moralismo que preconizaban pudiera con venir a algunas almas selectas y apaciguar a eruditos, pero no bastaba a las masas, que tenían una aguda conciencia del pecado y que, sin embargo, se veían incapaces de redimirse. La solución humanista suponía una gran fuerza interior en cada uno de los fieles, esta «generosidad» casi estoica que Descartes alabará en el siglo siguiente. Pero si los hom bres del Renacimiento eran capaces, en el terreno de la acción, de los mayores heroísmos, nada les era más extraño que la paciente conquista de sí mismos. Era necesario, pues, que la teología viniera en su ayuda, ya mediante los sacramentos de la Iglesia romana, o con la justificación por la fe de la Reforma luterana. Melanchton fue a este respecto un testigo de admirable lucidez cuandoescribió:
«Pedimos dos cosas a la teología: consuelo contra la muerte y contra el Juicio final. Lutero nos las da. La enseñanza moral y civil es cosa deErasmo».
En la Biblia, muchos humanistas buscaban y descubrían ante todo unamoral,perolosacongojadoscristianos de comienzos del siglo xvi tenían sobretodo necesidad de una fe. pero la duda se había introducido en las mentes, y esta duda afectaba a la teología católica y la misión del sacerdote. ¿Debía uno aferrarse a los sacramentos o al rosario, a la misa o a los viacrucis, a Dios o a los santos? ¿Dónde estaba el sacerdote y dónde el laico? ¿A quién había que creer: al Papa de Roma o al de Aviñón? ¿A Juana de Arco o a los inquisidores? ¿A Juan Huss o al Concilio? ¿Al piadoso Savonaróla o al simoníaco Alejandro sexto? En el Concilio de Trento los obispos italianos, al menos los que procedían del clero secular, se sorprendieron al comprobar que no sabían qué pensar sobre la justificación por la fe.
Se comprende ahora la insuficiencia de las mejoras parciales que se produjeron en la Iglesia durante el siglo que precedió a la rebelión de Lutero. Es interminable la lista de los esfuerzos emprendidos en este sentido. La labor desarrollada por Nicolás de Cúsa en Alemania, y más todavíalaqueemprendióCisneros(1436-1517)enEspaña, el retorno a una regla más estricta de los agustinos de Alemania y de los dominicos de la Congregación de Holanda, la benefactora acción de los Her manos de la vida común, la creación de los Montes de Piedad, la fundación del Oratorio del amor divino en Génova y luego en Roma, las predicaciones de Vicente Ferrer, la legendaria santidad de Francisco de Paula: todo esto es anterior a Lutero, y Roma ha canonizado a noventa personas que vivieron entre 1400 y 1520. Durante este período hubo, pues, reformas, pero no una Reforma, porque el impulso no venía del centro. Únicamente la conmoción del cisma protestante obligó a Roma a reconciderar su teología, a clarificar su doctrina y a revalorizar el sacerdote y los sacramentos. Lutero, Calvino y todos los reformadores estaban convencidos de la irremediable decadencia de la Iglesia romana, en lo que se equivocaron por completo. El resurgimiento de ésta constituyó una sorpresa extraordinaria. En cualquier caso, las dos Reformas con trarias correspondieron a un mismo despertar de la concienciacristiana.
CApítULo II
De Lutero a Melanchton
A. Triunfo deLutero
1. el hermano Martín
Lutero —1483 (?)- 1546— fue conducido por su propia desesperación al «descubrimiento de la misericordia».
Nació en Eisleben y era el hijo mayor de un campesino que se había convertido en «minero»; es decir, en pequeño propietario de minas, ascendido socialmente gracias a su trabajo. Lutero recibió una educación severa, como era costumbre en su época. Alumno aplicado, fue enviado por su padre a la escuela catedralicia de Magdeburgo, dirigida por los Hermanos de la vida común, a la escuela de Eisenach y finalmente a la Universidad de Erfurt, donde recibió el título de bachiller en 1502 y de doctor en filosofía en 1505. Iba a empezar sus estudios de derecho, cuando el 2 de julio de 1505, al regresar solo de Mansfeld a Erfurt, fue sorprendido por una fuerte tormenta, e hizo este voto: «Santa Ana, si me ayudas, me haré monje». Efectivamente, el 17 de julio invitó a sus amigos a una comida de despedida y les anunció que entraba en las Ermitas de San Agustín de Erfurt. Su padre desaprobó esta decisión, pero acabó por dar de mala gana suconsentimiento.
Lutero hubiera podido conseguir fácilmente la invalidación de una promesa arrancada por el miedo. Pero perseveró en su proyecto, sin duda porque «había tomado súbitamente conciencia (en el camino de Erfurt) de lo que ocurría en lo más recóndito de su alma». El rayo que casi le fulminó le pareció «una llamada solemne de Dios». Temió morir sin preparación suficiente. El problema de la salvación se convirtió en su gran angustia. Como ha escrito Lucien Febvre, «lo que importa a Lutero, de 1505 a 1515, no es la reforma de la Iglesia, sino Lutero, el alma de Lutero, la salvación de Lutero. Únicamente esto». El día de su primera misa, el 2 de mayo de 1507, transcurrió bajo el signo de la inquietud. En el momento de alzar la hostia y el cáliz le entró miedo, al encontrarse solo e indigno ante el Todopoderoso. Sin embargo, durante la comida, el joven monje habló a su padre del «carácter divino de su vocación y de la voluntad celestial manifestada durante la tormenta». Su padre le respondió: «Dios quiera que no sea una llamada del diablo», frase que el hermano Martín no olvidó jamás. En el 1521 dedicó a su padre su tratado De votis monasticis.
Lutero fue en el convento un monje escrupuloso. Mucho más tarde declaró, tal vez exagerando un poco:
«Puedo afirmar que he sido un monje piadoso. He observado la regla tan severamente que puedo decir: si un monje ha alcanzado el cielo por su conducta dentro de la comunidad, yo también lo habría alcanzado. Todos mis compañeros de claustro que me conocieron pueden atestiguarlo. De haberse prolongado esta situación, me habría matado a fuerza de vigilias, plegarias, lecturas y otros trabajos». ¿Por qué sometía su cuerpo a tales ayunos y privaciones? Porque trataba de conseguir la certeza de que con estas «obras» obtendría el perdón de sus pecados.
Al esforzarse en seguir rigurosamente la regla, Lutero y los religiosos de Erfurt recelaron de los proyectos dei vicario general de la Orden para Alemania, Staupitz, que quería reunir en los mismos conventos a observantes y conventuales. En Erfurt se temía un debilitamiento de la atmósfera religiosa de la comunidad. Lutero apreciaba profundamente a Staupitz. Sin embargo, aceptó el ser delegado por sus herma nos para defender en Roma la causa de la no reunión de las dos fracciones de la Orden. Permaneció cuatro semanas en la ciudad eterna (fines de 1510 a princi pio de 1511), no vio al Papa y fracasó en su misión. Es difícil hacerse una idea exacta de sus sentimientos en el momento de este viaje. Sus confidencias a este res pecto son posteriores a 1530. fecha en que estaban ya cortados todos los lazos con Roma. Se sabe que hizo una confesión general y que ganó muchas indulgencias. Admiró la organización del hospital del Santo Spirito.
Este viaje no parece haber sido decisivo en la evolución interior del monje sajón. Sin embargo, abandonó su hostilidad hacia los conventuales, y Staupitz, en el verano de 1511, le envió a Wittemberg, convento más favorable a los proyectos del vicario general. En 1512, el hermano Martín fue nombrado doctor en teología: pronto acumuló las funciones de predicador conventual, predicador parroquial, profesor de la universidad y superior de la comunidad. En 1513 inició en la universidad los cursos sobre el Psulterio, que duraron hasta 1515. De 1515 a 1516 comentó la Epístola a los Romanos, y, a partir de octubre de 1516, la Epístola a los Galatas: de Pascua de 1517 a Pascua de 1518, la Epístola a los Hebreos.
Al ingresar en el convento, el hermano Martín recibió una Biblia. Por otra parte, meditó sobre San Agustín y Pedro Lombardo y levó las obras de los místicos alemanes del siglo XV. la del dominico Tauler y la Theologia deutsch, de autor desconocido. Lutero será un místico toda su vida y guardará este mensaje de que el hombre debe abrir su corazón a la acción de Dios y sufrirla casi pasivamente. Pero, hacia 1512-1515, tratando de buscar su salvación, Lutero se burlaba del occa- mismo que se enseñaba en la época. Había leído los libros de Gabriel Biel, célebre occamista del siglo XV. El occamismo, al separar radical mente dos terrenos —el de la naturaleza abierta a la observación y a la acción del hombre y el de Dios, que sólo puede conocerse por la revelación—, llegaba a conclusiones contradictorias. En el primer terreno, la voluntad humana tiene un vasto campo. «Puede, por sus potencias naturales, conformarse en todo a la recta razón» (P, d’Aily). «El hombre puede evitar sin la gracia todos los pecados mortales»(G, Biel), y por ello tener derecho al «adorno» de la gracia santificante y a la remisión de los pecados. Pero Dios es insondable —éste es el segundo aspecto de la teología occamista—. ¿Quién puede adivinar lo que piensa el Todo poderoso y cómo juzga? ¿Cómo saber, pues, si los actos que creemos dignos de alabanza lo son también a los ojos de Dios? Lutero se debatía en estas contradicciones. Sobre todo se sentía, a pesar de sus esfuerzos y buenas obras, indigno de recibir el «adorno» de la gracia. Cuando haya descubierto su doctrina, abandonará totalmente el voluntarismo de Biel, pero conservará la idea de la trascendencia absoluta de Dios, de un Dios al que las buenas obras no podrían obligar, pero que murió para salvar nos. Fue Staupitz quien, parece ser, indicó a Lutero en qué dirección encontraría la paz del alma: no debe buscarse el amor en las mortificaciones, sino amar primero; y el arrepentimiento vendránaturalmente.
«El verdadero arrepentimiento empieza por el amor de la justicia y de Dios».
2. El descubrimiento de la misericordia
En su comentario del salmo Centésimo décimo octavo, Lutero, que cada vez se mostraba más opuesto a los observantes, estaba ya definiendo su propia doctrina:
«Ahora tenemos que combatir a los hipócritas y a los falsos hermanos..., que se vanaglorian de su santidad por sus observancias... Los pecados nos son redimidos, no por nuestras obras, sino por la sola misericordia de Dios, que no nos los imputa»
En todo caso, cuando comentó la Epístola a los Romanos (1515-1516), Lutero había ya descubierto el tema central de su teología. Al identificar pecado y tentación» según la tradición escolástica de Pedro Lombardo, se convenció de que el hombre permanece pecador e indigno toda su vida y es, pues, totalmente incapaz de merecer la eterna felicidad. El pecado original ha sido demasiado profundo, demasiado grave. Pero Dios se niega a considerar las faltas del pecador; no se las imputa. Dios es misericordia. San Pablo escribía a los romanos (III, 28, y IV,6-8):
«El hombre está justificado por la fe, independientemente de las obras de la ley... David también celebra la felicidad de aquel a quien Dios confiere la justicia independientemente de las obras. Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien Dios no imputó pecado.»
y explica el hermano Martín:
«No se trata aquí solamente de los pecados cometidos con obras, palabras o pensamientos, sino también de la inclinación al mal... Es un error creer que este mal pueda ser curado con las obras, puesto que la experiencia demuestra que, a pesar de todas las buenas obras, esta apetencia del mal subsiste y nadie está exento de ella, incluso un niño de un día. Pero es tal la misericordia divina que, aunque el mal subsiste, no es tenido como pecado por los que invocan a Dios y le piden con lágrimas su liberación... De esta forma somos pecadores a nuestros ojos y, a pesar de esto somos justos ante Dios por la fe».
Así encontró Lutero la solución de su drama interior, y la doctrina de la justificación por la fe se convirtió en la piedra angular del protestantismo oficial.La Iglesia romana, por el contrario, llegó a una distinción. tal vez más clara en el pasado, entre pecado y tentación. Hizo suyas las palabras de San Pablo de que Dios concede al hombre una gracia superior a las tentaciones. En sentido contrario, Lutero minimizó desde entonces los pecados actuales y también los esfuerzos para vencer la inclinación al mal; insistió en el pecado original y en la innata tendencia del hombre hacia el pecado. Sin la bondad de Dios, que perdona gratuitamente y que no atribuye al pecador esta radical perversión, el hombre estaría irremediablemente condenado. Para Lutero, no tardarían en perder su importancia los sacramentos que distribuyen las gracias actuales. Para él contará sobre todo la iluminación interior, que nos asegura la no imputación de nuestra miseria moral. El diálogo interior entre Dios y el creyente tiene más valor que la liturgia y los sacramentos, que los intermediarios entre el Salvador y el salvado.
Sólo la fe otorga la salvación, y no las buenas obras, especialmente las «falsas buenas obras» adquiridas con dinero. Quien se crea salvado porque ha comprado indulgencias se adormece en una falsa seguridad. La intervención de Lutero en 1517 se explica, pues, por su posición doctrinal. En Wittenberg desaprobó la acumulación en la iglesia del castillo de Federico el Prudente, de 17413 reliquias, cuya veneración permitía obtener 128000 años de indulgencias; también desaprobó el privilegio otorgado a esta misma iglesia de distribuir las indulgencias de la porciúncula (a pena y a culpa) en cada festividad de Todos los Santos. Mientras Tetzel y los demás predicadores de indulgencias con cedidas por el Papa a los que contribuyeran con sus limosnas a la reconstrucción de San Pedro, predicaban en las cercanías de los territorios del Elector, Lutero eligió la fecha de Todos los Santos para lanzar su grito de alarma. Fueron las 95tesis:
Que desaparezcan pues, todos estos profetas que dicen al pueblo de Cristo:
«Paz, paz», y la paz dista mucho de reinar. Bienaventurados, por lo contrario, los profetas que dicen al pueblo de Cristo: «Cruz, cruz»... Hay que exhortar a los cristianos a entrar en el cielo con muchas tribulaciones, antes que a descansar en la seguridad de una falsa paz (tesis 92-95).
El Papa no quiere y no puede liberar de otras penas que de las que él mismo ha impuesto por su propia autoridad y por la autoridad del derecho canónico (tesis 5).
El Papa sólo puede perdonar las faltas declarando y confirmando que Dios las ha redimido, a menos que se trate de casos reservados a él... (tesis 6).
El tesoro de la Iglesia (del que ésta cree nutrirse para conceder las indulgencias) no consiste en los méritos de Cristo y de los santos, porque éstos obran constante mente, y sin intervención del Papa, la gracia en el hombre interior... El verdadero tesoro de la Iglesia es el santísimo Evangelio de la gloria y de la gracia de Dios
El que da sus bienes a los pobres o ayuda a los necesitados, obra mejor que si comprase indulgencias... Salvo que posean riquezas superfluas, los cristianos deben aplicar sus bienes a proveer las necesidades de sus hogares antes que prodigarlos comprando indulgencias (tesis 41-67).
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De esta manera afirmó Lutero públicamente la permanencia del pecado en nosotros, y sostuvo que esto debe producirnos una perma nente inquietud. Restringiendo el «poder de las llaves», negaba a la jerarquía poder suficiente para borrar las penas del purgatorio, es decir, las penas decididas por Dios para el más allá. Afirmaba, tímidamente todavía, que el pecado sólo es perdonado por Dios, ya que la «confirma ción» dada por los sacerdotes le parecía útil, pero no indispensable. Exaltaba el amor al prójimo y el cumplimiento de los deberes cotidianos. Subrayaba la importancia del Evangelio, único tesorocristiano.
3. hacia la ruptura
el 31 de octubre Lutero envió sus 95 tesis al arzobispo Alberto de Maguncia, quien, muy molesto, las remitió a Roma. Allí se encargó a un renombrado tomista, el cardenal Cayetano, que las estudiara. No tardó en abrirse proceso al hermano Martín ante la Cámara apostólica. En Alemania se desencadenó la polémica.
Las tesis, impresas y vendidas por las calles a instancias de Lutero, alcanzaron un éxito inusitado. Eck, vicecanciller de la Universidad de Ingolstadt, publicó anotaciones (Obelisci) sobre ellas, y Lutero respondió con sus Asterici. Staupitz, encar dado por Roma de lograr la sumisión de su subordinado, convocó un capítulo de los agustinos en Heidelberg (abril de 1518). Lutero habló en él más de su doctrina fundamental que de lasindulgencias:
despues de la caída, el libre albedrio no es mas que un hombre: haciendo lo que puede, el hombre peca mortalmente... El hombre debe desesperar por completo de sí mismo con objeto de hacerse capaz de recibir la gracia de Cristo».
Entre los oyentes se encontraba un joven dominico alsaciano, Martín Bucero, que fue después el reformador de Estrasburgo. De vuelta a Wittenberg, Lutero se dirigió a Staupitz, para que defendiera ante León décimo, 97 justificaciones (Resolutiones) de sus tesis del año anterior, acompañadas de una carta para el Papa, carta filial y respetuosa, pero que terminaba con esta frase: «No puedo retractarme». Poco después publicaba su Sermón sobre la excomunión donde, siguiendo a San Agustín, distinguía entre una excomunión justificada y otra injustificada que la víctima debía soportar con paciencia y mansedumbre. El 7 de agosto de 1518 recibió a la vez una citación para que compareciera en Roma en el plazo de dos meses y un libelo redactado por Prieras, uno de los que debían juzgarle en la Cámaraapostólica.
¿Qué necesidad había de ir a Roma? Lutero aceptó, sin embargo, reunirse con Cayetano con ocasión de la Dicta de Augsburgo (octubre de 1518). Este diálogo fue negativo. El hermano Martín se remitía al arbitraje de las universidades y, al mes siguiente, lanzaba su Llamada al futuro concilio. Cada vez estaba más protegido por su príncipe, el piadoso Federico el Prudente, quien se negó a entregarlo a Roma. Federico respondió, primero a Cayetano, y luego a Millitz, camarero del Papa, que acudió a pedir la entrega de Lutero, que no quería castigar a ninguno de sus súbditos antes de que fuera declarado convicto de herejía por una universidad alemana, después de una discusión pública. Miltitz se convenció, además, de que la detención de Lutero desencadenaría una rebelión en Alemania. Prefirió, pues, tratar de llegar a un acuerdo con el hermano Martín (enero de 1519): éste pondría fin a toda polémica sobre las indulgencias y sus adversarios se callarían también. Él rogaría al Papa que transfiriera la causa de Lutero a un obispo alemán, El agustino redactó en febrero un pequeño tratado en el que se mostraba conciliador y respetuoso con Roma. ¿Significaba ésto la reconciliación?
El acuerdo de enero de 1519 era precario. Los adversarios de Lutero permanecían al acecho y él mismo pronunció, el 22 de febrero, un vio lento sermón contra el poder pontificio. La Disputa de Leipzig «julio de 1519; llevó a la ruptura. Eck debía competir con Carlstadt. uno de los primeros discípulos de Lutero. Pero, habiendo tomado fácilmente ventaja el profesor de Ingolstadt, Lutero sustituyó a su amigo. Los dos adversarios eran ahora de talla. Eck conocía admirablemente los Santos Padres y los decretos de los concilios; Lutero dominaba las Escrituras. El uno tenía «una voz potente y una memoria prodigiosa, el otro, «una voz clara y tajante, la palabra fluida y rica de pensamientos y expresiones, el tono unas veces duro, otras despectivo, impetuoso o mordaz». Eck no trató de convencer caritativamente a su antagonista, sino que se esforzó en empujarlo a posiciones extremas, ya que el «doctor hiperbólico» , «era fácilmente arrastrado al exceso». recordando el conflicto que, en la Iglesia primitiva, había enfrentado a Pablo y Pedro, Lutero concluyó: 1.° Que Pablo era entonces independiente de Pedro, quien no era, pues, el pastor de toda la Iglesia apostólica: 2.° Que Pedro no era infalible, puesto que Pablo le había convencido de su error. Insistiendo además en la falsedad de la donación de Constantino, el agustino atacó el poder temporal de los papas. Pero, Lutero había apelado al concilio con anterioridad. Eck le hizo reconocer que el concilio de Constanza había condenado fórmulas que él, Lutero, tenía como cristianas, entre ellas ésta: «Para salvarse, no es necesario creer que la Iglesia de Roma es superior a las demás». ¿Por qué, pues, apelar alconcilio?
De vuelta a Wittenberg, Lutero buscó una justificación a la posición que había adoptado en Leipzig. La encontró en la Primera Epístola de San Pedro (II, 9):
«Vosotros (cristianos) sois un linaje escogido, un real sacerdocio, una nación santa, un pueblo que Dios ha formado, a fin de anunciar las virtudes de aquel que os ha llamado desde las tinieblas a una luzadmirable.»
Ésta es la teoría del sacerdocio universal. A partir de aquel momento, sin negar la utilidad de la jerarquía, Lutero ya no verá una naturaleza distinta en los sacerdotes y los fieles. Y si un simple creyente está iluminado por el Espíritu, sabe más que todos losconcilios.
4. Los principales escritos de Lutero
En febrero de 1520 los doctores de Colonia y Lovaina censuraron muchas proposiciones extraídas de las obras de Lutero, quien los trató de «teólogos crasos». Estas condenas y los argumentos de Eck constituyeron las sustancia de la bula Exsurge Domine, por la que León décimo declaró heréticas 41 fórmulas extraídas de los escritos del agustino. En caso de que no se sometiera, su autor —que no era nombrado— sería excomulgado sesenta días después de la publicación en la bula. Fechada en 15 de junio, ésta fue publicada en Alemania, por solicitud de Juan Eck, el 17 de noviembre. El 10 de diciembre Lutero invitó a profesores y estudiantes de Wittenberg a asistir a la «quema de libros de derecho eclesiástico». En medio de estos libros arrojó un ejemplar impreso de la bula. Después mostró un escrito muy violento, Por qué los libros del Papa y de sus discípulos han sido quemados por el Dr. Martín Lutero. En la Dieta de Worms, abierta a principios de 1521 por el joven emperador Carlos quinto, fue convocado Lutero, quien acudió con un salvocon ducto y entró en la ciudad, el 16 de abril, rodeado de un centenar de caballeros. Invitado a abandonar su doctrina,rehusó:
«No puedo ni quiero retractarme, porque no es bueno ni sincero obrar contra la propia conciencia. ¡Que Dios me ayude!¡Amén!»
El oficial insistió por última vez:
«Deja tu conciencia, hermano Martín: lo único que no ofrece peligro es la sumisión a la autoridadestablecida.»
Lutero rehusó una vez más: la ruptura se había consumado. La Dieta desterró del Imperio al reformador i Edicto de Worms .
Entre tales inquietudes y amenazas, Lutero escribió sus obras principales.
En El papado de Roma (junio de 1520) definió que llegaría a ser la base de la eclesiología protestante más auténtica. «El reino de Dios está dentro de nosotros mismos», y la verdadera Iglesia es «la cristiandad espiritual, interior». La Iglesia visible es, por lo contrario, una institución puramente humana. No puede, pues, identificarse un cuerpo eclesiástico, sea cual sea, con el cuerpo místico de Cristo.
En la Llamada a la nobleza cristiana de la nación alemana (agosto de 1520) atacó a los «tres muros de la Romanidad»: la pretendida superioridad del poder pontificio sobre el poder civil (la Iglesia sólo debería tener autoridad espiritual); el derecho que se arroga el Papa de interpretar él solo la Sagrada Escritura; la superioridad del Papa sobre los concilios, Lútero llamaba a los príncipes, nobles y magistrados, en tanto que miembros influyentes del pueblo cristiano, a luchar contra la tiranía de Roma y a laborar por la reforma de la vida cristiana. Insistía especial mente en la teoría del sacerdociouniversal.
La Cautividad babilónica de la iglesia apareció en octubre de 1520, primero en latín y luego en alemán. En ella se trata fundamentalmente de los sacramentos. Por medio de ellos, Roma ha conseguido someter toda la vida cristiana al estricto dominio de la jerarquía. Los medios de la gracia se han convertido en medios de do minación. La Iglesia es incapaz de borrar con el bautismo el pecado original, y el sacramento no posee esta fuerza mágica. Pero el bautismo, administrado a un niño que es todavía incapaz de desearlo, significa la gracia gratuita del Señor, la per manente bendición del Padre a sus hijos. Lutero lamenta que en la misa se haya privado del cáliz a los fieles, manifiesta que la misa en latín resulta ya incomprensible para los fieles: rechaza la transubstanciación y se inclina ya hacia la consubstanciación del pan y el vino permanecen junto al cuerpo y la sangre del Salvador). El sacerdote no renueva el sacrificio de la cruz, que ya tuvo lugar en el Calvario de una vez para siempre. La cena es la conmemoración de la muerte de Cristo, no una ofrenda que hacemos a Dios y con la que podemos influir sobre Él. . Así Lútero escribe: «La misa es una promesa divina que no sirve a nadie, de la que nadie puede aprovecharse, excepto el que cree por sí mismo». De la concepción romana se derivan los sufragios, las misas de aniversario y otros medios con que la Iglesia obtiene dinero. Los demás sacramentos son rechazados. Lutero reprocha violenta mente a Roma el haber hecho de la penitencia, gracias a la confesión auricular, un poderoso medio de dominio sobre los fieles. Lo cierto es que éstos, una vez que han recibido la iluminación de la fe, han llegado a ser libres. Todo atentado contra esta gloriosa libertad de los hijos de Dios, es un pecado contra la libertad de la iglesia.
El tratado De la libertad del cristiano ,, aparecido en noviembre de 1520, es sin duda la obra más bella del reformador. Su tema es elsiguiente:
«El cristiano es un hombre libre, dueño de todas las cosas: no se halla sometido a nadie. El cristiano es un servidor obediente, se somete atodos.»
El alma iluminada por la fe recibe la certidumbre de una liberación completa de todo lo que no sea Dios, ocurra lo que le ocurra a su cuerpo y al «hombre exterior». Dios es la fortaleza del alma. Pero la libertad del alma se halla amenazada por el egoísmo del hombre natural. El cristiano debe, pues, santificarse, permaneciendo vigilante, sin pretender, no obstante, que esos ejercicios ascéticos —que cada uno elegirá según su temperamento— puedan en ningún caso conseguirle la salvación. Ésta es «donada» desde un principio; las buenas obras derivan natural mente de ella. Dios, que es amor, inspira el amor desinteresado a Él y al prójimo. El cristiano obedecerá alegremente la ley de solaridad, a la que Jesús se sometió: será todo entodos.
El tratado Sobre los votos monásticos (fines de 1521) es de un tono menos irónico. Ataca de hecho a todos los votos eclesiásticos. Lutero no encuentra en el Evangelio, que ordena someterse a todos, la menor referencia a ellos. Ahora bien, el religioso hace voto de someterse a un solo superior. Sacerdote-, monjes y monjas se sustraen, por otra parte, al cuarto mandamiento al desinteresarse de sus ancianos padres. Por último, la castidad no es posible para todo el mundo. Muchos religiosos y religiosas leyeron esta obra «le Lutero y abandonaron elconvento.
5. rápida difusión de las ideas luteranas
Muchos humanistas alemanes, viendo en el monje sajón un liberador de la vida religiosa, se adhirieron a su doctrina: entre ellos estaban Justus Joñas. Ulrico de Utten y Felipe Melanchton. Este último llegó a ser el discípulo predilecto del reformador y dio forma, en 1521, a la doctrina del maestro en sus célebres Loei communes. Algunos artistas, como Durero, los Cranach y Holbein, abandonaron la Iglesia romana. La pequeña nobleza, dirigida por Franz de Sickingen y Ulrico de Hutten, sostuvieron ardientemente a Lutero. Los burgueses urbanos se inclinaban también por la Reforma. En 1521, Constanza se negó a aplicar el edicto de Worms. En 1523, la Dieta de Nuremberg hizo otro tanto. Esta ciudad adoptó la Reforma en 1524. Esta misma actitud fue tomada, entre 1522 y 1525, por numerosas ciudades suabas y, más al norte,por Erfurt, Magdeburgo, Halberstadt, Breslau y Brema. En 1523 el obispo de Koenigsberg estableció el luteranismo en su diócesis. En 1525 el gran maestre de la Orden teutónica Alberto de Brandeburgo, «enamorado de la teología y sinceramente piadoso» , secularizó su Orden y se con virtió en duque de Prusia. Desde entonces la Reforma alcanzó a las ciudades costeras del Báltico, desde Lubeck a Riga. Los príncipes habían dudado al principio en imitar a Federico el Prudente. Sin embargo, respondiendo a la formación de una liga de príncipes católicos en 1525, Juan de Sajonia, sucesor de Federico (muerto en 1525), y Felipe de Hesse constituyeron la alianza de Torgau 1526. En aquel mismo año la Dieta de Spira se negó a aplicar el edicto de Worms. Cuando, en 1529, una nueva Dieta trató de ponerlo nuevamente en vigor, seis príncipes y catorce ciudades protestaron. Entonces se les dió el nombre de protestantes. Además, en estas catorce ciudades no estaban comprendidas Hamburgo, Brunswick y Lubeck, que también eran partidarias de la Reforma. En marzo de 1531 se selló definitivamente la liga de Smalkalda. El movimiento de adhesión al luteranismo progresó durante los años siguientes. En 1543 el duque de Cléveris se pasó al protestantismo, siendo seguido en 1545 por el duque de Brunswick y en 1546 por el Elector palatino Federico segundo.
En tanto, la liga de Smalkalda sufría graves dificultades: Felipe de Hesse, quien con la secreta avenencia de Lutero, Melanchton y Bucero había incurrido en el delito de bigamia, que en el Imperio era castigado con la pena de muerte, era rehén de Carlos quinto. Por otra parte, el yerno de Felipe, Mauricio de Sajonia, se alió en 1546 con el emperador, con el propósito de dividir a los príncipes protestantes. En Mühlberg (24 de abril de 1547) Carlos quinto y Mauricio de Sajonia derrotaron a las tropas dle la liga de Smalkalda. El elector Juan Federico fue hecho prisionero, y la misma suerte corrió pronto Felipe de Hesse, quien de nuevo se había separado de Carlos quinto. Por el Interim de Augsburgo, proclamado ley del imperio el 15 de mayo de 1548, el emperador trató de imponer a Alemania una «camisa de fuerza». Las dos únicas concesiones hechas a los reformados alemanes eran la comunión bajo las dos especies y el matrimonio de los clérigos. Pero el Interim fue abolido en 1552 por la paz de Passau, porque, a instigación de Enrique segundo, los príncipes protestantes habían tomado nuevamente las armas y Mauricio de Sajonia se había vuelto contra Carlos quinto. Éste estuvo a punto de ser capturado por sorpresa en Innsbruck.
Cuando se firmó la paz de Augsburgo, aceptada por Fernando de Habsburgo en 1555, que repartía Alemania entre el luteranismo y el catolicismo siguiendo el principio Cujus regio, hujus religio, las dos terceras partes del país eran luteranas. Únicamente seguían siendo fieles a Roma la ciudad imperial de Aquisgrán, los obispos de Munster y Paderborn, los arzobispados de Tréveris y Colonia, los obispos de Maguncia, Worms y Spira, los de Fulda, Wurzburgo y Bamberg, y los países bávaros.
Mapa 1 — La Liga de Smalkalda
El luteranismo, además, había rebasado ampliamente lo limites de Alemania. Suecia, que comprendía finlandia, que alcanzó la independencia en 1523, se orientó progresivamente desde entonces y sin luchas hacia la Reforma. Entre 1526 y 1536 ésta triunfó en Dinamarca y Noruega. En los Países Bajos, Carlos quinto publicó en 1520 las célebres ordenanzas contra la herejía, Fue organizada una Inquisición del Estado. A pesar de todo, el protestantismo se estableció en Tournai y especial mente en Amberes. En esta ciudad murieron, en 1523, los dos primeros mártires de la Reforma. En Estrasburgo, Bucero. Capitón y Hedió establecieron entre 1523 y 1524 el culto reformado e hicieron escuela en Mulhouse. Gran parte de Suiza abandonó Roma: Zurich en 1523, a instancias de Zuinglio, Saint-Gall en 1524 y Berna en 1528. Al mismo tiempo, una parte del cantón de Appenzell y los valles inferiores de los Grisónes siguieron su ejemplo. En 1529, Ecolanipadio, apoyado por la burguesía ciudadana, abolió el culto católico en Basilea: Guillermo de Farél hizo lo mismo en Neuchátel en 1530, y en Ginebra en 1536. En 1523 Farél estableció en París la primera iglesia reformada de Francia, y en este año murió el primer mártir pro testante francés. Once años después estalló el escándalo de los libelos. En Inglaterra. Thomas Cromwell, que incitó a Enrique octavo a romper con Roma, simpatizaba con los luteranos. En 1528 moría el primer mártir protestante de Escocia. En Sevilla y en Valladolid y, sobre todo, en Nápóles, en el círculo de Juan de Valdés, y en Ferrara, en la corte de Renata de Francia, las doctrinas de Lutero eran bien acogidas. En Bohemia, terreno ya preparado por Juan Huss, en Moravia y especialmente en Hungría y Transilvania, extensos sectores de la población fueron conquistados por la Reforma. Finalmente, hacia 1555, el luteranismo contaba con numerosos partidarios en la Alta y Baja Austria, en Estiria, en Carintia y en Carnióla, en Posnania polaca y enLituania.
El desarrollo de los acontecimientos en Bohemia y Moravia merece una mención especial a causa de su complejidad. A principio del siglo xvi tres grupos religiosos coexistían en esta parte de Europa: los católicos, los utraquistas y los hermanos bohemios. Los segundos insistían especialmente en la comunión bajo las dos especies. Los hermanos bohemios, más radicales, mantenían el celibato, pero rebautizaban a los que entraban en su secta. Su liturgia se componía sobre todo de plegarias y cantos en lengua checa. La reforma luterana no dejó de ejercer su influencia sobre cada una de estas dos sectas separadas de Roma. En 1522 un cura utraquista visitó a Lutero, quien exhortó al Consejo de Praga para que rechazara, a fin de seguir siendo fieles al espíritu de Juan Huss, cualquier tipo de aproximación con Roma. Un cierto número de utraquistas evolucionó hacia la Reforma y proclamó como única fuente de fe la Sagrada Escritura. Esta actitud los acercaba a los hermanos bohemios. Éstos habían saludado con entusiasmo desde un principio la aparición de Lutero. Después se dieron cuenta de que el reformador alemán rechazaba el nuevo bautismo y el celibato eclesiástico, en el que ellos creían. Lutero, por su parte, se burlaba de la austera moral de los hermanos, que entonces no admitían la salvación por la fe. Pero diversas concesiones por ambas partes permitieron un entendimiento en 1542. Los hermanos admitieron la justificación por la fe, transigieron sobre la disciplina y aceptaron la presencia real en la Eucaristía. Al ser perseguidos por Fernando primero la mayoría de ellos se refugiaron en Prusia, Polonia y Moravia. En la Dieta del reino, en 1575, la mayor parte de los nobles y la casi totalidad de los diputados de las ciudades se declararon partidarios de los utraquistas radicales. Éstos se pusieron de acuerdo con los hermanos que habían permanecido en el país para redactar una Confesión checa, ampliamente luterana, pero «colorearla por las tradiciones husitas y dando cabida a las fórmulas de los hermanos». En 1608 Rodolfo de Habsburgo permitió a los utraquistas radicales y a los hermanos practicar libremente su culto sobre la base de la Confesión de 1575. Así, a comienzos del siglo xvii, el protestantismo estaba representado en el reino de Bohemia por los que aceptaban la Confe sión de 1575, por los alemanes estrictamente luteranos y por los calvinistas, que estaban haciendo sensibles progresos. La guerra de los Treinta Años barrió a unos y otros del reino.
39 Mapa II. — Avances de laReforma en Europa central y septentrional
Hacia el 1555 el protestantismo realizaba grandes progresos en los Países Bajos y en Austria. La situación del catolicismo era también muy comprometida en Bohemia, Moravia y Polonia.
1. 1.Límites del sacro imperio romano germánico. 2. países católicos. 3. Países protestantes
B. Las dificultades de Lutero
Al ser desterrado del Imperio, Lutero no podía ser recibido por nadie. Si era reconocido, podía ser muerto o al menos entregado a la justicia. Pero incluso antes que se publicara el edicto, unos caballeros enviados por Federico el Prudente se apoderaron del reformador, al que. velando por su seguridad, trasladaron al castillo de Wartburg. Con el nombre de Caballero Jorge permaneció en él hasta el 6 de marzo de 1522. Después pasó el resto de su vida en Wittenberg y sólo volvió a Eisleben. su ciudad natal, para morir en ella(1546).
Lutero fue siempre un gran trabajador y su obra da la impresión de una «plenitud torrencial». En Wartburg no sólo compuso el tratado de los votos mo násticos, sino muchos más escritos sobre la misa, la confesión, las excomuniones, los salmos, las Epístolas y los Evangelios. Al perfeccionar su conocimiento del griego y del hebreo, pudo publicar en 1522 su traducción del Nuevo Testamento. La primera edición completa de su Biblia, ilustrada por Lucas Cranach, data de 1534. Seguida mente, Lutero, ayudado por Melanchton, y muchos otros eruditos, retocó su edición y añadió comentarios. Lutero, como muchos humanistas, había abandonado la Vulgata y preferido el texto original. Su alemán era correcto y sencillo al mismo tiempo, y por tanto accesible a la gente del pueblo. El éxito de su Biblia fue enorme: sólo en vida del reformador se hicieron 84 impresiones, y 253 después de sumuerte.
La mayor parte de los escritos compuestos desde su regreso de Wartburg hasta su muerte tienen carácter polémico. Pero el tono a veces violento e incluso sorprendente (a propósito de los campesinos) se explica siempre por las posiciones doctrinales del antiguo monje. Escribió contra los anabaptistas, contra los campesinos sublevados, contra Erasrmo (De servo arbitrio, 1525), contra las teorías eucarísticas de Zuinglio ', contra la creencia en el Purgatorio, contra los poderes que se «arroga» la Iglesia romana'. Cuando murió, trabajaba en una violenta obra anticatólica: Contra el Papado fundado en Roma por el Diablo. Pero el reformador compuso también libros más serenos, especialmente el Gran y el Pequeño Catecismo 1529, que son de la mejor inspiración luterana y que señalan su afán por educar religiosamente a las masas, que seguían siendo demasiado ignorantes. En 1530 apareció un tratado sobre el matrimonio. Por otra parte, Lutero continuó comentando las Epístolas, los Salmos ylosProfetas.Los sermones que pronunciaba en familia fueron publicados con
el título de Apostillas domésticas 1544; sus sermones en la iglesia, con el de Apostillas de iglesia 1540-1543. Puso música a mas de setenta cánticos.
Lutero se casó) repentinamente, en 1525, con una antigua religiosa refugiada en el convento de Wittenberg, Catalina de bora, que fue una esposa atenta, una madre cariñosa, y que le dio cinco hijos. ¿Se con virtió entonces en un reformador «aburguesado» y en undoctrinario cada vez más convencido de su propia infalibilidad, en el Papa de Wittenberg? Al final de su vida había engordado mucho y bebía cada vez más; le gustaba también sorprender a su auditorio con salidas extravagantes. Sin embargo, estaba muy unido a su esposa y sintió mucho la muerte de su hija de dieciséis años, Magdalena. A pesar de vivir pobremente, acogía a su mesa con liberalidad a cuantos se presentaban. Vivió atormentado por frecuentes cólicos renales, y atravesó en muchas ocasiones períodos de depresión y de angustia ¡especialmente en 1527, 1528, 1537 y 1538). y, decepcionado por las querellas que surgían entre los protestantes, el reformador se fue volviendo cada vez más doctoral y su carácter más violento y variable. Pero siempre conservó una gran piedad. Sus Conversaciones de sobremesa ¡en número de 7075), recogidas por sus familiares a partir de 1529. dan una imagen fiel del Lutero íntimo de los últimos años. Tenía cinco grandes enemigos: el Papa, los anabaptistas, los turcos, los judíos y el diablo. Pero se complacía en evocar las alegrías de la vida cristiana y comentar de manera conmovedora el Paler Noster. Murió el 18 de febrero de 1546, en Eisleben, adonde había acudido para dirimir las diferencias entre los condes de Mansfeld. Se cuenta que, antes de perder el conocimiento, murmuró: «Dios mío, ¡con qué angustia y sufrimiento dejo el mundo’, y que dio gracias a Dios Padre por haberle revelado a su Hijo, del que el Papa había renegado».
2. la guerra de los campesinos. Los anabaptistas
hasta 1521, Lutero no había tenido más que un solo enemigo: el Papa. Pero despues tuvo que luchar en muchos frentes.
Estando todavía en Wartburg, fue superado, incluso en Wittenberg, por su discípulo Carlstadt y por el antiguo agustino Zwilling. Éstos establecieron en la ciudad la «misa evangélica» (sermón seguido «le la comunión bajo las dos especies), destruyeron las imágenes, no toleraron más de tres altares por iglesia y suprimieron conventos y cofradías. El temperamento místico de Carlstadt prefería el Espíritu a la Letra y atribuía a la Sagrada Escritura una importancia relativamente secundaria. Entonces Lutero insistió en la salvación por una revelación y redención exteriores: Carlstadt subrayaba, en cambio, el movimiento interior del Espíritu, que transforma y «deifica» gradualmente al elegido. Abogaba por el establecimiento de comunidades libres de laicos iluminados, que reunieran a los Schwarmer, los «exaltados», que aparecían en diversos puntos de Alemania y Suiza. Lutero regresó apresuradamente a Wittenberg en marzo de 1522: hizo expulsar a los agitadores y consiguió, gracias a sus sermones, detener la violencia. Suprimió las innovaciones prematuras, restableció la misa en latín, las vestimentas litúrgicas y la comunión bajo una sola especie. Es cierto que, cuatro años más tarde, la mayor parte de las reformas de Carlstadt fueron admitidas, pero después de haber preparado a la gente con supredicación.
En 1522 estalló también otra rebelión de ardientes luteranos, la de los pequeños nobles arruinados, guiados por Hutten y Sickingen. Hutten creia que el valeroso Sickingen liberaría Alemania y extendería por doquier la verdadera fe. Los rebeldes trataron de apoderarse de las tierras del elector de Tréveris. Lutero, negándose a identificar una causa religiosa con una causa patriótica, no les apoyó, sino que, por el contrario, predicó la obediencia. El movimiento fracasó: Sickingen fue muerto (mayo de 1523): Hutten, desalentado, no tardó en morir. La «guerra de los campesinos» iba a ser mucho más grave y a marcar una división en la vida del reformador.
Entre los «profetas» expulsados de Wittenberg en 1522 se encontraba Muntzer. Éste, sin embargo, había sido convertido por Lutero en la disputa de Leipzig. El reformador le había nombrado pastor de Zwickau. en Sajonia. Muntzer. exaltado y violento, reunió allí un pequeño grupo «de iluminados», «los profetas de Zwickau». Éstos no tardaron en encontrar afeminada la teología de Lutero. Al Cristo «dulce como la miel» de la «señorita Martín» opusieron la rudeza de la cruz. Temiendo la esclavitud de los intérpretes de la Biblia, insistieron en la revelación interior del Espíritu. Por otra parte, enlazando con las tradiciones medie vales, afirmaron que se acercaba el fin de mundo. Los «elegidos» tenían que unirse, separarse del mundo, organizar comunidades de santos, donde se repartiría todo y donde se ingresaría mediante un nuevo bautismo, un bautismo de adultos. Muntzer y los profetas de Zwickau hicieron derivar de sus concepciones religiosas un atrevido programa social: príncipes y poderosos cierran al pueblo el camino del Evangelio. Los pobres son demasiado desgraciados y no tienen tiempo para conocer la Biblia y orar. No es posible una reforma religiosa sin una revolución social.
Muntzer y sus seguidme fueron expulsados sucesivamente de Zwickau, Wittenbcrg y Allstadt, en Turingia. fiero en febrero de 1525 alcanzaron el poder en otra pequeña ciudad de Turingia, Middhausen. Alentaron y guiaron a las bandas de campesino que habían comenzado a actuar en junio de 1524 en el nordeste de Schaffhousc por una cuestión de tributos. En febrero de 1525 los campesinos de Suabia presentaron sus r eivindicaciones en D>>rc Artículos: libre elección de los pastores, supresión de los pequeños diezmos, empleo de lo- grandes diezmos en beneficio de las comunidades, abolición de los siervos, derecho de caza para todos. Bandas de campesinos, a las que se unían los artesanos de la- ciudades sacerdotes y monjes exclaustrados pulularon pronto por toda Alemania. Muchas ciudades cayeron en sus manos: Friburgo de Bri.-govia; Clin; Bamberg, etc., y otras se les unieron(Erfurt).
Los campesinos habían dirigido sus Doce Artículos a Lutero, quien respondió con una Exhortación a la paz (abril de 1525). Decía a los señores: «No son los campesinos los que se sublevan contra vosotros, sino Dios mismo», y a los sublevados: «Quien usa la espada morirá por la espada; aunque los príncipes sean malvados e injustos, nada os auto riza a rebelaros contra ellos». Lutero creía entonces que el conflicto podía aún resolverse. Pero él fue siempre respetuoso con la autoridad civil, incluso con la de Carlos V. Los combates eran cada vez más san grientos, y Entero, que era amigo de alguno de los jefes de la represión (Felipe de Hesse), tomó partido contra los campesinos: «Hay que estran gularlos. Hay que matar al perro enloquecido que se lanza contra ti: si no, él te matará» 2T. Ciertamente el reformador seguía estando de acuerdo consigomismo:paraélsólocontabala«libertadespiritual»delcristiano.
«Pero una vez recordados los principios, hubiera podido guardar silen cio» 2S. El 15 de mayo el pequeño ejército rebelde fue aplastado en Frankenhausen (Turingia) ; Muntzer fue capturado yajusticiado.
El anabaptismo trajo nuevas violencias entre 1533 y 1536: fue la tragediadeMunster.Unpeleterosuabo,MelchorHofmann,convertido
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al luteranismo en 1523, predicó en los países del Báltico v luego se refugió en Estrasburgo, donde se convirtió al anabaptismo. Profetizaba el fin del mundo para 1533 y que Estrasburgo sería la nueva Jerusalén. Huyó a los Países Bajos cuando iba a ser encarcelado y allí constituyó grupos de melchoritas. Pero regresó en 1533 a Estrasburgo, donde fue encarcelado. Hofmann «anunciaba que el propio Dios iba a exterminar a los impíos, pero que no había encargado a sus discípulos ejecutar la venganza divina» 29. Sin embargo, dos de sus discípulos, Matthijs y Juan de Leyden, quisieron aniquilar el mundo pecador. Con la ayuda de los anabaptistas expulsados de los Países Bajos, se adueñaron del poder en Munster (Westfalia) en 1534. Juan de Leyden se convirtió en «rey de la nueva Sión», y debía conquistar toda la tierra. Mientras tanto, se insti tuyólapoligamiaenestaciudad.Despuésdehorrorososcombates,el
24 de junio de 1535, las tropas del obispo recuperaron la ciudad. Los caudillos anabaptistas fueron atrozmente torturados ymuertos.
Pero hubo también un anabaptismo pacífico, que apareció en 1523 en la región de Zurich y que se extendió rápidamente por la parte meridional de Alemania, Austria e incluso Moravia. Baltasar Hubmaier, que fue quemado en Viena en 1528, participó quizás en la redacción de los Doce Artículos, pero fue moderado y reivin dicó el derecho de su secta a organizarse independientemente del Estado y de la Iglesia del Estado. En 1527 se reunió una asamblea de anabaptistas en Shlatt, en la Alta Alemania, que exhortó a los verdaderos cristianos a constituirse en comuni dades que no tendrían otras armas que la fe y la palabra de Dios, y a no ejercer la autoridad civil, puesto que ésta supone el «derecho de la espada». Durante la tragedia de Munster, y posteriormente, dos anabaptistas de los Países Bajos, Mcnno Simons y David Joris, desaprobaron las violencias y orientaron sus sectas hacia el pacifismo:
«Los moralmente renovados no van a la guerra y no combaten. Son hijos de paz que han transformado sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces, y no saben nada de la guerra»30.
Menno (muerto en 1559) y Joris (muerto en 1556) 31 se vieron obligados a ocul tarse: sin embargo, llegaron a constituir grupos que les sobrevivieron, particular mente el de los menonitas, en los Países Bajos, que influyó enRembrandt.
La rebelión de los campesinos puso en evidencia la incompetencia política del reformador. Especialmente le hizo perder la fe en el pueblo organizado en comunidades. Desde aquel momento tendió a pedir a los príncipes la institución del culto reformado. Al Lutero de la «libertad cristiana» sucedió el Lutero de la «Iglesia del Estado». En 1523, el reformadorescribía:
«La fe es un acto libre al que nadie puede obligar. Si es una obra divina en el Espíritu, queda, pues, excluido que un poder exterior pueda obtenerla por la fuerza» 32.
Todavía, en enero de 1525, afirmaba:
«En cuanto a los herejes y a los falsos doctores, no debemos arrancarlos y exter minarlos. Cristo ha dicho claramente que hay que dejarlos crecer»33.
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A partir de entonces. Lotero juzgó necesaria la intervención de la autoridad civil para poner fin a las «abominaciones», tales como la misa. Bajo amenaza, el cabildo de la colegiata de W ittenberg tuvo que dejar de celebrar la misa en la Navidad de 1524. Siempre a propósito de la misa, Lutero escribía, en noviembre de 1525, a su amigoSpalatin:
«Los príncipes deben reprimir... los crímenes públicos, los perjurios, las blasfe mias manifiestas del nombre de Dios, pero con esto no ejercen presión alguna sobre las personas, las dejan libres... de maldecir a Dios en secreto o de no mal decirlo» 34.
Poco tiempo después escribía al nuevo elector Juan de Sajonia: «En cada lugar no debe haber más que una sola clase de predicación». En 1527 pidió el elector que organizara «visitas eclesiásticas» en su territorio. El príncipe debía supervisar así la organización eclesiástica, reprimir los abusos, y vigilar la predicación del Evangelio. Tal fue en lo sucesivo la norma en todos los Estados luteranos. He aquí lo que ocurría en Wittenberg en1553:
«Por la autoridad y en nombre del príncipe serenísimo, tenemos costumbre de asustar y amenazar con castigos y con el exilio a los que descuidan la piedad y no acuden a la predicación»3Í.
Al comprobar que las masas cristianas de Alemania eran incapaces de gobernar ellas mismas sus destinos espirituales, Lutero llegó al principio Cujus regio, hujusreligio.
Lutero escribió su tratado De serio arbitrio el año de la rebelión de loscampesinos.
A partir de 1516, Lulero consideró» a Erasnio como un semipelagiano, traidor a San Agustín. Pero el humanista de Rotterdam era muy poderoso. Al presentir su próxima condena, el reformador le dirigió, en 1519, una carta muy deferente: «Martín Lutero es tu convencido admirador y desearía tu plena aprobación»3. Erasnio rehusó la adhesión que se le pedía. I.a violencia de Lutero le inquietaba, pero desaprobó la actitud de Roma y la excomunión del monje sajón. Empujar a Lutero a la rebelión era «obrar como un carnicero, no como un teólogo... Forzar es de tiranos». En abril de 1524 el reformador escribió de nuevo a Erasnio,díciéndole:
«Conténtate con asistir como espectador a nuestra tragedia; únicamente te ruego que no publiques obras contra mí, que yo por mi parte me guardaré de escribir contrati.»
su Diatriba sobre el libre albedrío. En 1518, en Heidelberg, y luego de nuevo en su respuesta a la bula de excomunión de 1520, Luteroafirmó:
«Después del pecado (original), el libre albedrío no es más que una palabra vacía: el hombre, cuando hace lo que puede, pecamortalmente.»
Erasmo, heredero de la tradición del humanismo «optimista», no podía admitir semejante doctrina. Advirtió, pues, at comienzo de su libro: l.° Que es peligroso comprometerlaunidadylapazdelacristiandadporunacuestióntandifícilcomo
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la gracia. 2.° Que Jesús había recordado muchas veres el supremo mandamiento de la caridad, pero que había dejado en la sombra, como problemas que superan al hombre, los de la gracia y de la mayor o menor libertad de nuestra voluntad. Erasnio acome tía de mala gana la discusión de estas cuestiones: pero ya que había que hacerlo, quería señalar que la Escritura estaba llena de exhortaciones a no pecar. ¿Para qué tantas exhortaciones si el hombre está predestinado de antemano a la salvación o la condenación? Definía el libre albedrío como «el poder de la voluntad humana de aplicarse a todo lo requerido para la salvación eterna», y afirmó: «Dios nos atribuye como mérito el no apartar nuestro espíritu de su gracia». Caín pudo elegir entre el bien y el nial: eligió el mal y, en consecuencia, fue castigado. El pecado original ha corrompido la voluntad y la inteligencia humanas, pero no las ha extinguido. Ya que el pecado fue perdonado por la Redención, el hombre puede de nuevo ir hacia «el verdadero bien», gracias a la razón ayudada por lagracia.
Lutero respondió en diciembre de 1525 con el tratado De servo arbitrio. A la cortés ironía de su contradictor, opuso un lenguaje violento y brutal, pero de una lógica poderosa: Dios es todo, el hombre no es nada. ¿Con qué derecho podemos juzgar a Dios? Erasmo era tratado de «polemista venenoso», de «puerco de Epicuro», de escritor «ridículo, irreflexivo..., sacrilego..., charlatán..., sofista..., ignorante». Su doctrina era calificada de «lodo y fango», de «basuras y desperdicios». Pero Lutero daba también las gracias al humanista de Rotterdam: «Te alabo porque has sido el único de mis adversarios que ha sabido interpretar el verdadero sentido de nuestrodebate».
El reformador utilizó esta argumentación desde el principio: O el libre albedrío puede conducirnos a la salvación, y la gracia es inútil: o no posee este poder, y es una palabra vacia. Decir que el hombre no puede desear el bien sin la gracia, es reconocer que el libre albedrío sólo es capaz de pecar. Dios no es una pantalla que permanece indiferente ante las deliberaciones de loshombres:
«... dejándolos elegir si quieren ser salvados o condenados, retirándose quizás al país de los etíopes para darse una comilona, como cuenta Homero a propósito de Júpiter».
Dios salva a éste y abandona a Satán este otro. El hombre aban donado será entonces como «un caballo cojo que cojeará cada vez más». Luteroañade:
«La voluntad humana se encuentra entre Dios y Satanás, y se deja guiar como un caballo. Si es Dios quien la guía, va allá adonde Dios quiere y corno quiere, tal y como dice el salmo LXXIII, versículo 22: «Yo soy para ti como una bestia». Si es Satanás quien se apodera, va allá adonde quiere y como él quiere. Porque la voluntad en todo esto no es libre de elegir un dueño: los dos caballeros combaten y disputan por apoderarse deella.»
Si la predestinación sorprende a tantos eminentes espíritus, es porque éstos rebajan a Dios y quierenjuzgarle:
«Exigen que Dios actúe conforme al derecho humano y que haga lo que les pareceserjusto;sino,cesadeserDios.¿Quélesimportanlosmisteriosyla
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ine jvstad divina '? Debe rendirles cuentas, decirles por qué es Dios, por qué quiere o hace tal o cual cosa que tenga la apariencia de justicia, como si se citase ante los tribunales a un zapatero o untalabartero.»
Esta doctrina, recordémoslo, estaba unida íntimamente para Lutero a la de la justificación por la fe, y hundía sus raíces en la experiencia personal del antiguomonje:
Ahora Dios ba liberado mi libre albedrío de la obra de la salvación, la ha con fiado a su libre albedrío divino y me ha prometido salvarme, no en virtud de nir propios esfuerzos, sino en virtud de su gracia y de sumisericordia.»
Lutero consideró a Zuinglio. reformador de Zurich, como adversario suyo. En ciertos aspectos, Zuinglio (1484-1531) fue unerasmita.
Zuinglio, que fue primeramente párroco de Glaris (1506-1516), tuvo ocasión d- acompañar muchas veces a sus feligreses —los mercenarios— a Italia. Estuvo en Rávena y Marignan. Sus predicaciones contra los mercenarios le obligaron a abando nar Glaris. Entre 1516 y 1518 fue vicario y predicador en Einsiedeln, célebre lugar de peregrinación, y allí trató de suprimir ciertas prácticas que le parecían supersti ciosas. Cuando fue párroco de la catedral de Zurich, se inclinó hacia la Reforma, y progresivamente atrajo a ella a toda la ciudad (1520-1525). Como no podía con cebir la separación de la Iglesia y el Estado, se convirtió en el inspirador de la política de Zurich, llegando hasta elaborar personalmente los proyectos de reforma militar y organizar en 1529 y 1531 dos campañas contra los cantones católicos. Encontró la muerto en la batalla de Cappel, en la que se enfrentaron 700 habitantes de Zurich con 8.000 hombres de los cantonescatólicos.
Era leal, valiente y desinteresado. Era además un distinguido hele nista y hebraizante. Erasmo le enseñó a amar la Sagrada Escritura. Al igual que los humanistas, Zuinglio admiraba a Platón, Aristóteles. Píndaro,SénecayCicerón;igualqueellos,tendió,almenosalcomienzo
sobre este punto en el Coloquio de Marburgo (1529). Ya en 1525, el maestro de W ittenberg había escrito a .1. Briesmann, pastor de Koenigs- berg: «Si el veneno de Carlstadt y de. Zuinglio a propósito del Sacramento ha llegado hasta vos, permaneced en guardia» ;:s. Al saber el fin del reformador de Zurich, declaró: «Zuinglio ha tenido la muerte de un asesino... Amenazó con la espada: ha recibido el pago que merecía»3P.
Las relaciones entre Ecolampadio 40, reformador de Basilea, y Lutero fueron buenas al principio, pero se agriaron progresivamente. Este humanista había ayudado a Erasmo en su edición del Nuevo Testamento. Siendo religioso en Augsburgo, repitió la experiencia de Lutero y redescubrió la teología de la cruz, el sacerdocio universal y la mediación única de Cristo. Fijó su residencia en Basilea y no fue nunca esta dista, lo que le diferencia de Zuinglio. Pero fue el pastor de almas que nutrió, consolidó y organizó la Reforma en la ciudad. Su teología se aproximaba a la de Zuinglio, especialmente en lo que concierne a la cena, en la que vio una simple conmemoración de la última cena de Jesús. Ecolampadio estaba presente en el Colo quio de Marburgo, y no fue convencido por Lutero. En 1530, cuando Melanchton redactaba la Confesión de Augsburgo, Basilea se unió a Zurich y Berna para hacer aceptar al emperador (que se negó a recibirla) una profesión de fe separada, que se alejaba tanto del catolicismo como del protestantismo. Es cierto que en 1536 Basilea, a diferencia de Zurich, firmó la Concordia de Wittenberg, pero Ecolampadio había muerto hacía ya cinco años (noviembre de 1531). En 1544 Lutero le recordaba así: «En vísperas de bajar a la tumba, quiero, obedeciendo la orden de miSeñor,
condenar enérgicamente... Quiero glorificarme de esta condena ante el tribunal de mi Dios»4l.
En cambio el alsaciano Bucero se aproximó a Lutero hacía 1527. En Estrasburgo, Bucero y otros reformadores habían simplificado el culto de manera radical, suprimiendo no sólo las imágenes, sino también los altares y las vestiduras sagradas. Además, se inclinaban hacia las concepciones sacramentales de Zuinglio y Ecolampadio, lo que les valió los ataques del maestro de Wittenberg. Aparte, mientras este último estaba preocupado sobre todo por la salvación individual, Bucero daba pruebas de un mayor sentido social Pero los anabaptistas, que se habían refugiado en Estrasburgo, acercaron a los dos hombres. Bucero se enfrentó a ellos y se opuso a la rebautización de los adultos. A la concep ción de una Iglesia formada por pequeños grupos de elegidos, opuso en seguida el esquema de una Iglesia que acogía la totalidad de la población e insistió en la necesidad de una delegación del ministerio. Su eclesiolo- gía evolucionó en el mismo sentido que la de Lutero a partir de 1525. E> cierto que poco después, hacia 1540, Bucero se inquietó por la fiscali zación, demasiada estricta en su opinión, que el magistrado de Estras burgo ejercía sobre la Iglesia, y quiso constituir en el interior de ésta grupos de fieles particularmente observantes, para los que llegó a preve nir incluso celebraciones especiales de la Cena. El municipio rechazó esta innovación. De todas formas, Bucero se aproximó a Lutero en otros aspectos. Sin embargo, en 1530, Estrasburgo, Constanza, Lindau y MemmingenpresentaronalaDietadeAugsburgounaProfesiónde
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fe (Confesión tetrapolitanu) distinta de la de los luteranos45. No admitía la consubstanciación y tenía a propósito de las buenas obras una doctrina más matizada que la de Lutero. Se leía enella:
«Nadie puede ser salvado si el espíritu de Cristo no le induce a abundar en buenas obras, porque a ellas destina Dios a lossuyos.»
Pero Bucero, cada vez más irónico, trataba de explorar todas las posi bilidades de reconciliación entre los cristianos, incluyendo a los católicos. Cuando en Ratisbona, en 1541. católicos y protestantes parecían a punto de entenderse acerca de la justificación por la fe, Bucero y Melanchton estuvieron presentes y contribuyeron mucho a crear aquel nuevo, pero efímero ambiente. En todo caso, el l.° de abril de 1532, en Schweinfurt, los delegados de las Cuatro ciudades aceptaron firmar la Confesión de Augsburgo, conservando no obstante la suya propia. En 1536, Bucero fue uno de los artífices del acuerdo entre protestantes conocido bajo el nombre de Concordia de JFittenberg, y aceptó la fórmula: «El verdadero cuerpo y la verdadera sangre de Cristo son mostrados, ofrecidos y tomados con el pan y el vino». Por su parte, Lutero concedió sin vacilaciones que había también descenso material, aunque invisible, del Salvador con ocasión del bautismo y de la predicación. Bucero declaró entonces a propósito de Lutero y de sus amigos: «Estar separado de tales hombres sería la muerte». Pese a que, desde entonces, el «doctor Martín» y Bucero siguieran siendo amigos, el representante de Estrasburgo no firmó los Artículos de S mal halda (1537), en los que Lutero presentaba su doctrina con una rigidez que Melanchton había precisamente tratado de evitar cuando redactó la Confesión deAugsburgo.
En cambio Lutero y Bucero estuvieron de acuerdo en aceptar la bigamia del landgraveFelipede uno de los primeros príncipes alemanes que adoptó la Reforma. Felipe, piadoso pero malcasado, se había enamorado de una dama del palacio de su hermana. La esposa del landgrave rechazaba el divorcio, pero no la idea «patriarcal» de un doble matrimonio de su marido. El príncipe consultó a lo teólogos de Wittcnberg y a Bucero. Éstos, apoyándose en ejemplos bíblicos, conce dieron el permiso demandado, pero el matrimonio debía permanecer en secreto. Éste fue celebrado en marzo de 1540 en presencia de Melanchton y Bucero44. Naturalmente, el asunto fue divulgado; Melanchton cayó enfermo y Felipe de Hesse tuvo que pasar durante muchos años por las duras condiciones que le impuso Carlos \.
Si Lutero y Bucero se comprendieron cada vez mejor, Felipe Me lanchton, en cambio, se alejó espiritualmente cada vez más del maestro de Wittenberg. Éste conservó, sin embargo, una amistad imborrable por el autor de los Loci communes, negándose a ver sus desviaciones y a escuchar las críticas que se hacían en supresencia.
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Melanchton había seguido siendo un humanista. Por esto no admitió nunca de verdad la teología pesimista de Lutero y pensó, cada vez con más fuerza, que el fiel colabora en su salvación y que puede aceptar o rechazar la gracia. Con esta teoría del «sinergismo» retornaba al catolicismo, restauraba la penitencia prepara toria de la fe y rehabilitaba las «.buenas obras» y la santificación. Además, intran quilo por los desórdenes que se producían en Alemania y por las diferencias entre los protestantes, llegó a conceder un valor obligatorio a la tradición, con objeto de apaciguar los ánimos. Melanchton era un espíritu flexible. Se explica asi que haya trabajado por la reconciliación con los católicos, al tiempo que se inclinaba, en lo que concierne a la cena, hacia los sacramentales. Cuando Lutero estaba en Wartburg, quedó muy impresionado por la predicación de Carlstadt. De todas maneras, Me lanchton se alejaba de su maestro. En sus Artículos de visita, de 1527, en un Comentario sobre la Epístola a los Romanos, de 1532, y en las ediciones de los Loci communes, de 1535 y 1543, dejaba traslucir su concepción de la libertad. Pero, en 1540, en una segunda edición (edilio varíala) de la Confesión de Augsburgo modificaba el texto original a propósito de la cena en un sentido favorable a la interpretación de los sacramentales. Melanchton, de temperamento irónico y escurri dizo, admirador de Erasmo y amigo de Lutero, mantuvo correspondencia con el cardenal Sadolet, pero no retornó al catolicismo. Nunca llegó a tener una explicación franca con Lutero, pero soportó caria vez de peor grado «los aires despóticos» del maestro.
Carlos V abrigaba la esperanza de llegar a la reconciliación entre católicos y protestantes en Alemania. Le hubiera gustado triunfar donde había fracasado el Papado. Lutero, por estar desterrado del Imperio, no podía acudir a la Dieta. Entonces Melanchton fue encargado de redactar una profesión de fe luterana. Su texto se esforzaba por limar lasaristas.
«Yo no sé expresarme de una manera tan suave y tan discreta», confesaba Lutero, que residía en las cercanías. Parece cierto que el artículo sobre la Palabra de Dios precedía al que hablaba de la Iglesia. Por otra parte, no era necesario que ésta tuviera en todas partes los mismos ritos, las mismas ceremonias y las mismas tradiciones. Su unidad profunda, se proclamaba, no es de orden institucional. Existe verdadera Iglesia allí donde el Evangelio sea predicado en toda su pureza y sean adminis trados los sacramentos correctamente. Hay que añadir que, de los 28 artículos, 21 trataban de los artículos de fe aceptados por católicos y protestantes, a pesar de las divergencias de interpretación: únicamente siete estaban consagrados a los «abusos humanos» v «leyes humanas» reprochados al Papado, pero sobre los que, en el espíritu de Melanchton, podía llegarse a un compromiso: comunión bajo las dos especies, ma trimonio de los clérigos, votos monásticos, etc. En cambio, la Confesión no aludía a la negación del Purgatorio, dando de lado las doctrinas de Lutero sobre la sumisión del albedrío y el sacerdocio universal: se man tenía la confesión privada, sin obligación de enumerar los pecados, y se eludía la diferencia entre consubstanciación ytransubstanciación.
A Lutero no le desagradó que Carlos V rechazara en bloque, en 1530, todas las Confesiones protestantes, ya que íntimamente no aprobaba las concesiones de Me lanchton. Éste, sin embargo, no perdía la esperanza de lograr unareconciliación
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general de los erisiiaiii-. En 1535 aceptó una invitación oficial de Francisco I. •pe- quería encargarle también •!•• favorecer las tentativas de unión de las Iglesia-. Pero Lulero desaconsejó - nocía que únicamente la imputación de los méritos de Cristo podía asegurar la salvacióndelpecador.insistía en la total perversión del hombre despuésdel
pecado original. Pero ni I.útero ni el joven Calvino, que estaban presentes, n: » 1 Papa, ratificaron rl a«n»ido.
En el entierro de Putero i1546i, Melanchton citó con paradójica intención un juicio de Erasmo: «Dios ha dado al mundo un to
«He sufrido una esclavitud verdaderamente odiosa, poique Lulero se abandonaba a su naturaleza, en la que se apreciaba una tendencia excesivamente batalladora, ya que a menudo no tenia en cuenta su dignidad ni el biencomún»45.
Lulero, por su parte, xa preveía las disensiones que ocurrirían, des pués de su muerte, entre susamigos:
«Mientras yo viva, el peligro no será temible: pero cuando haya muerto, rogad, porque la angustia será grande... No temo a los papistas, pero después de mi los hermanos liarán gran daño al Evangelio, quia a no bis egressi sunt, sed de nostris n fuerunt»46.
Mucho antes de la desaparición del reformador habían estallado disputas en torno su\u. Agrícola (1494-1566), llevando hasta el extremo la fórmula Perca íortiler. sed crede fortius, se había transformado en
«antinomista». Al haber sido abolida por la gracia la ley de Moisés, no había por (pié preocuparse de los diez mandamientos. Por su parte. Osiander (1498-1552» abandonaba la imputación externa de los mérito de Cristo al pecador, a la que Entero concedía tanta importancia, \ subravaba la progresiva santificación que produce la «residencia» inte rior de Cristo en el alma del creyente. Otro compañero de Lulero. Jerónimo Schiirf, aceptaba la teología del maestro, pero seguía conside rando válido el derecho canónico: no admitía el matrimonio de los pastores v pretendía que éstos fueran nombrados por los obispos. Después de la muerto de Entero se agravaron las disensiones; se enfren taron. principalmente, los ^nesiolutheraner, o verdaderos luteranos, contra los ¡i/i pistas, partidarios de Melanchton. Éste, en efecto, había sido encargado por Mauricio de Sajonia, después del Inlerim de Augs- buigo, de encontrar una fórmula de fe aceptable por los súbditos del príncipe v riel emperador. El resultado fue un Inlerim sajón, en cuyo texto se mezclaban elementos católicos y protestantes. Melanchton había introducido como indiferentes (adiaphora) algunas costumbres romanas,
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tales como el uso del latín en las ceremonias, las imágenes, el avuno v las festividades de la Iglesia católica. Se mencionaban incluso los siete sacramentos. ¿Qué hubiera dicho Entero? Ya en 1541 escribía, a propósito de las tentativas de reconciliación deRatisbona:
«Tratáis en vano de coser una tela nueva a trapos viejos, y se os presiona para que restablezcáis los antiguos ídolos. Prefiero, a pesar dv lodo, reanudar lalucha.»
La crisis del luteranismo. que ya se incubaba en vida del reformador, estalló después de su muerte. Pero el luteranismo sobrevivió a esta crisis, y todos los protestantes del siglo xx están de acuerdo en reconocer a Entero como padre espiritual de la Reforma. A partir de 1525 fue sin duda demasiado despótico, demasiado doctora] \ también demasiado alemán. Pero había sabido encontrar la voz de San Bernardo para hablar de la omnipotencia divina: había insistido en la confianza que deben tener los fieles en la infinita bondad de Dios; había hecho inteligibles al pueblo los oficios divinos, enseñado el catecismo y difundido la Biblia. Pero por su acción se rompió la unidad cristiana occidental. ¿Hizo Roma todo lo posible para conservar aEntero?
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\<>TAS AL CAPÍTULO II
«sacrificio») tuvo lugar en \X ittcnberg, el 29 de octubre de 1525. La- cere monias del bautismo fueron modificadas al año siguiente. La confesión auricular fue únicamente recomendada: la veneración de las imágenes fue abandonada. Pero cirios, altar, ornamentos y ve-tiduras sagradas fueronconservados.
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31. E.xDehs, LuthersBriefwcchsel, V, pág. 272: trad. Lecler [-597J, HistnD-: de la tolérance..., pág.169.
13. Hubo así tres Confesiones redactarlas con ocasión de la Dieta de 1530, la lla mada de Augsburgo (luterana), la de la< euatn»ciudades,y la de los parti darios deZuinglio.
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( Praxis )
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